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Especial cinco años de la pandemia
La sombra de la covid en las residencias: «Seguimos en estado de expectación permanente»«Fue como un tsunami, como algo que nos vino de golpe y a lo que nos tuvimos que ir adapantado a marchas forzadas», recuerda ... Sonia Marbán, la directora de la Residencia Cardenal Marcelo. Este centro acoge actualmente a 150 personas y tanto internos como trabajadores recuerdan aquel 2020 como un año «de aprendizaje muy duro». Ha pasado un lustro desde que afrontaran un contagio masivo tan solo un mes después del inicio del toque de queda en España. En este centro, cuando apenas se conocía todo lo que vendría después, el coronavirus de la primera ola atacó a 183 residentes y provocó 17 muertes. Desde entonces «todo ha quedado muy interiorizado, incluso no solo aquí dentro. Todos compartimos un aprendizaje casi cultural tras la pandemia», asegura Marbán.
Recuerdan aquellas semanas de «cambios constantes incluso semanales o con mayor frecuencia» en la normativa que marcaba por entonces tanto el Estado como la propia comunidad. La actual directora vivió el coronavirus en primer línea, ya que por aquel entonces era enfermera de la otra residencia con la que cuenta la Diputación en Valladolid, Doctor Villacián. Recuerda cómo se ha pasado de aquella «incertidumbre inicial en todos los aspectos ante lo desconocido a una adaptación constante en la que seguimos inmersos». El conocimiento adquirido no solo se deja ver en su testimonio, también está colgado en las paredes de las cuatro plantas con las que cuenta este centro, donde se puede ver cartelería con indicaciones de la importancia de lavarse las manos, hacer uso de la mascarilla o cubrirse al toser, entre otros consejos. «Estamos siempre expectantes, con cierta alerta, por supuesto, porque no podemos olvidar lo que puede pasar aunque estaremos mucho más preparados», asegura.
Si algo han aprendido es que la prevención es la clave. Por eso, ante nuevos ingresos siguen empleando pruebas de detección, que también se realizan en caso de sospecha de virus respiratorio, realizando test de antígenos, suspensión de visitas por parte de familiares o uso de la mascarilla. «También hemos tenido charlas con trabajadores y residentes para concienciar a nivel de prevención», expone Marbán.
Fueron momentos de angustia, de agotamiento físico y mental. «Era importante el poder parar aunque fuese unos minutos para poder continuar», afirma Soraya Martín, jefa de sección de la residencia. Recuerdan junto a Sonia esos momentos de llegar a casa y «seguir con una prudencia total». La evolución y el cambio tras la pandemia llegó también en forma de reestructuración de las instalaciones del centro.
Actualmente son 168 los usuarios que viven en la residencia donde se han individualizado las habitaciones con el objetivo de poder adaptarlas a las unidades de convivencia, que son zonas comunes en las que disfrutan unos 16 residentes de espacio de cocina y sala de estar. «Esto nos permite también un abordaje más fácil en el caso de que se detecte cualquier contagio, porque es más fácil y rápido individualizar», explican desde el centro. La vida diaria y el ajetreo de residentes por los pasillos tras la hora del desayuno habla de una absoluta normalidad, aunque con alguna que otra mascarilla entre los ancianos. «Esto nos ayuda mucho, porque durante estos años se ha hablado de Covid, pero la gripe es más letal», señala Soraya. Tanto ella como Sonia, en representación de todo el personal de esta residencia (aproximadamente un centenar) explican que «tuvimos la suerte de haberlo vivido, haber aprendido y poder contarlo. Al final todo esto, por muy duro que haya sido, nos ha valido para dar un mejor cuidado».
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Dejaron el miedo a un lado, «no había tiempo para eso, al final íbamos en piloto automático a lo más importante, que eran ellos», añade Soraya con la serenidad de haber dado todo en aquellos momentos, sobre todo en los de los contagios masivos que no daban tregua a los residentes y con el deseo de remarcar «algo que quizás haya pasado más inadevertido y es el ejemplar comportamiento que tuvieron todos los residentes al pasar por aquello», narra. No fueron tiempos fáciles pero lo superaron con nota. «Nosotros nos íbamos a casa después de duras jornadas, pero al menos te daba el aire de camino a casa, veías a los tuyos. Ellos tenían que permanecer en el interior, algunos dentro de la habitación. Su comportamiento y aceptación fue una lección de vida», comenta la jefa de sección, quien junto a la directora (ambas fueron compañeras en la residencia Doctor Villacián en lo más crudo de la pandemia) no pueden evitar miradas de complicidad y orgullo mutuo ante lo que vivieron y, sobre todo, ante lo que superaron. «Nos hizo ver que nos necesitábamos más todavía como equipo».
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