«La música antigua y la contemporánea tienen esquinas que se tocan»
El contratenor Carlos Mena canta la música de Victoria con el laúd de Rivera en el Festival de Ávila
VICTORIA M. NIÑO
Jueves, 23 de agosto 2012, 22:11
Las cuerdas vocales de Mena y las del laúd de Juan Carlos Rivera sintetizarán la polifonía de Tomás Luis de Victoria mañana en el Festival Abulensis.
¿Desde cuándo trabajan con la música de Victoria?
Este programa lo grabamos en 2004, pero lo empezamos a preparar en 2001. Todo partió de una sugerencia del musicólogo Pepe Rey quien nos mostró una transcripción de Victoria que había en la British Library para voz y laúd, eran unos salmos que nunca habían sido grabados. Empezamos a trabajar en ese lenguaje tan especial, a leer a Victoria desde un prisma bien distinto al de la polifonía. Investigamos la praxis de la época, partituras que se adaptaban a voz e instrumento de cuerda pulsada para interpretar en salones. Luego buscamos otras obras para completar el programa.
¿Qué es la música antigua para quien estrena contemporánea?
La música antigua hace referencia a un estilo en el que hay que conocer el código de interpretación. No es que te amoldes tú a él, sino que debes conocerlo para luego poner tu criterio. Frente a otros estilos en el que eres reproductor de una partitura, la música antigua demanda un músico activo. Me considero un instrumentista de la voz más que un cantante, alguien que estudia la afinación, la instrumentación, etc... y lo transmite con la voz. Ese proceso de añadir tu visión ocurre en la antigua y en la contemporánea, tiene esquinas que se tocan. Estudié en Basilea, la primera escuela especializada en antigua. A los que salimos de allí se nos considera integristas. Con el tiempo eso fue para mí un problema porque no conseguía ser libre en mi trabajo hasta que me di cuenta de que aquello era solo la base.
Scholl, Jaroussky ¿están de moda los contratenores y su repertorio?
Lo escucho desde hace años y si sigue siendo así, es que no hemos pasado de moda. Durante mucho tiempo no hubo escuela de contratenores, de ahí la novedad y la fascinación por los que siendo hombres cantamos tan alto como las mujeres. Con los castrati tenemos en común esa estética vocal y la época, pero fisiológicamente distintos. Intento que mi voz suene masculina cantando alto y madurar el falsete. Lo que me hace muy feliz es el cambio que se ha dado desde que comencé en 1991 hasta ahora. Hoy un contratenor está tan valorado como una mezzo o un barítono. Se acabó la época en la que se nos disculpaba desafinar, se nos exige igual que a los demás.
Sin embargo canta usted lieder, Bach, contemporánea ¿cómo salta de un mundo a otro?
Cuando me decidí a ser contratenor profesionalmente me dio mucha pena por otra parte, ya que eso me cerraba las puertas a Bruckner o Wagner, pensé en lo que me perdí a y que tendría que conformarme con escuchar a mi hermano (Juanjo Mena) dirigir esa música. Luego desarrollé un proceso vocal más amplio. Mi inquietud como músico me llevó a estudiar el lied. No pretendo estar altamente cualificado para todo lo que canto pero sí disfrutar con ello. Empecé con mi mujer, la pianista que me acompaña, a preparar 20 minutos para hacerlo en casa con los amigos. El contacto con esa música me resulta tan gratificante en una reunión doméstica como en el Concertgebouw. Eso sí, me exige un movimiento muscular, una agilidad y rapidez para adaptar a eso códigos. Prefiero perder calidad en la actividad que desarrollo a tener que cantar solo Händel. Intento siempre hacerlo con la misma dignidad.
¿De dónde nace su interés por la pedagogía Waldorf?
Porque contempla el desarrollo intelectual, emocional e instintivo. Mi interés en la educación vino al plantearme la violencia en la que vivimos, que está tan lejos de la condición humana y de la vida. Un día dejé de quejarme y me pregunté qué podía hacer. La educación es la única manera de cambiar las cosas, por eso me hace gracia cuando los políticos hablan de recortar el gasto en educación. No es un gasto, porque no se pierde, sino una inversión. La Waldorf aspira a formar personas completas. Y eso me interesa en el contexto en el que vivo en el País Vasco, se acabó con el tiro en la nuca pero la violencia verbal y social continúa.