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A la izquierda, balcones tapados del edificio del número 1 de la calle Matías Sangrador. Arriba, los miradores de hierro de la casa del número 9 de la calle Estación. Abajo, el 10 de Teresa Gil :: A. Q.
Los edificios más espectaculares de Valladolid, viejos y abandonados
Urbanismo

Los edificios más espectaculares de Valladolid, viejos y abandonados

Numerosos inmuebles protegidos pasan desapercibidos por el deterioro al que la desidia les ha condenado

SONIA QUINTANA

Lunes, 1 de febrero 2010, 10:17

Llevan años, décadas incluso, 'dormidos' entre inmuebles restaurados o de nueva construcción, pero sus dueños, en muchos casos particulares, en otros empresas, no quieren -o no pueden- devolverles el lustre que, en algún momento de sus largas vidas debieron tener, aunque muchos apenas lo recuerden. Algunos sirven en la actualidad de cobijo a los 'sin techo' y la mayoría se han convertido en auténticos palomares. «No hay derecho. No podemos tender la ropa fuera porque, en seguida, te la encuentras llena de porquería de paloma», asegura una vecina de uno de los bloques contiguos al edificio de miradores de hierro de la calle Estación, 9, esquina con García Valladolid.

«Hay palomas muertas en el patio y, en verano, el olor es insoportable. Nosotros ya nos hemos acostumbrado pero cuando viene mi hija me dice 'Mamá, ¿cómo podéis soportar este olor?'. Creo que hay algún vecino que, incluso, lo ha denunciado. No me extrañaría», añade, mientras nos invita a asomarnos por la ventana de su cuarto de baño para fotografiar el 'paisaje': ventanas tapadas con cartones y ladrillos y un patio lleno de basura por el que revolotean a sus anchas las palomas. Los vecinos de los dos edificios colindantes no son los únicos perjudicados con el estado actual de este edificio, propiedad de los herederos de un conocido arquitecto vallisoletano. La Expendeduría número 21 tuvo que mudarse al número 15 de la misma calle hace dos años, cuando el inmueble, tras varios juicios, fue declarado finalmente en ruina, en este caso, ruina económica. (La ruina económica se produce cuando el coste de las obras necesarias e imprescindibles para que el edificio quede operativo para su uso supera el 50% del coste total del inmueble excluido el suelo). «Ha sido una ruina provocada. No hay derecho que para que unos hagan negocio...», se quejan los antiguos inquilinos del local situado en los bajos de este edificio de la calle Estación.

Javier es en la actualidad el único inquilino del edificio situado en la plaza Caño Argales, 3, propiedad de un importante grupo inmobiliario de la ciudad. Su familia regenta desde hace 75 años la tienda Alimentación Heras, en el único local del edificio, que hace esquina con la calle Panaderos (la tienda está situada en el número 36 de esta calle). «Hace seis años que se fue la última vecina. Lo que están haciendo con nosotros es 'mobbing' inmobiliario. Estamos todo el día en el juzgado. Están provocando un deterioro deliberado del inmueble», se queja este empresario, quien también tiene arrendado el bajo de la casa. El resto de las puertas de entrada a los pisos están cerradas con cadenas y candados pero, a través de los agujeros de las puertas, se puede ver cómo las palomas se han hecho amas y señoras del edificio. «El edificio tiene una protección urbanística P4, ambiental, lo que exige conservar la fachada. Su uso futuro será residencial aunque, de momento, no hay una previsión para iniciar la rehabilitación pues existe un inquilino», explican desde la empresa vallisoletana.

«Quieren que se hunda»

«¿Y el Ayuntamiento no puede hacer nada?», se queja una vecina de uno de los inmuebles próximos al edificio de la calle Teresa Gil, esquina con Regalado. «Hay un indigente que entra todas las noches a dormir aquí y continuamente tienen que venir los bomberos porque se desprenden partes de la fachada. Es una vergüenza», sentencia. El dueño del comercio El paraíso del plástico, que ocupa uno de los dos bajos comerciales alquilados de la casa, considera que «la fachada necesita una reparación». Sólo hay que pasar a la altura del número 10 de la calle para toparse con las vallas amarillas de la Policía Municipal y el precinto de los Bomberos.

Y el Ayuntamiento no puede hacer nada, o casi nada. «Cada propietario es responsable de su inmueble. Nosotros no podemos obligarles a restaurarlos», indica Cristina Vidal, concejala de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento. «Mientras cumpla con los criterios de seguridad y salubridad que recoge el reglamento, no podemos hacer nada. Eso sí, al más mínimo riesgo para la salud o la seguridad de las personas, actuamos. El propietario tiene el deber y la obligación de conservar el edificio en buen estado», recalca Vidal. «¿Y esto es conservar un edificio en buen estado?», se pregunta la arrendataria de uno de los locales situados en el bajo del inmueble del número 1 de Matías Sangrador, esquina con Vicente Moliner. «Lo último es que me acaban de denunciar porque no me quiero ir», señala la dueña del comercio de electricidad F. Herrero, quien lleva veinte años arrendada en el edificio, propiedad de los herederos de un abogado vallisoletano, quienes también son los dueños del eterno edificio en obras de la plaza Santa Ana, esquina con Pasión.

A juicio por desahucio

«Lo que quieren es que se lo declaren en ruina para poder echarme pero, de momento, no lo han conseguido. Estos días que ha llovido tanto se filtraba el agua por el techo del soportal, así que no quiero ni pensar cómo estará la casa por dentro. Yo ya les he avisado de las goteras del almacén pero todavía no ha venido nadie», confiesa la arrendataria del pequeño local. «Quieren que se hunda. El Ayuntamiento fue el que tuvo que venir a cubrir los balcones, ya que se desprendían partes porque ellos ni se molestan», apunta. «Si entra una denuncia en el Ayuntamiento, realizamos una inspección, requerimos al propietario que subsane el problema y si el propietario no lo subsana, procedemos nosotros a subsanarlo, con cargo al propietario», explica la concejala del ramo.

La historia se repite en muchos edificios más espectaculares de la ciudad, la mayoría incluidos en el Catálogo de Bienes Protegidos: calle Ferrari, Panaderos, Pasión, Plaza Mayor... En la Acera de Recoletos dos son los edificios emblemáticos, a la espera de recuperar su esplendor, como lo hicieran en su día la Casa Mantilla -un siglo después de su inauguración, en 1892- y la Casa del Príncipe, con vuelta a Colmenares, diseño de 1906 del arquitecto palentino Jerónimo Arroyo. Los números 22 y 24 de este paseo -antiguos Hostal Colón y Hostal Avenida- tienen sólo dos inquilinos: el café-bar Ancón ocupa el local del número 24 y la Casa de Palencia lleva casi cuarenta años en el bajo del número 22. En el año 2004 los actuales propietarios del edificio intentaron desahuciarles pero la Audiencia Provincial rechazó el desalojo. «Acaban de condenar la escalera porque caía agua a mansalva», cuenta una socia.

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