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JAVIER PÉREZ ANDRÉS
Viernes, 18 de diciembre 2009, 01:51
L a villa de Ampudia, en plena Tierra de Campos palentina, fue de las primeras localidades en apostar por el turismo. Su patrimonio monumental, iglesias, calles porticadas, castillo, monasterio y su oferta museística se vieron reforzados cuando, hace más de diez años, abrió sus puertas La Casa del Abad, una iniciativa que cristalizó en un hotel rural que, con la categoría de Posada Real, aportó al entorno una infraestructura de calidad.
Más tarde se sumaron a las casas rurales pequeños restaurantes y otros alojamientos turísticos que hoy convierten a la población en la que destacan la silueta de San Miguel y del castillo-museo de la familia Fontaneda en un destino turístico del medio rural muy sólido.
La Casa del Abad fue la iniciativa de una familia vinculada al territorio que invirtió con muy buen gusto en el proyecto hotelero rehabilitando un viejo edificio local. A lo largo de los años se han sumado ampliaciones que convencen en prestaciones, espacio, dependencias, patios, reparto de habitaciones, decoración y la oferta de piscina y spa con todos los complementos. La cocina del Abad alcanzó la gloria durante un tiempo con la concesión de una estrella. Tras desaparecer ésta, hubo un periodo de cierto anonimato, del que en estos momentos se ha salido con creces.
El abulense Pedro González, al frente del restaurante El Arambol y asesorado por Joaquín Koerper, garantiza una etapa de regularidad, como demuestra en el menú degustación o en la propia carta. Pero lo más importante de este proyecto es el capital humano, las cerca de 25 personas que trabajan en distintos cometidos en La Casa del Abad, el 60% procedente de la comarca.
El menú de este hotel-restaurante-alojamiento rural, en esta ocasión, y como recuerdo a todo el menú regional, tiene nombre: Pedro, Candelas, Conchi, Juan Manuel, Ana María, Amanda, Sandra, Verónica, David, Raúl, Tina, Elvira, Chelo, Jonathan, Elena, Raquel, Adela y Ruth. Algo que hay que empezar a tener en cuenta cuando valoremos, consumamos y disfrutemos de un producto en el medio rural, sin olvidar que debemos exigir a los dueños del carro y a quienes tiran de él buen servicio, un adecuado nivel en las instalaciones, simpatía y eso que ha venido a denominarse calidad, que es una mezcla de todo ello.
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