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R. S. RICO
Miércoles, 18 de noviembre 2009, 02:21
A finales de los años setenta, Paco Costas adoctrinaba en su programa televisivo 'La segunda oportunidad', que comenzaba con un Daimler estrellándose a 145 kilómetros por hora con una piedra de 16 toneladas colocada en mitad de la carretera, sobre la precaución al volante. En el año 1985, la estrella de la canción Stevie Wonder, en un castellano que le hacía sudar, recomendaba no beber si se conducía. Y en los años noventa continuaban las campañas para evitar muertes en la carretera, algunas con frases lapidarias, como aquella de 'Las imprudencias se pagan, cada vez más', con imágenes y testimonios de víctimas que hacían palidecer frente a la televisión.
Han cambiado los anuncios, pero no su mensaje. Como tampoco la labor de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, que celebra ahora sus cincuenta años de vida tras la creación, de forma paralela en el tiempo, de la Jefatura Central de Tráfico. Corría el año 1959, y ayer se conmemoró ese medio siglo de existencia también en Palencia con un acto en el salón de actos del Edificio de Usos Múltiples, en el que se hizo un repaso de la historia española de la época y del trabajo de la Guardia Civil para que, hoy en día, conducir sea algo tan natural como comer.
En los cincuenta, España estaba a la cabeza de Europa en número de accidentes en proporción al parque automovilístico. Así, en 1953 se planteó la necesidad de reordenar la vigilancia del tráfico por carretera, asignada hasta entonces a la Policía Armada de Tráfico. Hasta el año 1958, y de forma experimental, la Comandancia Móvil de Madrid asumió el control en varios de los accesos a Madrid, con resultados óptimos, por lo que el Gobierno dio orden de iniciar el traspaso de funciones. El 6 de agosto de 1959 se efectuó el relevo con la entrega de servicios de la Policía Armada a la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, que iniciaba esta misión con una plantilla de 400 hombres. En Palencia, el subsector empezó a funcionar el 1 de abril de 1960, con una plantilla formada por un teniente, un sargento, tres cabos y cinco guardias, que disponían de un turismo fotocontrol y seis motos cedidas por la Policía. Y en Herrera de Pisuerga, el destacamento inició su actividad el mismo día, con un cabo y tres guardias, y tres motos.
De aquellos comienzos daban fe ayer dos guardias que formaron parte del primer contingente de la Agrupación de Tráfico de Palencia, Jesús Álvarez Pacheco y Jesús Herrero García, a los que se hizo entrega en el acto de un diploma conmemorativo.
«Hice el curso en Valdemoro, de ahí me destinaron a Villanueva de Franco, en Ciudad Real, y luego a Palencia, en 1960. Alucino ahora con los vehículos que hay, aunque yo, estando en Murcia, ya tenía una BMW que cogía 140 kilómetros a la hora», recordaba Álvarez Pacheco, para quien lo peor del servicio han sido los accidentes. «Son tragos muy gordos», apuntaba. «Los primeros pasos los di en Villacastín, recorría el puerto de Los Leones y llegaba hasta el cruce de Arévalo. En esa época, las carreteras eran malísimas, teníamos muchos accidentes porque no había más que curvas y cambios de rasante. Algunos nos llamaban 'los ángeles de la carretera' y otros, 'el telón de acero'. Aprendimos a denunciar, porque mucha gente conducía sin carné o no se sabía ni las señales», apostillaba ayer Herrero García.
En la actualidad, la plantilla del Subsector de Tráfico en Palencia es de 110 guardias, distribuidos entre Palencia y Herrera, con varias especialidades -motoristas, radar, atestados, laboratorio, transportes e investigación-, que utilizan treinta turismos, cuatro furgones y veinte motos. «Valorar a la Agrupación de Tráfico sólo por las denuncias es fruto del desconocimiento. Todo el trabajo se orienta a la finalidad de evitar muertos y heridos graves, porque se hacen cercanos», señalaba ayer en su intervención el capitán de Tráfico, Antonio Gutiérrez. Y es que un litro de leche podía valer 4,6 pesetas en 1959 y más de cien ahora (de existir aún la 'rubia' y no el euro), pero la vida de una persona seguirá costando siempre lo mismo. Una fortuna incalculable.
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