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Arde Nueva Orleans
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Llega a Valladolid con dos años de retraso la revisión de 'El reino de la Tierra', uno de los clásicos sureños de Tennesse Williams

A. CORBILLÓN

Viernes, 4 de septiembre 2009, 11:38

Nueva Orleans 1960. El antagonismo masculino y el fracaso femenino se enfrentan a un temporal mucho más temible que el meteorológico que pende sobre las cabezas de los tres protagonistas. Dos hombres y una mujer deben hacerse frente a sí mismos y a la naturaleza, desde la herrumbrosa y destartalada granja en la que viven. Es el ambiente en el que Thomas Lanier Williams, o sea Tennessee Williams, concibió 'El reino de la Tierra', una obra que llega a Valladolid con más de dos años de retraso (ha podido verse por los escenarios españoles desde el 2007) y que ha producido y protagonizado Blanca Marsillach.

Nadie como el autor de 'Un tren llamado deseo' supo representar las contradicciones, brutalidades y sinrazones que acumula el 'otro' Estados Unidos, el profundo sur en el que nació en 1911. Además, Nueva Orleans está muy vinculada a la propia biografía del autor norteamericano. Viviendo en esta ciudad a mediados de siglo conoció lo mejor y lo peor de la vida. Cuando salió de allí lo hizo a lomos de la adicción a las drogas y el alcohol hasta que murió en Nueva York, supuestamente al tragarse la tapa de un frasco.

La obra utiliza a un 'triángulo' (dos hermanos opuestos en todo frente a la carnalidad de la mujer de uno de ellos) para habla de la lucha entre lo primitivo y lo elevado, el fango y la pureza, el lenguaje tabernario y la poesía.

En esta versión que ha dirigido Francisco Vidal ('Yonquis y yanquis', 'Tierra de nadie', 'Yo me bajo en la próxima ¿y usted?'), Blanca Marsillach representa a la 'mecha' que enciende todas las pasiones y contradicciones entre esos 'Caín y Abel' que son Gallina (Xabier Olza) y Lot (Carlos Martínez-Merón). El primero representa la agresividad y masculinidad que le resultan irresistibles a los instintos femeninos. El segundo es un ser enigmático y complejo, afeminado hasta convertirse en una prolongación de los parámetros maternos. Un 'alter ego' total del propio Tennesse.

«El espectador se va a encontrar con todas las debilidades del ser humano: en especial la codicia, pero aderezadas por un humor amargo», ha resumido la actriz y empresaria teatral (Barcelona, 1966).

Epitafio global

Nueva Orleans se convierte así en una metáfora del hundimiento humano. Metáfora que da qué pensar ya que desde que la capital más francesa de Estados Unidos quedó anegada por el 'Katrina', parece que ha arrastrado a todo el planeta detrás.

La avaricia humana (la lucha por la herencia familiar es recurrente en Williams), la capacidad para aferrarse más a la seguridad en nuestros miedos que a las posibilidades de nuestras esperanzas, y algunas gotas de humor convierten a propuestas como 'El reino de la Tierra' en una historia que podría acontecer en muchos más lugares que el ardiente sur americano.

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