«Para disfrutar de la danza hay que sufrir»
Carmen Roche siempre quiso que su hijo fuera médico. Pero Víctor Ullate Roche se convirtió en bailarín
I. ÁLVAREZ
Domingo, 12 de abril 2009, 03:09
A Carmen Roche y a su hijo, Víctor Ullate Roche, además del parentesco les une el amor incondiconal por la danza, que enseñan en una academia en Madrid.
-¿Se acercan los niños a la danza?
-Carmen Roche: Sí, después de 'Fama', sobre todo. Piden clásico y danzas urbanas. Hip-hop, funkie...
-La televisión ayuda, entonces.
-C. R.: Pienso que sí. En el caso de 'Fama, ¡a bailar!', lo que más me ha gustado es que ha tenido en cuenta darle una seriedad y un rigor a la danza clásica, algo que no suele ser habitual. Eso me parece muy bien, porque la gente que llega a bailar maravillosamente tiene que empezar por esto. Un bailarín de moderno nunca bailará clásico. Sin embargo, un bailarín de clásico podrá tocar todos los estilos con facilidad.
-Víctor Ullate: Los programas también muestran el esfuerzo que supone triunfar en este mundo. Llegarás a disfrutar de la danza, pero también hay que sufrirlo.
-'Funkie', 'Hip-hop'... El baile tiene variantes muy llamativas.
-C. R.: A mí me gusta todo lo que sea movimiento. Ahora, es verdad que hay que pensar un poco en el futuro de la gente y esto es lo que ahora tira más.
-V. U.: El ser humano de por sí tenemos la necesidad de bailar. Todo el mundo queremos expresar emociones a través de la danza. Lo que hacemos es potenciar eso, desarrollar al que quiere bailar y formarle cuidando sus líneas, moldeando su cuerpo. Al final llegas a obtener unas sensaciones en el mundo de la danza que te hacen sentir en el escenario muy poderoso, muy bien con uno mismo. Eso es lo que nos llena a los bailarines cuando estamos sobre un escenario. Nos sentimos realizados, que estamos haciendo algo de agradecimiento a la vida. La fama es otro cantar.
-¿Tan difícil es que salga un bailarín de renombre en España?
-V. U.: Sí. Que un bailarín llegue a ser famoso aquí, en España, es impensable. Pero no me cabe duda de que hay que trabajar muchísimo y seguir empeñándose en esto como lo han hecho mis padres, a quienes poco a poco han ido reconociéndoles su labor.
-C. R.: Es que aquí se promociona tan poco la danza, que no hay mucho futuro. Pero a partir de los Pirineos los bailarines tienen tanto trabajo como los músicos. Es el mismo mundo, la misma cantidad de gente.
-¿Cómo fueron sus comienzos?
-C. R.: Yo me escapé directamente de casa con seis años, porque mi madre no me quería llevar a aprender a bailar. Ahora también hay algunos padres que no lo aceptan.
-V. U.: Yo casi siempre digo que tiene más mérito la gente que no tiene ningún referente, que yo, que lo he tenido en casa. Pero la verdad es que mi madre quería que yo fuera médico.
-C. R.: (Risas). Para que me cuidaras en la vejez...
-V. U.: Ja, ja. Pero sí es verdad que ella no quería que bailara y luego cuando vio que me lo estaba tomando muy en serio decidió hacerse cargo de mi enseñanza.
-¿Cómo es la vida de un bailarín?
-C. R.: Los bailarines estamos todo el día con la adrenalina subida. Eufóricos. Ésa es nuestra vida. Luego, claro, terminamos derrotados, porque trabajamos mucho. ¿Pero sabe la de satisfacciones que da la danza? Encima de que salimos con la adrenalina subida al escenario, nos aplauden. Bailar es lo más maravilloso del mundo. Andamos siempre cansados, eso sí es verdad. Pero mientras estamos bailando, somos felices.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.