
DOLORES ALONSO
Sábado, 31 de enero 2009, 02:44
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Una de las destrezas que necesita desarrollar el que anda en bici -si quiere conservar el pellejo- es la de interpretar síntomas: ¿respetará ese coche mi semáforo en verde teniendo el suyo en ámbar?, ¿torcerá a la izquierda la señora de rojo?, ¿se orillará lo suficiente el ciclista que viene de frente para que quepamos los dos en este carril tan estrechito? Más que para los ciclistas, esta habilidad es imprescindible para los políticos, si quieren tomar las decisiones adecuadas, sobre todo en tiempo de crisis como la que ahora amenaza los puestos de trabajo de buena parte de la industria vallisoletana.
Al margen de estudios hechos o encargados por instituciones y empresarios, Rolando Álvarez ha formulado en dos ocasiones su diagnóstico y receta, afirmando que Valladolid debía orientarse no sólo a salvar los trastos de la automoción sino hacia la industria ferroviaria (ser el referente del noroeste español es el lema del estudio de Roland Berger) y a subsectores como el software o la aeronáutica. Se podrá compartir o no su afirmación, pero es claro que urge tomar decisiones sobre la industria de Valladolid, 'poniendo patas' a los planes estratégicos y aunando voluntades de todos los colores nacionales, regionales y locales, para salir con bien de la que está cayendo.
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