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Autoridades visitan el pueblo para organizar la operación de rescate y el auxilio a los supervivientes./ EL NORTE Una afectada recibe ropa del almacén de Auxilio Social./ EL NORTE Un sacerdote señala la tumba de uno de los pocos desaparecidos cuyo cadáver fue rescatado del agua./ EL NORTE
SOLIDARIDAD PUEBLO NUEVO

Presa de papel

El seguimiento periodístico de la catástrofe en el humilde pueblo sanabrés conmovió al mundo

M. J. PASCUAL

Sábado, 10 de enero 2009, 03:15

«El acceso a la localidad lo hacemos con dificultad. Las aguas han cortado la carretera por varios puntos y en algunos tramos el pavimento se halla completamente destrozado. Atravesando inmensas lagunas y en completa oscuridad, penetramos en la villa. Había desaparecido la totalidad del puente en los accesos de Ribadelago. Minutos después de las nueve y media de la noche, abandonábamos el pueblo. Fue tal la impresión recibida, que el regreso lo hicimos en el mayor silencio». La crónica del enviado especial Antonio Hernández Higuera, que publicaba EL NORTE DE CASTILLA el sábado 10 de enero de 1959, impacta por su sencillez y conmueve por su ingenuidad.

Hernández, fallecido hace años, fue uno de los pocos periodistas que pudieron acceder a Ribadelago a las pocas horas de producirse la catástrofe y en plena organización del rescate de víctimas. El regreso a Zamora del redactor desde el pueblo fantasma, al que tuvo que acceder en barca, fue más penoso si cabe porque, a los baches y encharcamientos de la carretera, «se unía ahora un incensante desfile de camiones y ambulancias que se dirigían hacia el pueblo. Por las cercanías de Galende encontramos grupos de vecinos de Ribadelago, que volvían con la esperanza de hallar a salvo a sus familiares».

En los primeros momentos, en las redacciones se hablaba prudentemente de desbordamiento de la presa de Vega de Tera como consecuencia de las incensantes lluvias de días anteriores. Aunque la riada que anegó el valle se había producido en torno a las doce y media de la noche del viernes, la primera noticia oficial del suceso se recibió en la Comandancia de la Guardia Civil a las seis de la mañana del sábado. Un escueto radiograma anunciaba simplemente el desbordamiento.

Investigación

Pero el domingo 11 de enero los titulares de las portadas ya incluyen la palabra «rotura» y hacen referencia a las investigaciones técnicas para aclarar las causas de la catástrofe. La brecha en la presa tiene cien metros de longitud, informó el ministro de Obras Públicas, Juan Vigón, quien, el mismo día del funeral por las víctimas en la Catedral de Zamora, como recoge el periódico el 16 de enero, encargaba el asunto al comité español de la Comisión Internacional de Grandes Presas. Aunque la de Vega de Tera responde al modelo de contrafuerte con pantalla ampliamente utilizado «en el extranjero y nuestro país sin que haya habido que lamentar con anterioridad contratiempo o avería», se ordena «una severa inspección del grado de seguridad de este tipo de presas, construidas o en construcción, y en especial las que forman parte del mismo sistema hidráulico», el complejo de la empresa Moncabril, SA.

Ante la gran repercusión internacional que el suceso adquiría por momentos a medida que se iba confirmando el número de desaparecidos, 144 de una población fija de 549 habitantes, el 23 de enero se insta al comité a que dictamine «con la máxima urgencia compatible con la importancia y complejidad del problema sobre las causas determinantes de la rotura».

Francisco Franco había anunciado «la adopción» del pueblo de Ribadelago y desde el principio se optó por la construcción de un pueblo nuevo para unos 300 habitantes, «un pueblo que eleve su nivel de vida, hasta ahora tan bajo». El ministro de la Vivienda, José Luis Arrese, declaraba a La Vanguardia, sin consideración alguna por los damnificados, que «por lo demás, Ribadelago necesariamente tenía que quedarse reducido a menos de la mitad con motivo de la concesión hecha para el aprovechamiento hidroeléctrico del Lago de Sanabria, con cuyas obras quedarían anegadas la mayor parte de sus tierras, lo que les obligaría a emigrar». También aseguró que el diseño del nuevo poblado iba a estar «en armonía con la geografía del emplazamiento».

El miércoles 14 de enero se publican las medidas urgentes como consecuencia del interés personal del Caudillo: habilitar un comedor colectivo, evacuar a ancianos, mujeres y niños «sin alojamiento o ajuar» a «establecimientos convenientes» de Zamora, Benavente y Toro; facilitar ropas y subsidios de urgencia; y «la incorporación a Ribadelago de varones útiles par el trabajo a medida de que se disponga el alojamiento adecuado. Además de la búsqueda de víctimas en el Lago por los buzos del Centro de Actividades e Investigaciones Subacuáticas y la vacunación de personas en Ribadelago para evitar el peligro de las aguas contaminantes.

La noticia de la tragedia del humilde pueblo sanabrés tenía todos los elementos para conmover al gran público sin necesidad de añadidos y los medios de comunicación de la época, a pesar de la censura del Movimiento, lograron con sus crónicas y sus llamamientos tocar el corazón y el bolsillo de la gente corriente, por encima de filias y fobias al régimen de Franco.

Además de las grandes organizaciones caritativas como la francesa Socours Catholique y de la ayuda de gobiernos como el norteamericano, que mandó camiones de ayuda, pueblos enteros aportaron donativos importantes para los damnificados. El municipio vallisoletano de Pollos, con el Ayuntamiento al frente, recaudó entre sus vecinos un total de 78.069 pesetas. Un centenar de estudiantes de la Universidad de Valladolid se ofrecieron como mano de obra voluntaria para la reconstrucción. Hasta el Papa Juan XXIII mandó 100.000 pesetas, además de sus condolencias al Caudillo, que también contestó a las que le hizo llegar el monarca Mohamed V, entre otros dirigentes. Los listados de donativos compartían página con los de los desaparecidos.

El desastre de Ribadelago sigue teniendo tirón mediático cincuenta años después porque el tiempo no hace envejecer a las verdaderas historias de interés humano. Las convierte en leyenda.

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