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Domingo, 7 de diciembre 2008, 02:56
En el Archivo Municipal de Segovia hay una fotografía de grandes dimensiones que la infanta Isabel regaló al Ayuntamiento en agosto de 1915, durante esas largas estancias estivales que la 'egregia' señora pasaba en el Real Sitio de San Ildefonso. Once años después, en 1926, el pueblo de Segovia la distinguía con el título de alcaldesa honoraria en un acto celebrado en la Plaza Mayor. Aquel día, la 'Chata' lució montera y bastón de mando. Su identificación con Segovia y lo segoviano alcanzaba así su máxima expresión.
Los reyes borbones han visitado mucho la provincia, pero quizá haya sido este entrañable personaje quien más ha calado en el pueblo; de ahí el nombre que se le dio a la calle Reoyo (actual Infanta Isabel) y el monumento que por suscripción popular pudo erigirse en los jardines del Palacio de La Granja, justo en el lugar donde la infanta solía celebrar sus famosos 'corros', tertulias que mantenía con los aristócratas, los cortesanos y las damas de compañía que la acompañaban durante sus vacaciones en el Real Sitio.
La infanta Isabel Francisca de Asís de Borbón y Borbón y Borbón y Borbón nació en Madrid el 19 de diciembre de 1851. Era hija de la reina Isabel II y de don Francisco de Asís, al menos oficialmente, porque los historiadores coinciden en señalar al capitán José María Ruiz de Arana como el verdadero progenitor. La sociedad de la época, conocedora de las infidelidades de una reina promiscua y de la homosexualidad manifiesta del rey consorte -apodado 'Paquita' incluso en los círculos familiares-, no tardó en bautizarla como la 'Araneja', en recuerdo de aquella Juana la Beltraneja dudosamente engendrada por el rey Enrique IV de Castilla. El caso es que la niña, que era fea como un demonio porque apenas tenía nariz -de ahí le vino en parte su apodo posterior-, fue proclamada princesa de Asturias, es decir, heredera de la Corona española, por tratarse de la primogénita de la reina, que ya por entonces había perdido dos hijos. Curiosamente, la 'Chata' dejó de ser princesa de Asturias en 1857, cuando nació su hermano Alfonso (futuro Alfonso XII), pero volvió a ostentar su condición de heredera entre 1874 y 1880, los años que distan entre la subida al trono de Alfonso y el nacimiento de la primogénita de éste, la infanta María de las Mercedes.
El día del bautizo de la infantita ocurrió algo terrible. Cuando la reina se dirigía a la basílica de Atocha con su hija en brazos, el cura Martín Merino se abalanzó sobre ella e intentó apuñalarla, pero el corsé libró a la soberana de una muerte segura. La pequeña princesa salió ilesa del lance.
Isabel creció en la llamada 'Corte de los Milagros', junto a una madre entregada a los placeres de la carne, un padre ambicioso en lo económico e incapaz en lo sexual, y una serie de personajes de lo más pintoresco que formaban la camarilla de la reina e influían en las cuestiones de Estado, como Sor Patrocinio, más conocida como la Monja de las Llagas, y el padre Claret, confesor de Isabel II, ambos representantes del catolicismo más integrista y ultramontano.
La infanta se vio obligada a casar con el príncipe Cayetano María Federico, conde de Girgenti, cuando apenas había cumplido los diecisiete años. El matrimonio de conveniencia -fue amañado entre Isabel II y el rey de las Dos Sicilias, Francisco II de Borbón- se celebró el 13 de mayo de 1868, sólo unos meses antes de la Gloriosa, la revolución que echó de España a la reina y acabó con la detestable Corte de los Milagros. Recuerda Juan Pedro Velasco que la muchacha, enfurecida porque no quería contraer matrimonio con un hombre que no conocía, se declaró en huelga de hambre, pero al final entró por el aro, como le había ocurrido a su madre cuando tuvo que casarse con su primo 'Paquita', que el día de la boda llevaba en su ropa interior más puntillas que la propia reina.
Desterrada la real familia, la infanta Isabel y su esposo, que era epiléptico, vivieron en algunas ciudades europeas antes de instalarse en Lucerna (Suiza). Mientras tanto, en España, los acontecimientos se sucedían con vértigo: un gobierno revolucionario, el breve reinado de Amadeo de Saboya, la fallida I República... En 1871, Isabel enviudó. El conde, que ya había intentado suicidarse en alguna ocasión, acabó quitándose la vida con un disparo en la sien. La dama ya no volvió a embarcarse en nuevas aventuras matrimoniales y vivió el resto de sus días entregada a los viajes y a las obras caritativas. El regreso de la monarquía borbónica le permitió retornar a la Corte. Era la hermana del nuevo rey.
En La Granja
«A punto de terminar el luto riguroso que por la muerte del Archiduque Guillermo viste Su Alteza Real la Infanta Dª Isabel, La Granja vuelve á ofrecer su animado aspecto de fiestas. La temperatura que se disfruta aquí es deliciosa y contribuye en gran manera á que muchas familias distinguidas escojan este Real Sitio como lugar predilecto para pasar parte del verano. Es esto un paraíso. La vida que aquí se hace es la de siempre, y como siempre deleitosísima. Empléase la mañana en pasear por la hermosa calle de Valsaín, donde se forma el llamado 'corro grande'. A las doce regresa Su Alteza de su largo paseo por los jardines, y allí, entre el distinguido 'corro', toma asiento. Las conversaciones se animan, y se habla de fiestas y diversiones celebrándose una especie de congreso de la alegría, en que cada cual propone un nuevo recreo, una nueva distracción que haga más amena la calurosa temporada del estío».
Esta reseña aparece publicada el día 9 de agosto de 1894 en el semanario local 'La Legalidad'. La 'Chata' ya está en La Granja, y las notas de sociedad llenan los periódicos segovianos. La crónica da buena cuenta de esa vida despreocupada que la nobleza y la aristocracia llevaban en el Real Sitio, aunque, en el fondo, no difería mucho de la que hacían en Madrid.
No obstante, la infanta Isabel supo ganarse la confianza y el cariño del pueblo, quizá por su carácter campechano -en la línea de los borbones más borbónicos- o por la generosidad y el interés que demostró hacia los menos favorecidos. Muchas de las tardes que pasaba en La Granja, la 'Chata' aprovechaba para despachar las peticiones de socorros, llevar limosnas y consuelos a los hogares pobres, o con personas enfermas, o repartir juguetes entre los niños pobres, «desheredados de la fortuna». «Todos los años -relata con retórica 'La Legalidad'- presenciamos el sublime y conmovedor espectáculo de que la augusta señora no se desdeñe de servir con sus propias manos á los desvalidos, en el almuerzo dado, de que disfrutan los niños pobres de este Real Sitio y los pueblos más cercanos».
Isabel de Borbón era además una mujer muy jovial, amante de la música, la naturaleza y los 'sports', que practicaba siempre que podía, especialmente la caza y la hípica. De buena rama viene la canela... La señora participaba en las excursiones que se organizaban a lo largo y ancho de la sierra de Guadarrama y presidía todas las competiciones deportivas, alentadas por la presencia de los nobles en San Ildefonso, además de los festejos taurinos y las representaciones teatrales.
Condesa de Segovia
A Isabel le encantaba la paz y el sosiego que encontraba en La Granja y siempre deseó reposar allí eternamente, pero Segovia, la ciudad, era otra de sus pasiones. Aunque durante unos años fue princesa de Asturias, ella siempre prefirió usar el título de condesa de Segovia. Presumía de ello, aunque no hubiera nacido junto al Acueducto. Al poco de venir al mundo, su madre, Isabel II, viajó con el bebé a Segovia para presentárselo a la Virgen de la Fuencisla en su santuario. Quizá este hecho le marcó para siempre, porque la infanta siempre sintió hacia esta tierra un cariño especial.
En 1896, por ejemplo, nos la encontramos en la ciudad inaugurando el velódromo de Segovia, construido junto al Paseo Nuevo, casi al inicio de la Cuesta de los Hoyos. La prensa relató el acontecimiento con detalle: «Las carreras de bicicletas, con las cuales se inauguró el nuevo velódromo segoviano, fueron, como es sabido, muy lucidas. La infanta, las autoridades, la colonia veraniega de La Granja y una concurrencia numerosa y escogida de Segovia, asistió á ellas. Pero, perdónenme los devotos del ciclismo -añade el periodista-; si el espectáculo que nos ofrecieron fue interesante y entretenido, le superó, á juicio de algunos enamorados del color... el ofrecido á los ojos por el alto de La Piedad y sus cercanías, que tan perfectamente dominan el nuevo velódromo».
En Segovia, era habitual ver a la 'Chata' acompañada de su inseparable Margot Beltrán de Lis en el café La Suiza, situado en la Plaza Mayor. En este establecimiento donde se daba cita la crema de la sociedad segoviana del momento, la infanta apuraba las horchatas para aliviarse los sofocos del verano, tan caluroso en la Segovia de entonces. También paseaba por el Salón y en ocasiones se desplazaba en auto a pueblos como Sepúlveda, Coca o Pedraza, que conocía al dedillo.
Ya inaugurado el siglo XX, el Ayuntamiento de Segovia acordó dedicarle una calle, junto a la Plaza Mayor, y en 1926 le concedió el título de alcaldesa honoraria de la ciudad. Isabel de Borbón y Borbón también desempeñó un papel protagonista en los fastos organizados en septiembre de 1916 con motivo de la Coronación de la Virgen de la Fuencisla, y en 1922 presidió el acto de inauguración de la estatua de Juan Bravo, por citar sólo algunos ejemplos, porque con todas las noticias que sobre ella publicaba la prensa pueden escribirse varios libros.
Muerte en el exilio
Su salud fue deteriorándose con el paso de los años, hasta el punto de tener que valerse de una silla de ruedas para poder tener algo de movilidad. Proclamada la II República, en abril de 1931, la dama decidió seguir los pasos de su sobrino, el rey Alfonso XIII, y marcharse al exilio. Dicen que salió de España en tren, con apenas doscientas pesetas y algunas joyas. No aguantó la pena, porque falleció cuatro días después, ya en París, en el cuarto de una pensión para mujeres, acompañada de su hermana la infanta Eulalia y de algunas otras damas de confianza. Su queridísimo sobrino, el ex rey Alfonso, no acudió ni a los funerales ni al entierro en el cementerio de Montparnasse.
Sus restos mortales reposan en La Granja, donde fueron inhumados en 1991. Esta vez, la ceremonia del nuevo entierro sí estuvo presidida por un rey, Juan Carlos I, su sobrino biznieto.
Domingo, 4 de enero:
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