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SEGOVIA

La plaza Oriental del Acueducto

PPLL

Domingo, 9 de noviembre 2008, 03:18

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«Cuando se decidan ustedes a derribar todo esto que estorba la contemplación de este coloso de los siglos, en un radio de tres o cuatro kilómetros, acudirán a contemplarlo gentes de las cinco partes del globo terráqueo».

Estas palabras se le atribuyen a Emilio Castelar, quien fuera presidente de la I República española y excelso orador, que en una de sus visitas a Segovia 'descubrió' la belleza del Acueducto y el contraste que arrojaba la presencia de las casuchas populares que lo rodeaban. Saliera o no de la boca de Castelar, la prensa local utilizó en alguna ocasión el comentario para justificar el desafuero que el Ayuntamiento acabaría cometiendo pasados los años. Obsesionado con la modernización de la ciudad y la apertura de nuevos accesos, el municipio no paró hasta ver demolidas las 'molestas' edificaciones y ejecutado el plan 'Plaza Oriental del Acueducto', que así es como se denominó desde un principio el proyecto que arrancó al corazón de Segovia su carácter más popular.

La supresión de las construcciones próximas al Acueducto figura ya en los planos que el arquitecto municipal Joaquín Odriozola trazó a finales del siglo XIX. Odriozola, imbuido de los criterios decimonónicos que inspiraron los grandes ensanches urbanísticos, soñó con la apertura de una gran plaza alrededor del Acueducto, para lo que llegó a proponer expropiaciones y derribos que, de haberse llevado a cabo, hubieran liquidado incluso la calle de San Francisco. Afortunadamente, la falta de recursos económicos impidió la materialización de semejante delirio.

Ideas para un espacio

Tras la guerra civil, el Ayuntamiento volvió a la carga. En 1946, en plena posguerra, el municipio estudia un amplio proyecto de reforma del lado oriental del Acueducto, donde ya los automóviles y los autocares conviven con el ganado de los establos y corrales de las viejas fincas. El deseo es lograr un gran espacio libre de obstáculos que facilite la circulación de vehículos, despeje la contemplación del Acueducto y prestigie el rincón más emblemático de la ciudad. Con estas premisas, la Dirección General de Bellas Artes convoca un gran Concurso Nacional de Arquitectura al que concurren diversos arquitectos con las más variopintas ideas. El primer premio lo obtiene el proyecto presentado por Luis Laorga Gutiérrez y Francisco Javier Sáenz de Oiza, que proponen una plaza semirregular delante del Acueducto con una fuente en medio y rodeada de edificios con soportales castellanos. Las carreteras se abrirían antes de alcanzar la plaza, donde los coches podían diseminarse libremente. En realidad, y aunque no salió adelante, este proyecto será la primera piedra de la futura plaza Oriental.

Los esfuerzos municipales, comprometidos con la política de 'piedra, cal y cemento' que aplica a rajatabla el régimen de Franco para modernizar las ciudades, se centran en los años sucesivos en la apertura de la avenida de Fernández Ladreda y la adecuación de los accesos por la carretera de Madrona, pero en 1957, trazada ya la monstruosa 'gran vía' de Segovia, el Ayuntamiento retoma sus teorías sobre la plaza Oriental, donde los coches tienen serios problemas para abrirse paso entre las casas que delimitan las calles de San Juan y Gascos y alcanzar las carreteras de Boceguillas (Vía Roma) y La Granja (Padre Claret).

El 20 de febrero de 1957, el alcalde de Segovia, Ángel Sanz Aranguez, escribe al ministro de Obras Públicas, el conde de Vallellano, para que acometa la reforma de la zona. El regidor propone la desaparición «de todas las construcciones que en la actualidad embarazan y obstruyen el lógico acceso al Acueducto, construcciones en su mayor parte de pobre y precaria presencia, residuo de viejas aglomeraciones, que afean y desentonan notablemente en el marco que preside el famoso monumento romano». El primer objetivo que esgrime el Ayuntamiento no es favorecer la visión del puente, aunque también lo menciona el alcalde, sino facilitar la circulación por las carreteras nacionales 110 (Soria-Plasencia) y 601 (Madrid-León). «La amplitud de la plaza en cuestión -prosigue Sanz Aranguez en su carta a Vallellano-, facilitaría sobremanera el tránsito rodado, permitiendo la ordenación que la importancia del nudo de comunicaciones que es el Azoguejo precisa de todo punto». El alcalde termina diciendo que el Ayuntamiento está dispuesto a proporcionar nuevas instalaciones a las industrias y comercios que hubieran de desaparecer, por ejemplo, los bares Mocheta y Turia, la tienda de coloniales y ultramarinos de Claudio Moreno, la fonda del Acueducto de Félix Pascual, el almacén de piensos y semillas de Paulino Arranz, las cocheras de Transportes La Serrana, la peluquería de Mariano López o la frutería de Eugenio Cristóbal, por citar algunos de los establecimientos más conocidos. Las cartas entre el Ayuntamiento y el Ministerio de Obras Públicas se cruzan durante los meses siguientes y el proyecto va tomando cuerpo. En abril de 1957, el accidente de un camión sin frenos que se estrella contra el pretil de la calle de Gascos convence todavía más al Ayuntamiento.

Las obras

La burocracia franquista es lenta, pero la hora de la verdad llega. A comienzos de 1961, el proyecto está cerrado y el ingeniero jefe de la División de Planes y Tráfico del Ministerio de Obras Públicas ordena la contratación de las obras. El plazo abarca los años 1961 y 1962 y el presupuesto de contrata es de 5.728.586,54 pesetas, a cargo de los presupuestos del Estado. El Ayuntamiento, como ocurrió años atrás con la construcción de Fernández Ladreda, se compromete a asumir el coste de las expropiaciones y acuerda ofrecer al Ministerio de Obras Públicas la cantidad de 722.620,25 pesetas para pagar las mismas. Pero cualquier proyecto de este tipo, por bien que se haga, no deja de ser traumático, y en febrero de 1961, los industriales titulares de los negocios arrendados, ante el inminente cierre de sus comercios, escriben al Ayuntamiento angustiados porque están a punto de entregar las llaves y desconocen los importes que en su día habrán de percibir por daños y perjuicios. Entre otras cosas, piden que se les reconozca un privilegio o derecho de opción para adquirir directamente el solar sobrante que resulte una vez construida la plaza. Los propietarios, por su parte, perciben el pago del justo precio ya en febrero de 1962, con la reforma muy avanzada, aunque el asunto de las expropiaciones coleará en los años sucesivos.

Durante aquellos días de principios de los sesenta, las máquinas trabajaron sin cesar en la demolición de los edificios del lado oriental del Acueducto. Las viviendas de la calle de Gascos, las cocheras de La Serrana y Galo Álvarez de donde partían los coches de línea para toda la provincia, el imponente inmueble del Parador del Acueducto donde se hospedó Ramón Gómez de la Serna, las tabernas populares del Tío Calabazas, del Mocheta y del bar Turismo... Un jirón de la Segovia más vivida se iba con aquella demolición masiva que despojó de personalidad y humanidad la cara oriental del Acueducto, el cual ganó en visibilidad, es cierto, pero perdió en tranquilidad y limpieza: aunque el tráfico era todavía escaso, a sus pies estaba naciendo un nudo de comunicaciones por el que miles de vehículos iban a pasear sus tubos de escape durante treinta años.

La plaza despejada emergió, pero sin los nuevos y distinguidos edificios que los arquitectos idearan en la posguerra. Entre la calle de San Juan y la nueva plaza, sobre el vano que dejaron las casas de Gascos demolidas, se habilitó una zona verde y una escalinata 'a la italiana' que mejoraban la visibilidad de la circulación y permitían la conexión con la cuesta de Santa Lucía, a la que anteriormente se accedía desde la calle San Juan. Enfrente, junto a la llamada 'casa amarilla' de la calle Ochoa Ondátegui, se construyó una plaza-lonja rodeada de unos muros de contención rematados con balaustradas. Encajonada la calle de Gascos y corregidos los rasantes, el resto del espacio quedó completamente libre. La reforma integral no terminó hasta finales de la década de 1960, pero en la práctica el expediente continúa abierto. El aspecto actual, con numerosos autobuses aparcados a escasos metros del Acueducto y la plaza repleta de coches, es el ejemplo más gráfico de ese gran fracaso urbanístico que llamamos plaza Oriental.

Domingo 23 de noviembre:La cruz de San Andrés

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