Basura de lujo

En estos tiempos de crisis conviene saber que hay personas capaces de ver un negocio redondo donde otros sólo ven una lata aplastada. Un día, el hijo de María Paz Arias estrujó una lata de refresco vacía y al hacerlo exclamó: «¡Trash!». Esa onomatopéyica palabra inglesa significa en castellano basura o desperdicio. Pero María Paz vio en ella el título de una colección de joyas. Así nació 'Trash and Soul' (Desperdicio y Alma). La colección acaba de cumplir su segundo aniversario.

Sensible a las nuevas tendencias, Carla Royo Villanova hace tiempo que luce en uno de sus dedos una vistosa sortija de plata en forma de medio limón exprimido. El original anillo pertenece a esta transgresora colección de joyas que reproduce en plata y oro objetos tan poco apreciados como la argolla de una lata de refresco, la chapa de un botellín de cerveza, la cáscara de un huevo, un botón roto, unas cerillas usadas, un tubo de dentífrico espachurrado o la mencionada lata de cola aplastada.

Carla, imagen de 'Trash and Soul', estuvo el miércoles en Barcelona junto a la directora del proyecto, María Paz Arias, para celebrar la apertura de un nuevo punto de venta en la Ciudad Condal, que viene a sumarse a los dos ya existentes en Madrid y a la comercialización a través de Internet. «La próxima apertura será en Marbella», anunciaron.

El alma de esos lujosos 'desperdicios' es el joven diseñador español Raúl Castillo que, desde Londres, donde reside, imagina gemelos de plata en forma de latas estrujadas, sortijas con cáscaras de huevo realizadas en oro blanco y amarillo, broches de oro en los que unas simples cerillas usadas imitan los rayos del sol o colgantes de plata maciza con la forma de un 'iturri' o tapón de chapa ya doblado. «No son joyas a partir de materiales reciclados, sino que simplemente se inspiran en esos objetos de desecho que normalmente tiramos a la basura y los reproducen en metales nobles», explicó Carla.

Los precios de estas curiosas joyas que pretenden reflejar en un sólo gesto la cultura actual de lujo y desperdicio en la que vivimos, van desde los 40 hasta los 3.000 euros y registran anécdotas como la de esas abuelas de Serrano que entran en la tienda buscando un regalo para sus nietas y salen con un broche de cáscaras de huevo o de tubos de dentífrico aplastados prendidos de la solapa.

Carla Royo Villanova, que desde que creció en la bilbaína pastelería de su abuela no ha parado de ingeniar nuevos negocios, combina la promoción de estas joyas con la de su nueva línea de cremas, basadas en las propiedades de la rosa de Bulgaria. Inmersa en una cruzada que pretende demostrar que la buena cosmética no tiene que ser necesariamente cara (su hidratante cuesta alrededor de 20 euros), Carla explicó el miércoles orgullosa que el proyecto en el que involucró hasta a su padre (en sentido literal) va viento en popa. «En cinco meses, hemos recuperado ya la inversión. Hemos logrado más de un 90% de fidelización y hemos vendido más de la mitad de las existencias previstas para un año».

Casada con Kubrat de Bulgaria, Carla explicó también, en tono más sombrío, que la familia vive momentos «muy tristes» por el accidente de automóvil que recientemente dejó a Kardam, el hermano mayor, en estado de coma. «Estamos mal, pero al mismo tiempo muy esperanzados, porque Kardam no ha ido hacia atrás y eso nos parece positivo. Tenemos fe en que poco a poco, aunque sea muy lentamente, se vaya recuperando». Carla, que había compartido con la pareja unos días de vacaciones en Santander justo antes del accidente, quiso elogiar a su cuñada Miriam Ungría, esposa del accidentado. «Es un ejemplo de entereza y de fuerza -dijo-. Es increíble cómo lo está llevando».