Lección de panadería en el horno comunal
Después de 38 años en desuso, residentes en Cobreros y veraneantes se reúnen en el local de Las Llameiras, rehabilitado por los propios vecinos
ARACELI SAAVEDRA
Viernes, 15 de agosto 2008, 03:42
Vecinos y veraneantes del pueblo de Cobreros se sumaron a la fiesta del pan cocido en el horno de Las Llameiras. Después de 38 años, el pueblo se volvió a reunir para ponerse manos a la obra, o mejor a la masa.
La fiesta comenzó cerca de las once de la mañana, cuando el horno ya daba síntomas de estar a la temperatura y niños y mayores esperaban este curso de cocina, «porque hay niños que creen que el pan sale del supermercado» aleccionaba una de las organizadoras. Y no es así, el pan se hace con harina, «furmiento» , agua y sal, y al calor del horno.
Como maestros panaderos actuaron los miembros de la familia Elena Rodríguez, una de las últimas que avivó para cocer el pan este pequeño edificio de uso comunal. El horno adorna la calle en todo su esplendor, ahora rehabilitado por los hombres que aún residen en el pueblo con materiales facilitados por el Parque del Lago de Sanabria. Amalia, Víctor y Fina Elena Rodríguez llevan el peso de este «examen» práctico de panadería, aunque la dirección es de la madre, Rosalía Rodríguez, que adereza con salero una empanada.
Dos hornos daban servicio al pueblo de Cobreros, el de Las Lamerias, en el barrio Alto, y el ubicado en el Bajo, este último pendiente de rehabiltiación. El que no iba al horno comunal tenía uno en su vivienda. «Hace ocho años tiramos el de casa» explica Nati Carracedo descendiente de Porto.
Tahona en la calle
La clase comienza en la tahona, improvisada en la calle para que participen el mayor número de niños. Amelia reparte la harina mientras que las mujeres más verteranas comienzan a prepararla. La levadura sustituye al hurmiento, «hermiento», como dicen en Cobreros, o incluso «furmiento». El hurmiento «iba a vela» era una porción de masa fermentada que dejaba la última casa -se hacía por turnos- que cocía el pan. Es el secreto para hacer crecer una masa que poco a poco, y con diversión, preparan los críos. Y también sus padres. «Hay que amasar envolviendo bien» explica con paciencia Amalia.
Carmen García Saavedra comenta al calor del horno que también se prepara el bollo de «turrujones» a partir de la masa del pan y con la grasa del cerdo, un sabor difícil de recuperar en la moderna cocina. «Le sacábamos la manteca y lo que quedaban eran los terrujones», explica.
Las tortas de pan eran ovaladas, la hogaza redonda y las rosquillas iban agujereadas. Con huevo y mucho azúcar el horno cocía el roscón de fiesta, dulce que también se cocinó esta semana en el horno de Cobreros. La empanada de chorizo tampoco podía faltar a la cita con el estreno comunal de esta hornada. En su día, esta vianda se preparaba de picadillo, chorizo, cebolla o bonito. Carmen García sigue desglosando el patrimonio gastronómico local.
De todas las hechuras
Los niños terminan de amasar y dar forma a sus panes; los hay de todas las hechuras. Antes de introducir el pan en el horno hay dos faenas previas con el callato, el «furganeiro» y el barredero. Parte de las brasas se sacan, mientras que otras se apartan hacia el borde del horno para dar cabida al pan y a las empanadas.
El horno está a punto, y a eso se llama «rojar el horno», como se explica durante esta lección práctica de panadería. Para comprobar la temperatura se tira un puñado de harina y si se quema es que todavía está muy caliente. Las obras del horno, como explica José Elena Fernández, consistieron en reponer toda el tejado y consolidar las paredes, un trabajo que atribuye a los «mozos» que aún viven en el pueblo. Esos mozos han hecho las pruebas previas de que funciona con otros guisos más propios y copiosos de invierno.
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