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Recreación de los combates callejeros entre tropas francesas y españolas, ayer en las calles de Rioseco. / RAMÓN GÓMEZ
Medina de rioseco

¡Viva la Pepa!

Medina de Rioseco recrea la entrada en la ciudad del general Castaños y el fin de la Guerra de la Independencia

PILAR PÉREZ SALÁN

Lunes, 14 de julio 2008, 18:29

Después de doscientos años, la Historia dio una voltereta para devolver la victoria al Ejército español y reconquistar la ciudad asediada por las tropas el 14 de julio de 1808. El general Castaños, héroe de Bailén, hizo su entrada sobre las 20.45 horas en una calesa tirada por un hermoso caballo blanco, frente a la histórica puerta de Ajujar por la que en su día los franceses entraron a arrasar la ciudad. Con voz firme y solemne anunció la victoria de los españoles y el fin de una guerra que duró más de cinco años. Con la Constitución de 1812 en su mano derecha, la entrañable Pepa, gritó: «¡España es libre, viva el Rey, viva Medina de Rioseco!».

El numeroso público, que por tercer día consecutivo se había dado cita para ver el segundo episodio de la recreación de la batalla del Moclín, aplaudió entusiasmado a la vez que contestaba los vítores. Momentos antes, el mariscal Bessière, al mando del Ejército napoleónico, firmaba la rendición ante el general Cuesta con un simbólico apretón de manos.

Con los batallones de ambos bandos perfectamente formados, la banda de música de Saint Lys, dirigida por José Palomera, interpretó primero La Marsellesa, que fue cantada fervorosamente por los soldados galos, mientras se izaba la bandera. Seguidamente, el himno español sonó con magnificencia frente al arco de Ajujar entre el silencio de recreantes y espectadores. Finalizado el acto los figurantes marcharon en desfile hasta la Plaza Mayor para romper filas.

Este fue el final de un episodio que comenzó con la marcha de las tropas por las calles riosecanas hasta llegar al lugar donde comenzó una encarnizada lucha entre gabachos y españoles. Castellanos, gallegos, asturianos, astorganos e ingleses se afanaban en defender sus posiciones para echar fuera al invasor.

La pólvora y el fuego de los fusiles se mezclaban con las órdenes de los mandos, los gritos de los heridos y el alborozo de los espectadores cuando cayó el primer hombre. Los médicos se apresuraban a atender a los soldados maltrechos y los curas en darles la extremaunción. Las decenas de fotógrafos se debatían entre capturar un buen enfoque y no ser presa de los disparos ajenos. No defraudó la organización que en todo momento lo tuvo todo bajo control. Hoy, fecha en que se conmemora el bicentenario de la batalla, está previsto un acto institucional frente al monumento a los héroes.

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