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LA ELIPSE

Defendiendo el catalán

LUIS BESA

Miércoles, 18 de junio 2008, 04:23

TENGO la suerte de ser bilingüe, hablo catalán y español. Dos mejor que una. Incluso en Segovia y a lo largo del año, no son pocas las veces en que puedo palicar en catalán. Tipos de Barcelona, Mallorca, Aragón, Valencia, unos seis millones de españoles hablan catalán, lo que la convierte en la segunda lengua de España. A menudo, los de aquí, escuchándome hablar con alguien en catalán me preguntan que porqué no hablo en castellano si tanto yo como el otro dominamos el español. Incluso alguno me lo ha recriminado (de buen rollo), como diciéndome, Besa, hijo, ¿no ves que es una falta de educación? Yo, por descontado, no estoy de acuerdo con que es de mala educación. Si me enzarzo a hablar en catalán con un catalán es por placer, por utilizar una lengua que no siempre tengo la oportunidad de utilizar. ¿Qué problema hay?

El bilingüismo es, ante todo, un enorme placer. No saben ustedes lo buenos que son algunos escritores catalanes. Pienso en Calders, Perucho, Moix, Palol, Pla y el poeta Miquel Martí i Pol. Sólo lamento no tener parecida soltura para más lenguas.

Para que quede claro, uno es partidario de que el catalán sea la lengua 'vehicular' en la enseñanza catalana y que los funcionarios de allá tengan por ley un mínimo conocimiento del idioma (si no lo saben, que lo aprendan, que otro cosa no pero el catalán lo enseñan gratis). La razón es que sin esas medidas, el catalán desaparecería en dos generaciones. Se precisa un proteccionismo cultural si se quiere preservar el legado.

Esto, en si mismo, equivale a discriminar al castellano. De modo que más vale explicarlo bien. Contra lo que algunos medios dicen, hoy en día, en Cataluña es más fácil vivir 'siempre en español' que 'siempre en catalán'. Si van a Barcelona, por cada cuatro que hablan en castellano toparán con uno en catalán. Es lógico, casi todos los que llevan un par de años viviendo en Cataluña entienden el catalán (menos los ingleses, que ni uno ni otro), pero en la práctica, hablarlo sólo lo hablan los que lo han mamado (y los que cobran por ello). Así pasa que reunidos diez catalanes de los que dos 'entienden pero no hablan', al final el español termina siendo la lengua común. Lo cual es pura teoría de la información, pues las lenguas se hablan para entenderse y el español tiene más capacidad comunicativa cuantitativa que el catalán.

Desde la Generalitat se trata de contrarrestar esta posición de debilidad del catalán con la enseñanza obligatoria y otras medidas. Lo malo, y ahí no queda sino dar la razón a los que despotrican contra Cataluña, es que lo hacen a la par que por razones filológicas, por una explícita voluntad de convertir el catalán en un hecho político que visualice a Cataluña como algo distinto a España. Lo hacen por inyectar nacionalismo en la masa electoral y vivir de las rentas. Por polarizar el debate con 'Madrit' y sacar tajada. Lo hacen con la complicidad de un amplio espectro social catalán, que ve en este diferenciarse una especie de rentable afirmación grupal.

Y esto nos lleva a situaciones sangrantes, como la consideración del castellano como «lengua impuesta» a los catalanes. Según la ortodoxia nacionalista (según el Estatuto), hay una «lengua propia» de los catalanes, y esa no es el español. Lo cual es totalmente falso. El español lleva siglos afincado en Cataluña, Valencia, Mallorca Las pruebas al respecto son clamorosas pero en Cataluña se obvia esta cuestión y se entremezcla con una gilipollesca y mítica historiografía de corte romántico y victimista que no tiene por donde aguantarse. Y es así como, a partir de la lengua, se genera una hispanofobia que, acción-reacción, alimenta una catalanofobia no menos aderezada por plastificaciones históricas tan cutres como los mercadillos medievales, barrocos o goyescos. Recuerden que toda historia es una mera interpretación del pasado. Y tanto Catalunya Ràdio como la Cope utilizan la que mejor cuadra con sus desfiles. Sin la menor vergüenza.

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