Concha García Campoy hace un canto por la tolerancia y la igualdad en la festividad de las águedas
Alrededor de tres mil personas acuden a Zamarramala a la cita con la tradición en la que Unicef fue reconocida con el Ome Bueno e Leal La periodista reivindica medidas para compatibilizar la maternidad
CÉSAR BLANCO
Lunes, 11 de febrero 2008, 10:10
Ni 'el Lorenzo' quiso perderse el día en el que el barrio incorporado de Zamarramala adquiere prestancia nacional. Segovia regresa a los medios. El sol y un inusual calor picajoso para estas alturas del año acudieron a la cita anual con la fiesta de las águedas, una celebración declarada de interés estatal, tal y como demostró la presencia de cadenas provenientes de otros lares más allá de las fronteras segovianas.
A pesar del viento a favor, la afluencia de público no se notó más animada con respecto a otras ediciones en las que la niebla, la lluvia e incluso la nieve no quisieron perderse los fastos. Alrededor de tres mil personas acudieron a esta celebración que ensalza el papel de la mujer en la sociedad y reivindica los derechos de la población femenina.
Así lo reza el monolito que preside la plaza donde se concentran los principales actos de la festividad: «Por el privilegio inmemorial, las alcaldesas de Zamarramala gobiernan esta colación y recaudan peajes en la festividad de Santa Águeda». Vamos, que las mujeres toman el bastón de mando. La inscripción de la Plaza de las Alcaldesas fue testigo, una vez más, de los actos centrales en honor a Santa Águeda. Y es que las zamarriegas llegaron a ser símbolos de las mujeres castellanas. Eso fue durante el reinado de Alfonso VI. Zamarramala, barrio incorporado a la capital segoviana, mantiene desde entonces una tradición con mayúsculas que congrega cada año a principios de febrero a miles de personas.
La jornada de ayer no fue menos, aunque se puede decir con el riesgo que conlleva la falta de una calculadora, que no fue una de las ediciones de Águedas más multitudinaria. Así lo recordaban los más asiduos.
Pero lo de menos es el número de participantes en una jornada ajetreada e interminable de actos. Lo que importa es la conservación casi incorrupta de una tradición. Cerca de tres mil personas pudieron disfrutar del 'gobierno' femenino en Zamarramala. La encargada de pregonar la fiesta fue la periodista Concha García Campoy, cuyo discurso breve, conciso y reivindicativo con la causa mereció el favor unánime.
En progreso
Como no podía ser de otra manera, la actual presentadora de 'Las mañanas de Cuatro' se sintió muy honrada por oficiar esta «hermosa fiesta popular que supone un avance para la igualdad». La periodista subrayó el futuro de la festividad zamarriega, un acontecimiento que «progresa», en buena parte por su carácter «irónico». La periodista vino con la lección aprendida de hace dos años, cuando su compañera de canal, Eva Hache, se encargó de pregón. Es posible que la influencia de la actriz cómica segoviana influyera en la decisión de García Campoy, quien reconoció no «ser mucho de pregones».
Más allá de los agradecimientos, Concha García Campoy ensalzó el llamamiento y la advertencia que representa esta celebración zamarriega para los hombres, ya que clama por la defensa de los derechos de las mujeres. La periodista entonó en su pregón un canto «a la vida y la tolerancia». Hizo hincapié en las trabas que imponen las empresas a la proyección de la mujer e instó con vehemencia a que las instituciones «den contenido a la Ley de Igualdad».
García Campoy se quejó de que la norma no ha surtido efecto en muchos sectores, y habló en concreto de la experiencia de las empresas dedicadas a la comunicación. Criticó el descenso del 7% de la presencia femenina desde el año 2000, y pidió la colaboración de las empresas y la unidad de acción para conseguir la ansiada igualdad de género en los cargos directivos. Su discurso significó el lanzamiento de un guante a las instituciones públicas y privadas para que fomenten la conciliación de la vida familiar y laboral, porque a menudo ambos aspectos son «incompatibles» para la mujer trabajadora y que además es madre.
Asimismo, como personalidad ligada a los medios de comunicación, reconoció quejosa la influencia negativa que ejercen éstos, cuyos «mensajes machistas se multiplican para lograr grandes cotas de audiencia». La denuncia de estos contenidos obtuvo el beneplácito de los asistentes, quienes jalearon la reivindicación.
La solidaridad se escribió con letras mayúsculas cuando Unicef recogió el reconocimiento de Ome Bueno y Leal. Sus responsables en Segovia y Castilla y León, Antonio Postigo y Carmen Robledo, respectivamente, recordaron la labor de la entidad en beneficio de la protección de los derechos de la infancia y alabaron la tarea «invisible» de los voluntarios
Corrillos, abrazos y bromas se sucedían en un ambiente distendido. Cada uno esperaba a sus líderes. No era para menos, y es que las elecciones están a la vuelta de la esquina. Antes de los discursos y del ritual tradicional de las charangas, la recepción a las autoridades, la procesión, el baile de las banderas y la eucaristía, la gente ya cubría el empedrado de la plaza donde el tablado al que se subirían más tarde los galardonados estaba preparado. A lo lejos ya resonaban las dulzainas y los tamboriles.
Visitantes aéreos
Esta vez el delegado del Gobierno, Miguel Alejo, se acercó a Zamarramala para acompañar a su esposa, Tita Mielgo, quien fue reconocida con uno de los títulos honoríficos, al igual que la concejala del Ayuntamiento de la capital, Blanca Valverde. El titular gubernativo presumió de capa, heredada de su familia, y proclamó la necesidad de que Castilla y León «combine tradición con modernidad».
Como nota curiosa, en el baile de las banderas que realizan un soltero y un casado, la música se confundió con el sonido de unos parapentistas que sobrevolaron la zona dando la nota anecdótica y de color a una jornada plagada de viseras improvisadas elaboradas con el programa. Más de uno tuvo que despojarse del abrigo y la bufanda cuando el sol comenzó a hacer efecto entre las miles de personas que vieron cómo lentamente se quemaba el pelele, esta vez ataviado con bombín y traje.
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