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Mauri García Vecino ha recibido un reconocimiento institucional en el Día de la Mujer.
Valladolid rinde homenaje a Mauri, luchadora por los derechos de las mujeres

Valladolid rinde homenaje a Mauri, luchadora por los derechos de las mujeres

«Comprometida y activista» alerta contra los comportamientos machistas que «cada vez más se detectan entre los adolescentes»

Víctor Vela

Miércoles, 8 de marzo 2017, 23:32

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Es un puñetazo en el ánimo. Un borrón en su sonrisa. Un escupitajo a su lucha. Una tristeza sin fondo la que siente Mauri cada vez que lo escucha, cada vez que lo ve. Por desgracia, dice, cada día que pasa es más frecuente. «Y no lo termino de creer. Es increíble. Con todo lo que hemos pasado, con todo lo que hemos peleado, no me puedo creer que las chicas jóvenes toleren ciertas cosas. No puede ser que acepten que el novio les controle el móvil, que permitan que un chico les insulte por la ropa que llevan, que se pongan jersey porque a la pareja no les gusta el escote. No podemos dar un paso atrás. No podemos», reivindica Mauri García Vecino (Fuente de Ropel, Zamora, 1950), luchadora vallisoletana por la igualdad que ayer se embolsó la mayor ovación tributada en los actos del Día de la Mujer.

Recibió el reconocimiento municipal, a instancias del Consejo de la Mujer, por su compromiso ciudadano, por su activa labor de años para defender los derechos de ellas. «Sí, soy feminista», afirmó durante su discurso de agradecimiento. «Soy feminista y no tengo miedo a decirlo. Porque ser feminista no es odiar a los hombres, sino desear un mundo en el que ni mujeres ni hombres estén sometidos. Ser feminista es luchar por los derechos, alcanzar nuestra merecida libertad. La alianza entre las mujeres nos da fuerza y nos impulsa para luchar por la justicia y la dignidad. Juntas, amigas, moveremos montañas», aseguró.

Recuerda aquellos paseos de su primera adolescencia por Pau. Era 1964. Tenía 14 años. Yuna mirada libre sobre lo que le rodeaba. «Mi padre trabajaba allí en una serrería, mi madre como empleada del hogar. Veníamos de un pueblo de Zamora y lo que yo vi allí me fascinó. La libertad de las mujeres. Cómo vestían. Cómo se reían. Descubrí otro mundo, una sociedad moderna. Nunca sentí racismo ni machismo». Una vez concluidos los estudios, trabajó en una fábrica textil, luego en una empresa de ropa de niño («me encargaba de doblar prendas»), en una de sus vacaciones, de vuelta a Castilla, conoció a Ángel. Se casó con él. Y hace 44 años se vinieron a vivir a Valladolid. A La Rondilla. Él empezó a trabajar en Renault. Ella estuvo a punto de firmar un contrato en la Alianza Francesa. «Pero me quedé embarazada. Eran otros tiempos». Vino la descendencia:chico y chica.

«Siempre tuve una conciencia muy reivindicativa. Toda mi familia es de izquierdas. Muy comprometida. En el año 1980 me impliqué en la asociación de familias del colegio Gutiérrez del Castillo. Había empezado el problema de los desdobles. Había turnos de mañana y de tarde. Hacían falta más escuelas en el barrio». Ahí comenzó su compromiso con La Rondilla. Después vendría la asociación de vecinos, la educación de adultos, la asociación de mujeres de la que ahora es presidenta.

Siempre con presencia en la calle. «Es la forma de que se nos vea, de que se nos escuche. No podemos dejar de reivindicar. Hay que reclamar a los políticos medidas que favorezcan la igualdad, que impidan las agresiones a mujeres, dinero para que no se tengan que cerrar recursos de asistencia».

Pone como ejemplo el centro de día de atención a mujeres maltratadas que gestionan desde la Asociación de Mujeres de La Rondilla. Durante años funcionó con el apoyo económico de la Junta de Castilla y León. «Hasta que nos quitaron la subvención.No podemos pagar a la psicóloga, a la abogada, pero seguimos con el servicio de forma voluntaria, acompañando a estas mujeres que, si no, estarían desamparadas. Aquí se encuentran respaldadas en un momento de sus vidas en el que están inmersas en unas circunstancais garrafales».

Deja de hablar. Hay un silencio hondo. Cierra los ojos.

Y sigue: «No podemos bajar la guardia ante los casos de malos tratos. No avanzamos para acabar con ellos». Y vuelve a manifestar sus temores. Por esos signos de machismo que se extienden entre los adolescentes. «Hay que trabajar con los jóvenes. Nosotras vamos a impartir charlas a los institutos. Pero habría que empezar antes, en Primaria. La educación es primordial», asegura Mauri, «feminista y luchadora», ejemplo social que ayer recibió el reconocimiento de la ciudad por su compromiso con la igualdad.

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