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JAVIER CASADO
Domingo, 15 de mayo 2011, 14:08
Cuando no se puede, no se puede. Y además es imposible. Eso es lo que piensa más de uno cuando coge su bicicleta e intenta salir por las calles de Valladolid, ya sea para dar un paseo o con el objetivo de usarla como medio de transporte. Un objetivo que en muchas ocasiones es poco menos que imposible vistos los impedimentos con los que cuentan los cicloturistas vallisoletanos. Que si un bordillo que les obliga a pararse, que si una vía que finaliza sin previo aviso. O incluso, que si un semáforo en medio del carril. Son algunas de las trabas que tienen que sortear si se animan a coger la bicicleta.
A pesar de los 70 kilómetros de carril bici con los que cuenta la ciudad de Valladolid, ir en bicicleta se torna casi imposible si tenemos en cuenta la multitud de deficiencias que tienen estas vías. Así lo han expresado desde la Asamblea Ciclista de Valladolid, quienes han aprovechado la creación del nuevo carril bici de José Luis Arrese para poner de manifiesto su malestar con los defectos no solo de este tramo en particular, sino también de las vías ciclistas de la ciudad en general. En una actividad que gana adeptos día a día y que se ha demostrado beneficiosa para la salud, la apuesta del Ayuntamiento por incrementar los kilómetros de carril bici en Valladolid parece no ser suficiente, vistas las condiciones en las que se encuentran gran parte de ellos.
Según cifras de la Asamblea Ciclista de Valladolid (Asciva), estaríamos hablando de cerca de 3.000 personas que utilizan la bicicleta con cierta frecuencia, aunque advierten de la dificultad para medir los usuarios con mayor exactitud. Estos 3.000 usuarios suponen un gran incremento respecto a años anteriores, aunque quieren dejar claro que «Valladolid es una ciudad con una cultura del coche muy consolidada. Aunque los ciudadanos se están dando cuenta de que esa supuesta comodidad ya no lo es tanto», aseguran.
Puntos críticos
Acompañados por Abel González, miembro de Asciva, nos dimos una vuelta por los carriles bici de Valladolid para observar con detenimiento las deficiencias de este tipo de viales. Algo que no fue difícil debido a las constantes paradas que eran necesarias.
El paseo comenzó con el nuevo carril bici de José Luis Arrese, en el que Abel González quiso dejar patentes las «notables deficiencias». En primer lugar, «no facilita ni señaliza el acceso desde la calle Doctrinos, ni la conexión a la calle Veinte de Febrero, vías lógicas de salida y entrada al centro urbano». No es la única ni más grave deficiencia. En cuanto a la seguridad, «la barandilla metálica de separación con la calzada es demasiado baja». Pero, si por un defecto destaca este nuevo carril bici, es porque puedes encontrar un semáforo justo en mitad del carril que obliga al ciclista a detener la marcha. «Imagínate que esto estuviera en medio de la carretera», exclama indignado. No acaba ahí la crítica de Asciva. De hecho, no hace más que comenzar. En la avenida de Salamanca «el problema consiste en los bordillos que no están rebajados y la peligrosidad en los cruces, que ya ha hecho que un compañero nuestro fuera atropellado». En la calle Real de Burgos y en el puente de García Morato el conflicto se encuentra con los peatones, puesto que no se distingue bien el carril bici.
Quizá uno de los puntos más criticables se encuentre en el tramo que discurre por el Esgueva, que a la altura del puente de Gabriel y Galán se encuentra una intersección en el que confluyen coches de varias direcciones, por lo que continuar por el carril bici «es muy peligroso, al verse obligado a hacer varios cruces mirando a todas partes para no ser atropellado. Es el punto más peligroso de la ciudad y deberían hacer algo ahí».
Hasta el momento, parece que esta y otras propuestas han caído en saco roto, ya que ellos mismos reconocen haber transmitido al Ayuntamiento estas observaciones. Hasta el momento, aseguran, no han obtenido respuesta alguna.
Mientras esperan que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto, la falta de continuidad y conexión entre los carriles bici seguirá siendo la tónica general, a la que suman otras quejas como la ausencia de señalización, los bordillos no rebajados, el color no homogéneo entre los carriles, la incursión en conflictos entre el peatón y el ciclista a causa de estar los carriles bici al nivel de la acera, la falta de conservación y limpieza, así como la ausencia de carriles en zonas de nueva urbanización como ocurre en Villa del Prado. A todo esto también piden, más por un afán por conseguir un mundo más sostenible que por su propio interés, reducir la velocidad en el centro de la ciudad a 30 kilómetros por hora y dar prioridad de paso al transporte público y al transporte alternativo, como es el caso de la bici, por delante del vehículo privado. Y es que en su lucha por poder circular con la bicicleta con mayor seguridad, también se encuentra una lucha contra la contaminación, ya que consideran que el cambio climático se debe a «la mentalidad de nuestros políticos», que hasta el momento «no se han preocupado por fomentar la movilidad sostenible».
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