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J. S.
Viernes, 22 de noviembre 2013, 12:38
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La psicosis colectiva que ha generado la puesta en libertad del violador en serie más peligroso de la historia reciente, Pedro Luis Gallego, es ya un hecho indiscutible y se extiende como la pólvora no solo por territorio vallisoletano, en el que, al menos hasta ayer, residía en un pequeño municipio del sur, sino también en provincias limítrofes como Zamora, en la que consta, al menos, una reciente visita.
Pero la presión tanto vecinal como mediática también recae sobre un exrecluso que, pese a gozar de libertad absoluta y legal de movimientos, podría haber acelerado ayer mismo su marcha del domicilio familiar se desconoce si de forma permanente o no en el que vive desde su salida de prisión ante la presencia de las cámaras de distintos medios nacionales a su puerta. Eso además de que en el pueblo cuelgan desde ayer también pancartas en contra de su presencia colocadas, al parecer, por personas de fuera del mismo.
La ubicación de su casa es ya un secreto a voces en las redes sociales, al igual que su imagen actual, aunque legalmente, por descontado, nadie puede poner pero alguno a su estancia allí o en el municipio que él decida.
Pero sus pasos (al margen de elucubraciones virtuales) apenas pasan ya desapercibidos. Tanto es así que la Policía, incluso, se encuentra en estado de «alerta» preventiva por su presencia no solo en Valladolid, que también, sino en la capital zamorana, ciudad que visitó el pasado viernes, al día siguiente de recuperar la libertad, y en la que una mujer advirtió al 091 de su reiterada presencia en un bar.
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