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J. SANZ
Lunes, 3 de diciembre 2007, 14:13
La multitudinaria fiesta de Arquitectura, organizada el viernes por los estudiantes en el interior de la facultad, comenzó mal y acabó peor. Un joven de 27 años se cayó de madrugada por el hueco de las escaleras que unen la planta baja y el sótano y permanece ingresado con pronóstico grave en la UCI del Río Hortega con un traumatismo craneal y una contusión cerebral.
El accidente obligó a suspender de inmediato la fiesta y llevó ayer al director de la escuela, Leopoldo Uría, a anunciar que nunca más volverá a celebrarse dentro del edificio, así como a poner su cargo a disposición del rector, Evaristo Abril. «Asumo toda la responsabilidad y, desde luego, la fiesta de Arquitectura desaparecerá para siempre si sigo como director», anuncia el arquitecto.
Los hechos ocurrieron a las 2.20 horas en plena efervescencia de la multitudinaria fiesta tanto dentro -se estima que llegó a haber 2.000 personas- como fuera -el botellón del exterior congregó también a cientos de jóvenes-. D. R., de 27 años, y su amigo Santiago, dos compañeros de trabajo burgaleses de una empresa de Aranda de Duero, se disponían a bajar al sótano de la escuela por las escaleras cuando el primero se apoyó de espaldas en la barandilla -algunos testigos apuntan que intentó bajar las escaleras deslizándose en esa posición sobre ella- y cayó al vacío desde una altura de entre tres y cuatro metros. «Se desequilibró y cayó de espaldas encima de dos chicos que había abajo sin que tuviera tiempo de sujetarle», reconoce su compañero y testigo de la caída.
El golpe le dejó inconsciente entre la multitud mientras Santiago avisaba a los camareros de las barras de lo ocurrido y estos llamaban al 112. «La organización actuó bien, avisó enseguida al Servicio de Emergencias y apartó como pudo a la gente para dejar espacio a David», recuerda su amigo. Para entonces la víctima estaba inconsciente y la inmediata suspensión de la fiesta provocó sorprendentemente los pitidos de algunos presentes que llegaron a grabar y fotografiar al herido con sus móviles e, incluso, dificultaron la entrada de las asistencias médicas, según relataron ayer diversos testigos de los hechos.
Los sanitarios, gracias a la ayuda de los organizadores y de los vigilantes de seguridad contratados por éstos, pudieron llegar al lesionado cuando recuperaba la conciencia apenas diez minutos después de la llamada de alerta y le trasladaban una vez estabilizado al Hospital Río Hortega. Allí permanece ingresado en observación a la espera de que los médicos valoren los daños producidos por el golpe en la cabeza.
Evolución favorable
«El chico evoluciona favorablemente y está estable, pero debemos esperar 24 horas para conocer el diagnóstico definitivo», aclara el director de la facultad, quien acudió de madrugada al centro sanitario para interesarse por el estado del lesionado.
Uría reconoce que él mismo defendió la continuidad de la fiesta destinada a recaudar fondos para el viaje de fin de carrera de los estudiantes de quinto curso porque «pensaba que debíamos mantener esta tradición dentro de unos límites razonables de civismo». El año pasado ya hubo problemas -un grupo de personas forzó la entrada de un aula y causó diversos destrozos en el interior- y éste, según confiesa él mismo, «al final nos ha ganado la partida una minoría vandálica».
El máximo responsable de la facultad asegura que lo «más importante ahora es que el chico se recupere», si bien matiza que, aunque «nada justifica lo ocurrido», sí debe aclarar que «la organización tenía un contrato estricto con las normas de seguridad que creo que se cumplieron» y que «la barandilla cumplía también con las normativas de seguridad».
Leopoldo Uría lamenta que lo que «no podíamos controlar era el botellón que se celebró fuera del recinto de la escuela» y que congregó a más personas aún que las que accedieron al interior previo pago de la entrada de cinco euros. Los problemas se multiplicaron también en el exterior fruto de un macrobotellón que se prolongó desde primera hora de la mañana del viernes hasta la hora del accidente bien entrada ya la madrugada del día siguiente.
«Ha ocurrido lo que ha ocurrido y reconozco que ahora mismo no existe ninguna posibilidad de hacer una fiesta controlada a pesar de que creo que ni los organizadores ni la escuela cometieron negligencias», insiste el director de la facultad antes de reiterar que «la fiesta de Arquitectura ha muerto para siempre ante la imposibilidad de controlarla».
Debate abierto y cerrado
Muchos estudiantes y testigos completaron ayer el relato de los hechos que se sucedieron a partir de la caída del joven burgalés que había llegado a la ciudad para pasar el fin de semana en el piso de un amigo. Sus relatos coinciden en señalar que en cuanto ocurrió el accidente los organizadores «encendieron las luces y apagaron la música mientras todos nos agolpábamos en la barandilla -del vano que comunica las dos plantas- para ver lo que había ocurrido». La ambulancia tardó en acceder al recinto porque dos coches mal estacionados impedían su paso, algo que se anunció a través de la megafonía del centro.
El tumulto propio de la fiesta y el desalojo del edificio para facilitar la asistencia al herido provocó algún desmayo entre los asistentes sin que ninguno más resultara lesionado de gravedad. A su llegada, los sanitarios «pudieron hacer su trabajo gracias a las vallas colocadas en torno a la víctima para evitar que se acercara la gente y dejarles hacer su labor».
«Fue un accidente, una mala noche que esperamos olvidar pronto en cuanto David se recupere», concluye su amigo Santiago. Éste explicó por la tarde que su compañero «estaba consciente aunque un poco atontado porque estaba sedado, pero creemos que se encuentra fuera de peligro».
La caída del obrero burgalés y los devastadores efectos del botellón en el entorno de la facultad de Arquitectura reabren el debate sobre la conveniencia o no de permitir la celebración de este tipo de fiestas. El director de la escuela, Leopoldo Uría, lo tiene claro: «El debate está cerrado».
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