Del váter que analiza la orina a las pulseras que alertan de arritmias: ¿son fiables este tipo de mediciones caseras?
«A mí me salvaron la vida. Me subió la tensión y el dispositivo me avisó»
El mercado de los dispositivos para la monitorización de la salud está en auge. Uno de los más comentados recientemente ha sido 'U-Scan', un ... sensor diseñado para colocarse en el váter y analizar automáticamente nuestro pis, desplegándose los resultados en una aplicación móvil: «La orina contiene 3.000 metabolitos cargados de información sobre la salud, pero la mayoría de las personas solo se la analizan una vez al año», explican sus responsables.
El invento –disponible a partir de 349 euros– se comercializa en dos packs: uno destinado a la medición de los niveles de hidratación, vitamina C, acidez y cetonas; y otro centrado en los niveles de calcio, cuyo objetivo es evitar la formación de cálculos renales. Todo ello supeditado a la compra de cartuchos desechables, cada uno con capacidad para hacer hasta 22 pruebas. Duran entre dos y cuatro semanas, según el fabricante.
Otros gadgets curiosos aparecidos de un tiempo a esta parte son los espejos y colchones inteligentes. Los primeros analizan la hidratación de la piel e incluso nuestra postura corporal, con tan solo plantarnos frente a ellos cada mañana. Los segundos, provistos de todo tipo de sensores, son ya capaces de registrar nuestro ritmo cardíaco, respiraciones por minuto, temperatura corporal e incluso la calidad del tiempo de descanso, basándose en nuestros movimientos nocturnos.
A fin de cuentas, los clásicos aparatos sanitarios portátiles –tensiómetros, espirómetros, oxímetros...– ya se están integrando en dispositivos todo en uno pensados bien para colocar en casa, bien para llevar puestos durante el día.
La fiebre por los 'wearables'
Los dispositivos 'de vestir' o wearables llevan años entre nosotros, aunque pocos usuarios son conscientes de que los portan. Las pulseras que usamos para contabilizar los pasos diarios y los relojes inteligentes que replican las notificaciones de nuestro smartphone entran dentro de esta categoría y ofrecen un número cada vez mayor de mediciones sobre nuestra actividad deportiva y estado de salud.
Una de las funcionalidades incorporadas más reseñables son los avisos por frecuencias cardíacas inusualmente bajas o elevadas, que han llegado a salvar vidas al revelar síntomas que de otro modo seguramente habrían pasado desapercibidos. Es el caso de Ángeles Veguillas, una madrileña de 72 años: «Estaba en el sofá viendo la televisión con mi marido y noté que la pulsera que tenía puesta vibraba sin razón aparente. Indicaba que tenía más pulsaciones de lo habitual estando en reposo. Al principio no le di importancia, pero recibí un segundo aviso minutos después y me asusté. Al ir a urgencias me dijeron que tenía la tensión muy alta y que la cosa podría haber empeorado de haber acudido más tarde».
Los últimos smartwatches también evalúan el tiempo que pasamos en vigilia o sueño profundo –momento en el que tienen lugar los procesos de reparación del organismo– cada noche; los niveles de oxígeno en sangre, la temperatura de la muñeca o la frecuencia respiratoria. Con todos esos valores, modelos como los de Apple miden nuestras constantes vitales y nos alertan en caso de que alguna se salga de lo habitual varios días seguidos, lo que ayuda a detectar patologías subyacentes o el inicio de un proceso infeccioso: «Tengo dolor de cabeza y me siento mal. Probablemente haya agarrado un resfriado. Lo curioso es que el Apple Watch me indicó ayer una variación en mis signos vitales, cuando aún no tenía ningún síntoma», explica un usuario anónimo ('User1048205') en reddit.
Con testimonios como estos sobre la mesa, no extraña que el segmento de los wearables espere recaudar 130.000 millones de dólares a final de año. Ni que hasta un 85% de los encuestados por Ipsos (en el marco del estudio 'European Health Index 2025') afirmen que al comprar una pulsera, un reloj o un anillo inteligente lo hagan pensando mayormente en su salud.
Útiles, pero con matices
La misma encuesta arroja una estadística sorprendente: un 80% de los profesionales médicos se muestran a favor de que sus pacientes utilicen gadgets enfocados a la salud. ¿Quiere decir esto que su precisión está fuera de toda duda? En absoluto. «Estos dispositivos de consumo pueden aportar valor en casa como monitores y herramientas de cribado –explica Alberto Perdomo, médico del hospital Skånes Universitetssjukhus–, pero no sustituyen la valoración clínica ni el diagnóstico. El mejor ejemplo es la presión arterial: si el paciente usa un tensiómetro de brazo validado y se mide correctamente, los datos sirven para seguir una hipertensión y ajustar decisiones junto con su médico; los de muñeca o no validados inducen a error».
«En relojes y anillos –prosigue–, la frecuencia cardiaca y la detección oportunista de fibrilación auricular han mostrado buen rendimiento, mientras que la estimación de fases de sueño y el gasto energético siguen siendo imprecisos a nivel individual. Las básculas inteligentes pesan bien y gracias a la bioimpedancia ofrecen una orientación de la composición corporal útil para ver tendencias si se mide en condiciones constantes, pero no es equivalente a técnicas de referencia. Y los inodoros 'inteligentes' con tiras reactivas de orina son productos de bienestar: pueden aumentar la conciencia sobre hidratación o riesgo de litiasis, pero no emiten diagnósticos».
Con lo dicho, Perdomo sentencia que el uso de aparatos de monitorización debería servir exclusivamente para «apoyar hábitos, realizar un seguimiento de tendencias y como señal de alerta que motive consulta»; nunca para «autodiagnosticarse, ajustar medicación por cuenta propia o retrasar una evaluación clínica. La regla de oro es simple: mirar trayectorias, no cifras aisladas; cualquier decisión ha de tomarse en el marco clínico».
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