

Francisco Santamaría Uzqueda
«Casi vuelcan el coche de la mujer de Onésimo en Vallecas creyendo que era el mío»Secciones
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Francisco Santamaría Uzqueda
«Casi vuelcan el coche de la mujer de Onésimo en Vallecas creyendo que era el mío»«Jugué al fútbol hasta los 29 años, de extremo izquierda, zurdo cerrado pero del montón, mi techo fue temporada y media en el Venta ... de Baños», recuerda Francisco Santamaría Uzqueda (Valladolid, 1950) de sus inicios en el deporte para el que ha vivido en cuerpo y alma toda su vida, como jugador, como árbitro, dos en Segunda y tres en Primera, como delegado del Real Valladolid durante 28 temporadas y ahora como abuelo de cuatro nietos que le tienen de aquí para allá todos los días de la semana de lunes a domingo.
«Cuando dejé de jugar, un compañero de Motores [la factoría de Renault en la que Santamaría trabajaba] que estaba metido en lo del arbitraje me sometió a una presión continua hasta que me convenció de que yo podría ser bueno en lo del silbato. Más por no oírle que por otra cosa, acepté hacer el preparatorio y aquello fue un flechazo». Un flechazo correspondido, porque fue quemando etapas y con 40 años llegaba a Segunda, categoría en la que militó dos años para dar en 1992 el salto a Primera.
Sporting
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Mallorca
Debut en Primera 5 de abril de 1992. Primer partido arbitrado en Primera por Francisco Santamaría Uzqueda, con 42 años. A pesar de empezar tarde en el arbitraje su ascenso de categorías fue veloz. Pasó dos años en 2ª y tres en 1ª.
«En aquel tiempo, el arbitraje estaba bien retribuido, pero no tanto como ahora, por supuesto. A menudo volvía a casa ya de madrugada en el coche después de un partido y a las 7:30 estaba de pie para ir a Fasa». Aunque, eso sí, reconoce que en la fábrica le pusieron siempre todas las facilidades para que pudiera compatibilizar su empleo en la compañía francesa con el arbitraje en la máxima categoría del fútbol español.
Rayo Vallecano
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Mérida
Vuelta de Copa del Rey 14 de noviembre de 1993. El Mérida hizo valer su 1-0 del partido de ida para apear al equipo propiedad de José María Ruiz Mateos, que llamó al árbitro vallisoletano «perfecto ladrón de goles, desvergonzado, fresco, tunante, gandul, cínico y cretino. Es para darle un tortazo». También se refirió a «ladrones de la Moncloa que se sirven de los árbitros para expropiar al Rayo».
Incidencias: Se adelantó Hugo Sánchez y tras la reclamación de dos penaltis a favor del Rayo no pitados, Santamaría señaló una pena máxima en el área de los vallecanos que supuso el 1-1 y que motivó protestas que acarrearon la segunda amarilla para Onésimo y Hugo Sánchez.
«Yo no llegué a vivir aquellos lamentables espectáculos de árbitros retirándose del césped bajo la protección de los escudos de la policía, pero no creo que se deba a que las aficiones estén ahora más civilizadas». Santamaría Uzqueda destaca la importancia de decisiones como la de retirar los apoyos desde los clubes a las aficiones violentas, como los ultrasur del Real Madrid y los boixos nois del FC Barcelona, por la firme decisión de dos presidentes que en la actualidad están a frente de los dos equipos más importantes del fútbol español. «Pero sigue habiendo violencia. Ahí están los insultos racistas a jugadores como Vinicius o Nico Williams, o las bandas que quedan por las redes sociales para ajustar cuentas en peleas».
El episodio más relacionado con la violencia en el fútbol que vivió el árbitro vallisoletano fue en una vuelta de cuarta ronda de Copa del Rey jugada un domingo por la mañana en Vallecas entre el Rayo y el Mérida. El Mérida había ganado en la ida pero pronto marcó Hugo Sánchez para igualar la eliminatoria. El Rayo pidió hasta dos penaltis en la segunda parte que no fueron pitados y que generaron protestas por las que vieron amarilla el futbolista vallisoletano del equipo de Vallecas Onésimo y su compañero mexicano Hugo Sánchez. «Onésimo estaba empezando a abusar de nuestra amistad con sus comentarios, hasta el punto de que ya con amarilla tuve que decirle en un par de ocasiones que guardase las formas o me vería obligado a volver a amonestarle». Santamaría Uzqueda sí vio un penalti en el área del equipo madrileño en el minuto 92 que supuso el empate en la eliminatoria. «Onésimo estaba desatado y volvió a la carga, le saqué la segunda amarilla y me soltó 'eso al indio no se lo haces' [por Hugo Sánchez]». El ariete mexicano le espetó al colegiado que «eso era verdad» y se ganó también la expulsión.
Ruiz Mateos, dueño del club del que era presidenta su mujer Teresa Rivero aunque no presenció el partido anunció con esa pronunciación tan característica suya, en la que los dientes cobraban un exagerado peso, una querella criminal contra el colegiado «por estafa, desórdenes públicos, inducción a la sedición y prevaricación deportiva». Amenazas que no se substanciaron. Lo que sí vivió Santamaría Uzqueda fue un incidente que pasados los años cuenta entre risas. «En la zona donde dejábamos los coches y por indicación del delegado del Rayo aparqué el mío, un Renault con matrícula de Madrid. Luego supe que ahí también había estacionado la mujer de Onésimo su coche, con matrícula de Valladolid. Cuando fue al aparcamiento se llevó el susto de su vida, con aficionados rayistas tratando de levantarlo para volcarlo... «¡porque se creían que era el mío!». Eso sí, el árbitro tuvo que esperar más de hora y media para abandonar el campo de Vallecas «por si acaso».
Tenerife
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Valencia
La 'espinita' del árbitro 19 de febrero de 1995. Paco Santamaría recibía galardones por su gran temporada pero confesaba su malestar por los «errores» de un partido en el que pitó fuera del área unas manos del valencianista Roberto que se produjeron dentro.
«Estoy satisfecho, aunque siempre hay matices que hacer. Yo soy muy exigente y cuando después de un encuentro ves el video y te das cuenta que te has equivocado duele. Me pesa el fallo del partido Tenerife-Valencia», explicaba en una entrevista en una fiesta de premiación del deporte regional en su última temporada como árbitro. ¿Y cuál fue aquel error que tanto le dolía? 19 de febrero de 1995, en el mítico para los chicharreros y negro para los madridistas estadio de Heliodoro Rodríguez, el valencianista Roberto toca el balón con el brazo en el borde interior del área, como aún se ve en videos de Youtube, pero con rapidez y picardía saltó para situarse fuera de la misma. Santamaría 'picó', pito la falta y no el penalti. El videoarbitraje habría acudido al rescate del vallisoletano, pero aún le faltaban 23 años para llegar al fútbol español.
«Es una herramienta útil porque todos los árbitros se equivocan antes o después y corregir los errores no da más credibilidad», sentencia Santamaría Uzqueda, que envidia de sus sucesores la posibilidad de 'deshacer' expulsiones o penaltis pitados por un error subsanable en el momento, aunque comparte el temor de que las decisiones finales en los partidos queden en manos del VOR y la importancia del arbitraje bascule del campo a las salas con pantallas.
En todo caso, el colegiado vallisoletano coincide en que la del video arbitraje introdujo la revolución más determinante en los jueces del fútbol, más allá del cambio del cambio del negro-toga de juez a los colores reflectantes en la indumentaria de los que portan el silbato y las tarjetas.
Real Madrid
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FC Barcelona
Partido de Liga 7 de enero de 1995. Por primera vez en 20 años, un árbitro sin la vitola de internacional era designado para un clásico en el que se veían las caras los equipos de Cruyff y Valdano. En la elección de Santamaría Uzqueda pesó su brillante trayectoria y ser el año de su despedida del arbitraje al cumplir 45 años.
Incidencias El Madrid ganaba ya en el minuto 5 y su juego cortocircuitaba a los culés. Stoichkov, incómodo, se borró del partido con una entrada a la altura de la rodilla sobre Quique Sánchez Flores que le costó la expulsión.
No son pocas las temporadas en las que los cruces ligueros entre el Barça y el Madrid se pueden contar como las entregas de 'Juego de tronos', cambiando a los Stark y los Lannister por los merengues y los blaugranas.
8 de enero de 1994. Jornada 18, partido entre el Barcelona y el Real Madrid en el Camp Nou. Resultado, 5-0 a favor del equipo local bajo la dirección de Johan Cruyff, 'hat trick' de Romario incluido.
7 de enero de 1995. Jornada 16. Real Madrid-Barcelona. Cruyff sigue al frente del banquillo culé, pero ya da muestras de cierto agotamiento al que se suma la deriva de un Romario tan habilidoso como inconstante, que amenaza con querer cambiar de aires. Enfrente, los del Santiago Bernabéu, con el orgullo herido por la goleada en contra de la temporada anterior. Valdano en el banquillo, Laudrup de blanco y con Amavisca (1 gol esa noche) y Zamorano (3) deseando dejarle mal al técnico argentino, conocido por muchas cosas excepto la de ser parco en palabras.
Y en medio de todas esas cuentas pendientes, la designación de Paco Santamaría Uzqueda como árbitro. La primera vez en 20 años en la que un árbitro sin la vitola de internacional –la corta carrera en la élite le cerró el paso al vallisoletano– es elegido para pitar un clásico. «El presidente del comité –Sánchez Arminio– tenía plena confianza en mí y estaba muy satisfecho con la temporada que estaba haciendo».
En diciembre de esa sesión fue el colegiado con más designaciones y uno de los mejores puntuados. Pese a no ser internacional, viajó como cuarto árbitro en varios encuentros de competición europea. «Era el premio por el que me sentí enormemente feliz». Y eso que el partido, a pesar de que se empezó a decidir muy pronto, también tuvo sus curvas, como la entrada de Hristo Stoichkov a Quique Sánchez Flores. «Fue en una zona del campo donde no parecía que se fuera a producir ni una jugada decisiva ni algo tan violento», recuerda Santamaría, que en la distancia vio al madridista doliéndose en el suelo y al búlgaro haciendo el muflón frente con frente con Fernando Hierro. «Cuando llegué al lugar mi linier me llamó con un gesto, él lo había visto»: los tacos del barcelonista en la rodilla del sobrino de Lola Flores, lo que le costó la roja. «Y no creas que las tenía todas conmigo, porque al fin y al cabo tenía confianza ciega en mi ayudante pero yo no lo había visto». Paco cenó esa noche en casa de una hermana que vivía en Madrid. «Antes de cenar y casi de saludar lo que quería es confirmar en la tele que había tomado la decisión correcta».
Y todo además desoyendo las demandas de su cuñado Tomás Rodríguez Bolaños, alcalde aún hasta mayo de aquel año, y de Jesús Quijano, secretario regional del PSOE, ambos culés hasta el tuétano que quizá oliéndose el desastre le habían pedido generosidad cuando no benevolencia.
Betis
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Sevilla
Derbi sevillano para la despedida: 11 de junio de 1995.Sánchez Armiño vuelve a premiar al árbitro vallisoletano poniendo sus manos un desafío como el del duelo sevillano, con los eternos rivales entonces dirigidos por Serra Ferrer y Luis Aragonés respectivamente. En su adiós al arbitraje, mostró doce amarillas, cuatro a verdiblancos y ocho a sevillistas. No hubo expulsiones.
Un derbi en Sevilla fue el último vals de Paco en el arbitraje. «Lo disfruté más incluso que el clásico, las aficiones de Sevilla son entregadas y la tensión se palpa desde días antes». Al término de la temporada, Sánchez Arminio le ofreció reengancharse como informador del Comité para valorar la actuación arbitral, «pero en ese momento, Ángel Fernández Fermoselle, hijo de Marcos Fernández, me ofreció unirme al equipo técnico del Real Valladolid, sin decirme en ese momento que mi puesto sería el de delegado del club». Y eso fue durante 28 temporadas, hasta 2023, año de su retirada de un club al que sigue todos los días de partido en Zorrilla y a veces en los entrenamientos y donde ha dejado muchos amigos y muchos recuerdos, algunos surrealistas, como el de Pezzolano cambiando el banquillo de su equipo en los partidos en casa para así estar cerca del árbitro auxiliar que cubría esa banda. «A veces yo llegaba a pasarlo mal porque se pasaba el partido metiendo presión al linier, incluso en un partido en el que fue expulsado en Villarreal tuve que empujarle para que se fuera al vestuario».
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