Manuel Barrul y su mujer María Ángeles (hijo y nuera de los fundadores del poblado de Juana Jugan) en la puerta de su casa. Aida Barrio

Veinte chabolistas mantienen vivo el poblado más longevo de Valladolid

La cuarta generación de la familia Barrul sobrevive a la muerte de sus fundadores y al último incendio que casi devora sus 'casitas' del camino de Juana Jugan

Sofía Fernández

Valladolid

Lunes, 13 de octubre 2025, 08:36

Adentrarse en el camino de Juana Jugan y recorrer apenas unos metros es dejar atrás la realidad cotidiana y traspasar una barrera invisible hacia una ... especie de escenario paralelo. A primera vista -y a ambos lados de la senda de tierra- parece haberse consolidado con el tiempo un vertedero en el que hay de todo tirado por el suelo; maderas, espejos, colchones, muebles, neumáticos... pero cuando uno levanta la vista, de repente, se topa con seis 'casitas' construidas con retales, puertas, restos de maderas, lonas y uralitas que sobreviven de una forma milagrosa al paso de los años en un poblado -el más numeroso y antiguo de Valladolid- que fundaron en 1979 el matrimonio formado por Adoración Romero y Antonio Barrul.

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Desde entonces sigue allí ese escenario paralelo, casi oculto al fondo del antiguo campo de fútbol del inicio del paseo de Juan Carlos I (Delicias), en el que reina un silencio impropio de la ciudad y conviven entre escombros una veintena de moradores que plantan cara a la dificultad, la escasez y el tiempo. «Somos la cuarta generación y ya te digo yo que vivir aquí es muy difícil, muchos nos hacemos mayores y la salud se resiente», sentencia Raúl Hernández, nieto del matrimonio fundador y quien a sus 48 años no conoce otra forma de vida. «Llevo aquí desde que cumplí los dos».

En 1998 el fuego devoró varios chamizos y este lunes han vuelto a revivir la pesadilla y el miedo a perder lo poco que tienen al quedarse las llamas a un par de metros de la chabola de Sandra. «Fue duro y estábamos todos con mucho miedo. Tapamos con tierra lo que pudimos porque no tenemos agua corriente, pero las llamas eran tremendas», asegura Raúl, quien habla en nombre de los veinte moradores del poblado que salen de sus 'casitas' para mirar con curiosidad a quienes rompen la monotonía de su mañana al hacer unas cuantas preguntas. Señala Raúl la superficie de maleza quemada, unas garrafas y unos bidones de agua junto al chamizo de Sandra que han dejado preparadas «por si vuelve a pasar». «Si nos pilla durmiendo no lo contamos, nos quemamos«, asegura la mujer, una de las veinte residentes en este enclave que parece propio de siglos pasados.

Este peligroso incendio ha provocado que el Ayuntamiento mueva ficha y (tras la elaboración de un informe municipal poco después del incidente) proceda a la limpieza del entorno del asentamiento, donde se llevó a cabo una gran intervención de retirada de toneladas de enseres en 2017.

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No tienen acceso a servicios básicos de agua corriente y electricidad y el Ayuntamiento procederá a la limpieza de escombros de la zona

En las seis chabolas, los descendientes de Adoración y Antonio, que fallecieron en 2024 (ella) y en 2016 (él), conviven de forma pacífica y «currando en la chatarra, la recogida de palets o lo que salga», aseguran. Aunque el tiempo parace pasar muy despacio en un entorno que no ofrece alternativa alguna y que se encuentra rodeado de enseres y basura. «El más pequeño es Yerai, que tiene once, y la mayor mi tía Maríangeles, mírala que guapa está con 80 que tiene», dice Raúl. La población en este enclave de chamizos del barrio de Las Delicias va variando «hemos sido más y otras veces menos... muchos se van por la falta de trabajo, de soluciones y de todo, la verdad», se sincera el portavoz. Lejos quedan los 34 que llegaron a ser en los años ochenta del siglo pasado y muy por encima de los once que habitaban los chamizos en 2016.

Desde el Área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Valladolid mantienen un control sobre las personas que allí habitan. «Van yendo y viniendo porque es su forma de vida, pero sabemos quiénes y cuántos son. Se hacen informes sobre su situación, se les asesora y se hace un seguimiento para la escolarización de los menores, se les ayuda a cualquier realización de trámites y se les informa de las ayudas a las que pueden acceder», explica su concejal, Rodrigo Nieto.

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Historia de un poblado

  • 1979 Antonio Barrul y Adoración Romero se quedan fuera del traslado de las familias que vivían en chabolas en San Isidro al poblado de La Esperanza. El matrimonio decide entonces levantar la primera chabola en Juana Jugan, donde crían a doce hijos

  • 1998 Un fuego arrasa con varias chabolas y sería uno de los tantos a los que tienen que hacer frente los moradores del asentamiento

  • 2003 Son un total de 34 personas las que han levantado sus 'casitas' y viven el esta zona de Delicias.

  • 2011 El poblado se queda con apenas 11 habitantes, porque muchos han decidido marcharse en busca de mejor vida

  • 2016 Muere Antonio Barrul, fundador del poblado, a los 91 años sin ver cumplido su deseo de ver instalado un grifo.

  • 2018 El Ayuntamiento lleva a cabo el último realojo de los habitantes del poblado, aunque sin éxito porque poco después vuelven.

  • 2019 La Junta firma un protocolo para erradicar el chabolismo en la región y fija 2020 como año para eliminar los 45 asentamientos censados que hay en la comunidad.

  • 2024 Muere Adoración Romero a los 85 años y después de toda una vida en el poblado. Al igual que su marido, fallece sin su deseo cumplido de ver instalado un grifo.

  • 2025 Asociaciones, concejalías y autoridades se reunen para encontrar una solución y mejorar la calidad de vida de estas personas que permanecen sin luz ni agua y rodeadas de escombros desde hace décadas.

  • 2025 Se celebran 600 años desde la llegada del pueblo gitano a España

Su inserción no es fácil y pese a no tienen acceso a servicios básicos de agua corriente y electricidad, pese a que «el frío se les mete en los huesos y en verano no hay quien soporte el calor y los mosquitos», muchos no entienden otra forma de vida que no sea esa. «El último realojo fue en 2018, pero no se les da una casa en propiedad, se les ofrecen soluciones como una alternativa habitacional en forma de alquiler mínimo en viviendas municipales, en ese caso se acabaron volviendo al poblado», explica Nieto. Sucede que no siempre aceptan ese seguimiento que va ligado a la vivienda que se ofrece, porque pasar de un entorno degradado a uno ordinario no es tan sencillo cuando hay personas que no han conocido otra cosa que no sea el poblado.

Raúl pide, en nombre de los Barrul Romero, mejores condiciones de vida. «Lo ideal sería salir de aquí, pero sino se puede pues que al menos podamos tener algo prefabricado y que nos pongan un grifo, que lo llevamos pidiendo desde que vinieron aquí mis abuelos».

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Pasar de un entorno degradado a uno ordinario no es tan sencillo cuando hay personas que no han conocido otra cosa que no sea el poblado

Cargan el agua en garrafas y lo llevan hasta el poblado en carros, cocinan en pequeños camping gas «y sino a la lumbre como se ha hecho toda vida», dice la veterana de estos chamizos, a sus casi 80 años. Las horas pasan de otra forma en el poblado, donde un par de dóciles perros, varios gatos y media docena de gallinas campan a sus anchas sin salirse de esta parcela que no está delimitada.

En busca de una solución

En 2019, la Junta de Castilla y León firmó un protocolo pionero para erradicar en 2020 los asentamientos en la región (unos 45 contabilizados) pero la realidad es que la situación, al menos en Valladolid, continúa como el día de la firma de aquel acuerdo.

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Es más, hoy son el doble de habitantes que hace 10 años y la presencia de Raúl, Magdalena, Yerai, Raúl, Sandra, Manuel... y así hasta 20 nombres, deja en evidencia la continuidad del chabolismo en la capital. Por este motivo, concejalías, policía y asociaciones mantuvieron una reunión el pasado mes de junio para ver «qué solución se podía buscar para dar unas condiciones dignas a estas personas», expone Nieto.

De ese encuentro salió «el planteamiento de comprar o expropiar parte de unos terrenos que actualmente son de la Sareb, para que sea un primer paso a poder intervenir», aseguran fuentes municipales. Allí se encuentra el mayor foco de pobreza de la ciudad. El poblado de los Barrul Romero ocupa un pequeño espacio de las 46,2 hectáreas que constituyen el plan parcial La Florida -entre el Benito Menni, las carreteras de Madrid y Segovia y la zona industrial de la ronda.

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Hace 17 años ya que se aprobó el proyecto que preveía la construcción de 2.762 viviendas y que ampliaría el barrio de Delicias, pero no ha llegado a desarrollarse y desde entonces no se ha movido una sola piedra en esta zona adosada a la mayor escombrera de la ciudad. Los Barrul Romero son los únicos que habitan el gigantesco solar.

Pese a haber interrumpido su espiral de monotonía y haber llegado hasta la puerta de sus casitas, se muestran amables, pacíficos y acceden incluso a enseñar por dentro sus viviendas para que entendamos lo que supone vivir de esa manera. «Nunca han tenido problemas con la autoridad, son personas pacíficas a las que no les consta ningún delito ni por drogas, ni altercados ni nada de esto», aclaran desde el Ayuntamiento.

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Esa apreciación es compartida por la Fundación Secretariado Gitano, que lleva años trabajando con ellos. «Son personas que no han causado problema alguno y cuyos jóvenes han participado y actualmente lo hacen en cursos de formación para el empleo y que muestran interés por ello», comenta Lola Villarrubia. Lamentan que tengan que pasar incendios como el que casi arrasa su poblado para que se ponga de manifiesto la situación de habitabilidad y de riesgo en la que viven. «Llevamos años advirtiendo de esto, vivir en chabolas es una vulneración del derecho social y es triste porque este 2025 se celebran los 600 años de la llegada del pueblo gitano a España y hay escollos que no parecen ser de este siglo. No solo en este asentamiento, también en barrios segredados de Valladolid sobre los que hay que poner especial atención», asegura.

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