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«Queremos recuperar nuestro dinero porque nos lo hemos ganado y es una vergüenza. Ahora mismo estamos sin un duro por su culpa. ¿Cómo le ... explico yo a la casera? ¿Cómo voy a comprar comida para mis hijos? Se han reído de nosotros». Son palabras de Stefanie Ramírez, que hasta hace unos días trabajaba en una céntrica cafetería de la ciudad junto a su marido, Luis Esteban Adames, y otras dos personas. El cierre del establecimiento ha dejado al matrimonio sin cobrar el último mes.
Stefanie explica que son al menos ocho los afectados y que «a los proveedores también les deben, le deben a un montón de gente», en referencia a «el administrador de la empresa, Fernando Antognini» y su pareja, «una chica que no figura en ningún sitio pero que era la que estaba al cargo y ahora se lava las manos». El establecimiento en cuestión, la cafetería París de la avenida del Hospital Militar número 39 de Valladolid, bajó la persiana el pasado 25 de abril. «A nosotros nos comunicaron que iban a echar el cierre un día antes», critica, si bien dos semanas antes los dueños «le confesaron a Luis que la iban a traspasar» y que «seguramente abriría dos días después. Todo mentira».
Los nuevos propietarios «supuestamente se iban a quedar con nosotros, con el personal», pero esa subrogación no se ha producido porque «no han podido entrar». «Los chicos no podían coger la cafetería de un día para otro, tenían que cerrar y dar de baja todo para luego darlo de alta a su nombre», lamenta. Stefanie Ramírez, que es madre de un adolescente de 16 años y un bebé de 22 meses, ha trabajado dos meses en el negocio al igual que su marido. «La verdad es que el primer mes nos pagaron muy bien, incluso fuimos los primeros que cobramos», algo que atribuye a que «no querían que nos fuéramos, porque a la cocinera y al otro camarero, que llevaba seis meses, les pagaron el 16». Un dato que confirma la encargada de los fogones, Araceli Jiménez, quien tiene ocho meses de antigüedad y a quien le adeudan, «echando cuentas, 2.400-2.600 euros» entre una nómina, atrasos, las vacaciones y el finiquito.
Jiménez atribuye lo ocurrido «lo primero a una mala gestión y lo segundo a que ya lo tenían comido, bebido y absorbido», resume con amargura, y afea que «no nos han dado una explicación, sentarnos en una mesa como gente civilizada y haber dicho 'chicos, tengo esta situación, no puedo llegar a más'». «Hay que tener ante todo educación y humanidad, porque han jugado con nosotros, con lo que como, con lo que pago y con lo que tengo. Han jugado con el pan de mis hijos», sentencia. Por eso y porque tiene «un problema familiar fuerte» ya está buscando otra ocupación, mientras hace «malabares» dado que son cinco en casa. «Este mes he ido ya dos veces al banco, me están llamando, me han cortado el Internet de las llamadas...», enumera, pero aun así sostiene rotunda que «llorar no voy a llorar».
Un relato similar hace otro empleado vinculado a la cafetería París «desde junio de 2023», prácticamente desde la apertura, que prefiere mantenerse en el anonimato porque tiene varios procesos judiciales y laborales abiertos para intentar recuperar su dinero. «Yo caigo enfermo en febrero por ansiedad, por estrés, por agobio. He estado de baja tres meses y no me los han abonado», detalla, al igual que «las horas extraordinarias de enero y febrero, las demás no las puedo demostrar». Tampoco ha cobrado las vacaciones, ni el finiquito por despido, ni otros conceptos que tiene reclamados. Con una larga experiencia en la hostelería, –«he estado en muchos sitios y esto no me había pasado nunca»–, asegura que «el negocio funcionaba» pero «ellos todo lo que han ido facturando se lo han ido quedando». Pone como ejemplo que «unos días antes de cerrar hubo una cena de 50 personas con un valor de 42 euros por cabeza. Podían haber pagado a algún trabajador y no han pagado a nadie», lo que le lleva a opinar que «son gente que vive de eso, del engaño y las mentiras».
Desde París Durán Abogados, el bufete que representa a la sociedad limitada que explota la cafetería, Diego París Durán indica que «es una de tantas empresas que no ha podido sostener sus gastos» y por eso «acabamos de iniciar los trámites del concurso de acreedores». Al hilo de esto, añade que «a los trabajadores que se han puesto en contacto con este despacho se les ha indicado que lo que tienen que hacer es demandar a la empresa, porque para eso existe un Fondo de Garantía Salarial que cubre estos incidentes y otros que puedan tener las empresas, precisamente en caso de que no puedan cumplir con sus obligaciones».
Tras dejar claro que a pesar de la coincidencia entre su apellido y el nombre del establecimiento –en ambos casos la capital de Francia– «yo no tengo nada que ver con cafetería París, no soy socio ni nada», Diego París recuerda que «el concurso de acreedores es una obligación del empresario cuando no puede sostener sus deudas, porque en el caso contrario sería declarado concurso culpable». «Es decir, un empresario lo que no puede hacer es demorar 'ad aeternum' su situación de impago, como lamentablemente muchos empresarios hacen. Lo que tiene que hacer en el momento en que ve que no puede remontar es presentar el concurso de acreedores y es lo que ha hecho esta gente», concluye.
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