Un siglo endulzando los paladares tudelanos
El Ayuntamiento reconoce con una placa los cien años de la confitería Guijarro, que sopla velas a través de la tercera generación de la familia fundadora
Con una imponente báscula antigua de hierro fundido, y unos majestuosos muebles de madera, Juan José Guijarro recibe a todos sus clientes, día tras día, ... en laConfitería Guijarro de Tudela de Duero. Un negocio familiar que ya alcanza la tercera generación y que el pasado 26 de febrero celebraba un siglo de vida. La historia se remonta a la fecha en que el abuelo Eleuterio dejó su localidad natal en Burgo de Osma (Soria) y llegó al municipio vallisoletano, en 1924. Por aquel entonces únicamente disponían de un obrador sin tienda y vendía sus productos de pueblo en pueblo.
Fue entonces cuando en 1936 adquirió un pequeño local en frente de la Plaza Mayor de Tudela, donde permaneció hasta 1970. En ese momento, su hijo Antonio le sucedió hasta 1985 y, tras él, Juanjo Guijarro llega a la confitería y toma el relevo de su tío, movido por un deseo que tuvo desde pequeño. «El primer dibujo de un obrador lo hice con once años, aunque no lo publiqué hasta los catorce», comenta. Al terminar el Servicio Militar, ya tenía claro a qué quería dedicarse. «Mi padre me preguntó qué quería estudiar y le dije que quería ser pastelero en Tudela», detalla, ya que por aquel entonces, su familia vivía en Tiana (Barcelona)
Y así fue. Al no poder ingresar en las escuelas profesionales, su padre comenzó a enseñarle en casa. «Además de padre, fue mi maestro y mi consejero», manifiesta. Con la calculadora en la mano, y con un ansia por aprender y continuar con la confitería familiar, Juanjo aterrizó en Tudela de Duero dispuesto a ponerse la chaquetilla.
La pastelería es como una operación de matemáticas, se precisan defórmulas exactas para que el producto tenga el mejor sabor. Sin embargo, para que la Confitería Guijarro continúe en pie durante cien años han sido necesarias más que una cuenta de cálculo. «Hago cosas únicas y sigo trabajando solo casi treinta y nueve años después», comenta Juanjo. La experiencia y las recetas de su abuelo, junto a las recién incorporadas suyas, han logrado situarse entre los comercios históricos de Valladolid. Un logro que hace unos días recibía el reconomiento del Ayuntamiento de Tudela de Duero, que en un acto en la Casa Consistorial rendía homenaje a los cien años que ha soplado el 26 de febrero. La familia Guijarro recogió una placa que conmemora la efeméride.
Nuevo tipo de cliente
Adaptarse a los nuevos tiempos ha sido uno de los mayores desafíos para Guijarro que, sin duda, ha superado con creces. «En los últimos tiempos el cliente está cambiando, la gente más joven quiere comer con menos azúcar, o incluso sin ello, y también sin edulcorantes», expresa. Por ello, comenzó a hacer pruebas en su obrador y a base de prueba y error dio con el ingrediente perfecto; los dátiles. Una manera nueva de endulzar sus productos que les ha situado entre los más vendidos en su página web. «Las primeras me costaron un año que salieran bien», asegura.
Tras conocer a su mujer, informática de profesión, Juanjo abrió una tienda online para continuar dando a conocer sus dulces en un nuevo mercado. Así, no solo ha incluido elaboraciones sin azúcar, sino también una línea vegana y otra para bebés, enfocada esta última en el método BLW (Baby Led Weaning) «Lo descubrimos cuando nació nuestra hija Alba, todo parte de ahí como una manera de iniciar la alimentación complementaria con ella», explica.
Pero aunque sus clientes virtuales se lancen a comprar las 'Bebitas' - pastas elaboradas con harina de trigo, aceite de oliva virgen extra y dátil - y las 'Avelinas' - pastas con harina de avena - los presenciales son fieles a las pastas de té y las cañas, un canutillo de hojaldre relleno de un delicioso y fino chantilly.
Echando la vista atrás, Juanjo asegura que su abuelo se hubiera extrañado que él continuara con el negocio. «No llegó a saber que yo quería ser pastelero porque murió unos meses antes de decir que quería dedicarme a ello.Supongo que le gustaría y estaría emocionado al ver que la confitería sigue, porque es algo que creó él», añade.
Los años pasan, al pastelero tudelano se le acerca la jubilación y su hija tan solo tiene diez años. «Cuando me retire a los 65 años, ella no tendrá edad laboral, pero si se quiere dedicar a esto yo la enseñaré». Alba podría ser la cuarta generación al frente de la Confitería Guijarro. Aunque, hasta entonces, aún quedan unos cuantos años para saberlo.
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