David Villar Vegas
Villar, que colabora con organizaciones por la paz, aboga por retomar los Acuerdos de Oslo como «única solución» para garantizar la coexistencia entre los dos estados
David Villar Vegas (Valladolid, 1993), es profesor del área de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y doctorado en Ciencias ... de las Religiones. El amor universitario lo impulsó a terminar en Madrid el Grado de Historia que cursaba en su ciudad natal, donde descubrió su interés por los textos bíblicos del judaísmo y del islam. Su tesis doctoral en esta materia lo llevó en 2016 a recorrer Jerusalén, donde vivió durante cuatro meses, así como distintas zonas de Palestina e Israel. Allí presenció varios atentados y el confrontar esa realidad despertó una inquietud por el conflicto palestino-israelí, que hoy en día una de sus principales líneas de investigación. En 2023 coordinó unas jornadas sobre los Acuerdos de Oslo en las que consiguió reunir, aunque en distintos días, a los embajadores de Israel y Palestina. En la actualidad colabora con organizaciones por la paz, como 'Coalition for Peace' o 'Alliance for Middle East Peace'. Todo ello ha culminado en un libro en el que reune voces, de un lado y del otro, que analizan el pasado, presente y futuro del proceso de paz.
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–¿Cómo surgió la idea de este libro y qué se va a encontrar el lector?
-Tras las jornadas de 2023 formamos un seminario permanente porque queríamos crear un grupo de trabajo, como el que hubo en la iniciativa de Ginebra. Tuvimos varios problemas porque hablar de esto en España a nivel general es bastante polémico. Es cierto que Israel cada vez ha tenido más terreno y los palestinos no han mejorado su situación, entonces también hay mucha gente que lo ve como un blanqueo, aunque no es así. Hubo gente que se bajó, pero hicimos otra conferencia en septiembre, justo en el 30 aniversario de los Acuerdos de Oslo, poco antes del 7 de octubre. A partir de ahí las personas que estuvieron en esa conferencia, gente israelí y palestina, así como de otras nacionalidades y planteamos si querían estar en el libro, para proponer soluciones y reflexionar sobre el pasado y las narrativas.
–El martes se cumplen dos años del ataque de Hamas del 7 de octubre. Parece que todo empezó ahí, pero es solo el inicio de la fase más cruenta de un conflicto de más de siete décadas con más de 60.000 muertos en territorio palestino. ¿Cuál es el germen de todo esto?
-En el siglo XIX había una población que convivía en paz en lo que era el antiguo imperio otomano. Lo que sucede es que con los pogromos aquí en Europa, en los que había mucho antisemitismo, surge el movimiento sionista, que siempre había estado latente y que es el anhelo de volver a la patria de la que habían sido expulsados en el siglo II. Entonces hay muchos judíos que vienen de Europa y compran tierras de los otomanos. Esos judíos no quieren que los árabes estén ahí y eso los enemista con la población que está en su territorio de toda la vida. Llegamos al 48, cuando se crea el estado de Israel, con una situación en la que no se respetaban los derechos de las poblaciones locales y los palestinos no aceptan esa resolución de la ONU de dos estados, porque tampoco antes se les había tenido en cuenta. De ahí derivan las guerras contra Israel de otros países árabes, que ha ido ganando y anexionando territorio.
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–Un punto de inflexión fue el proceso de Oslo de los años 90 y del que en parte versa su libro. ¿En qué consistió y por qué fracasa?
-Por primera vez se reconocen mutuamente palestinos e israelíes y se crea la autoridad estatal palestina con el objetivo que pudiera haber un estado en un futuro. Pero la paz no se logra, se produce el asesinato del primer ministro israelí, Isaac Rabin, a manos de un ultraderechista judío contrario los acuerdos y Palestina se retira. A partir de ahí se producen distintas oleadas. En los años 2000 tiene lugar la segunda intifada y la invasión de Gaza y se vuelve dinamitar todo otra vez. Continúa hasta 2014, con los asentamientos israelíes extendiéndose en la parte de Cisjordania. Con la administración de Obama se produce una moratoria de 10 meses. Pero a partir de la llegada al poder de Benjamin Netanyahu se establece un 'status quo' por el cual Israel va aumentando sus asentamientos en Cisjordania y Hamas perpetrando atentados contra los israelíes.
«Llegamos a la creación del Estado de Israel con una situación en la que no se respetaban los derechos de las poblaciones locales»
–¿En qué punto estaba el conflicto antes del ataque del 7 de octubre?
-El tema del conflicto estaba muerto, nadie hablaba de ello. Israel estaba muy próximo a firmar la normalización de las relaciones con Arabia Saudí, en el contexto de los acuerdos de Abraham, lo que hubiera supuesto casi eliminar las aspiraciones de los palestinos. Aunque no sé hasta qué punto hubieran firmado porque si que se mantenía que tenía que haber un estado palestino. En cualquier caso, el conflicto estaba muerto. Hamas cuando perpetra el ataque del 7 de octubre sabe perfectamente que Israel va a responder de una forma brutal. Pero quiere que la causa palestina vuelva a estar en el mundo, que se vuelva a hablar de ello y que no se firme ese acuerdo de normalización, por eso hace el 7 de octubre.
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–Supongo que también en cierto modo a Israel le ha venido bien para perpetrar esta masacre y eliminar a los gazatíes
-Venirle muy bien tampoco, por todo el gasto militar que está haciendo y porque a lo mejor podría haber normalizado las relaciones con Arabia Saudí. Si que es cierto que Benjamín Netanyahu sabe la situación que tiene, él está perseguido por muchísima corrupción. Había muchísimas manifestaciones por la reforma judicial con la que quería eliminar el equilibrio de poderes entre el parlamento y el poder judicial, que es bastante bueno. En ese sentido esa situación ya está apagada porque se extinguieron esas protestas debido a la guerra.
–Decía usted en otra entrevista que, pese al fracaso, la solución al conflicto está en el marco de los acuerdos de Oslo de los que hablaba antes
-Siendo realista, la única solución que puede eliminar el conflicto y respetar el legítimo derecho de ambas partes está en el marco de esos acuerdos, porque los asentamientos de Israel en Cisjordania se han incrementado mucho. Hay una fórmula que es la conferencia de los dos estados, con Jerusalén con capital confederal compartida entre ambos. Con la situación actual es casi imposible de aplicar, pero a la vez es la única si de verdad se quiere alcanzar una solución en la que se respeten los derechos y garantías de ambas poblaciones. La alternativa sería eliminar a una de las partes, que espero que nunca se de, o seguir con la situación de conflicto.
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–¿Cuál es el mayor obstáculo?
-El mayor obstáculo que hay para esto, a parte de Hamas, es el Gobierno de Israel, que no quiere tener nada que ver con los palestinos y está por supuesto intentando eliminarles.
–¿Lo calificaría de Genocidio?
-Yo cito siempre a un autor judío, que se llama Michael Rood, que él piensa que es un genocidio. Dice que el genocidio no es el criterio moral para determinar que una cosa esté bien o una cosa esté mal. Es decir, todo el mundo sabe que un genocidio es una barbaridad. El que a lo mejor ahora mismo un tribunal no lo haya determinado, ni reduce ni agrava lo que está pasando, que es horroroso. No voy a entrar en esa discusión porque no me gusta cómo se ha politizado el término desde un primer momento. Hamas ya lo ha empezado a utilizar y creo que se ha pervertido.
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«El que un tribunal no haya determinado que es un genocidio ni reduce ni agrava lo que está pasando»
–Con este desequilibrio de fuerzas, ¿Hay futuro para Palestina?
-Creo que la presión internacional debe ser fuerte, pero también inteligente. Por ejemplo, cuando Israel intentó legitimar la anexión de Cisjordania, fue Emiratos Árabes quien advirtió de que, si lo hacía, se romperían los Acuerdos de Abraham. Aparte de Donald Trump, nadie lo apoyó. Eso muestra que la presión internacional a Israel debe ser realista y ejercerse en los puntos donde realmente puede generar cambios, como en estos países o en Estados Unidos. Por supuesto, intentar que Hamás desaparezca como grupo terrorista con un abandono de armas. Y en Israel apoyar a la oposición, que ahora está muy diezmada, porque hay entes que de verdad quieren tener un acuerdo con los palestinos. Esperemos, por la paz, que en las elecciones del próximo año en Israel haya un cambio político que permita que la situación mejore y que esto tenga un futuro mejor que el que pinta ahora.
–¿Cuál ha sido el papel hasta ahora de la comunidad internacional?
-Nadie se preocupaba de esto hasta el 7 de octubre. Los países lo están utilizando, desde mi punto de vista, en clave de política nacional. El único país que ha hecho las cosas bien ha sido Bélgica, pero dijo que iba a reconocer el Estado de Palestina, pero a cambio de cuestiones políticas. Es decir, a cambio de que Hamas desapareciera, a cambio de que que se fueran los colonos radicales, a cambio de que los ministros radicales de israel se marcharan. Entonces, hay que hacer cosas que valgan, no gestos de cara a la galería, porque eso alimenta mucho la frustración de la gente que vive allí. Yo estoy en contacto a diario con personas tanto de Gaza como de Cisjordania y se sienten engañados con todo esto. Fíjate, por ejemplo, en la Asamblea de la ONU, cuántos países como España o Francia han apoyado el reconocimiento de Palestina, y luego, cuando Trump presentó su plan, lo respaldaron sin dudar. Es un poco contradictorio, ¿no?
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