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Valladolid
El peligroso silo de la avenida de Gijón vuelve a mostrar sus tripas: «Es como el juego del gato y el ratón»Los vándalos rompen el cierre de la entrada posterior y acceden de nuevo al edificio abandonado dos meses después de que fuera sellado por Agropal
«Si que lo cerraron, pero esto es como el juego del gato y el ratón hasta que hagan algo con este edificio de una ... vez o pase algo serio», suspiran los vecinos de las casas molineras del inicio del camino de la Virgen de la Merced, de las que parte un sendero que conduce a la parte posterior del abandonado y vandalizado silo de cereal del número 40 de la avenida de Gijón. Y hacen así alusión al tira y afloja entre los propietarios del inmueble catalogado y los gamberros que en los últimos días han vuelto a forzar uno de los accesos al recinto para recorrer su peligroso interior.
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El silo en cuestión, que fue abandonado a finales del siglo pasado y que desde hace tres años es propiedad de la cooperativa palentina Agropal, fue sellado hace poco más de un par de meses a raíz de un incidente en el que una chica de 14 años tuvo que ser rescatada de su cubierta (el pasado 19 de marzo) al quedar atrapada y colgada de un cable en su tejado a treinta metros de altura.
Un viejo mapa de carreteras del MOPU evidencia el abandono de las oficinas a finales del siglo pasado
El inmueble se había convertido en los últimos años en un peligroso espacio de juegos, y vandalismo, para grupos de jóvenes que accedían a un interior repleto de trampas -cabe recordar su pasado agrícola como almacén- y que lo han llenado de grafitis tanto por fuera como por dentro e, incluso, en los muros de su cubierta.
Así que la empresa, que ya ha anunciado su voluntad de recuperar a medio plazo este edificio, cuya altura equivale a un bloque de siete alturas, procedió entre abril y mayo a sellar todos los puntos de acceso del perímetro que habían sido abiertos en los últimos meses (por unos barrotes arrancados de la entrada principal y a través de un boquete en la valle de la parte de atrás) y soldó también la reja de una de las ventanas por las que se podía acceder a su más que peligroso interior.
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A los pocos días volvió a abrirse un agujero en la valla. Y volvió a soldarse. Pero los vándalos han ido ahora más allí y han cortado directamente la gruesa cadena y el candado de grandes dimensiones que mantenía cerrado el portón de la parte posterior del recinto, que se encuentra ahora abierto de par en par y que facilita de nuevo la entrada a las instalaciones, no exentas de peligro también en torno al silo en sí, a todo aquel que quiera desde el sendero que discurre entre la avenida de Gijón y el camino de la Virgen de la Merced.
La reja soldada en el punto de entrada habitual al viejo almacén permanece por ahora cerrada y no se atisba otra vía de entrada al mismo. Pero en la parcela que rodea al silo, en la que también hay algún peligroso boquete tapado con simples chapas, hay unas pequeñas edificaciones auxiliares de una planta, que presentan los cristales rotos recientemente y su interior también repleto de pintadas.
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En su interior llama la atención el mobiliario, propio del siglo pasado, como evidencia un viejo mapa de carreteras (en papel) del MOPU, que aún luce su precio en pesetas (1.200 costaba), olvidado sobre un escritorio en el que el tiempo parece haberse detenido y mostrar cuando se abandonaron definitivamente las instalaciones, en torno a los años noventa.
El silo, construido en 1949 dentro de la red estatal de almacenes de granos, permaneció en manos del Gobierno central hasta su traspaso en favor de la Junta en 2002, quien lo mantuvo sin uso durante veinte años hasta que acabó sacando su propiedad a subasta en 2022. Fue entonces cuando fue adquirido por Agropal por 257.883 euros.
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La cooperativa anunció en abril que trabaja en un proyecto para transformar el viejo silo, que cuenta con un elevado grado de protección, para convertirlo en un edificio de oficinas con un posible uso como supermercado de su parte inferior. Pero se trata, acotaron, de un proyecto a medio plazo.
Hasta entonces todo apunta a que continuará «el juego del gato y el ratón» entre sus propietarios y los gamberros que de nuevo frecuentan el interior de un inmueble protegido que comenzó a ser blanco del vandalismo en 2014, cuando aún estaba en manos de la administración autonómica, y cuyo proceso de deterioro se ha visto agravado en los últimos tres años.
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El Ayuntamiento tuvo que requerir en abril a la cooperativa para que sellara su acceso. Y así lo hicieron. Y de nuevo en mayo para cerrar un nuevo boquete. Las puertas del silo, sin embargo, vuelven a estar ahora abiertas de par en par. Suma y sigue.
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