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El claustro del colegio San José de Valladolid es todo un homenaje a los alumnos que han pasado por sus aulas desde su fundación en ... 1881. Sus paredes están jalonadas por infinidad de orlas de generaciones pasadas, en las que aparecen los rostros y nombres de alumnos y profesores que dejaron su huella en este centro educativo. Sin embargo, hay un hueco que llama especialmente la atención. Es el que corresponde a la orla del año 1956, la de la promoción de Álvaro Pombo. Resulta que esta orla ha viajado hasta Alcalá de Henares para ocupar un lugar privilegiado en la exposición 'Una narrativa de la fragilidad.
Homenaje al Premio Cervantes 2024'. Esta muestra ha sido organizada por el Ministerio de Cultura, la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura, y la Universidad de Alcalá. En ella se exhiben unos 150 recuerdos y objetos importantes del que fue antiguo alumno del colegio vallisoletano desde 1954 a 1956. Puede visitarse en el Museo Luis González Robles en la universidad alcalaína hasta el 20 de junio, en horario de mañana y tarde, de martes a viernes.
Álvaro Pombo no lo dudó. Cuando fue informado de que iba a recibir de manos del Rey Felipe VI el premio más importante de las letras en lengua española y de que se estaba trabajando en una exposición-homenaje en su honor, quiso que el colegio San José estuviera presente en ella, por ser parte esencial de su historia personal, de su historia de amor por las letras. «El San José fue muy importante para mí. Yo quería mucho al colegio y me coincidió en mi mejor época del aprendizaje como escritor. Tenía ya quince y dieciséis años. Tenía entonces más 'aire' de escritor que en los Escolapios de Santander, donde aún no era 'tan' escritor», cuenta el autor, muy orgulloso del lugar que ocupa el colegio San José en su vida. «La formación jesuita incluía una figura que eran los maestrillos, que tenían veintitantos años, pasaban de Filosofía a Teología y hacían tres años de prácticas pedagógicas. Era gente con la que podías jugar al fútbol, pelearte y a quienes leer los cuentos que escribías», recuerda. Entre ellos, uno dejó le una huella imborrable, José María Cagigal, a quien Pombo recuerda con especial emoción. «Cagigal era un héroe griego, un personaje mítico. Fundó el INEF (Instituto Nacional de Educación Física) e influyó definitivamente en una nueva generación de deportistas. Fue maestrillo mío mientras componía 'Hombres y deporte'. Yo no era precisamente deportista, pero me convertí en un entusiasta del deporte, en un entusiasta del hermoso entusiasmo de los poetas alemanes», dice.
Cagigal no solo alentó la vocación del Pombo adolescente, sino que marcó su manera de mirar el mundo. «Cuando murió en aquel accidente de aviación tuve durante mucho tiempo una intensa sensación de orfandad. Pero yo sentí la soledad y la orfandad que nunca había sentido hasta entonces: la muerte de un hermano. Siempre lo eché de menos. Todo esto podía combinarse en el colegio San José con la conversación y con el estudio y con ser un locus amoenus para todos nosotros. También fue, porque José María Cagigal lo era, un momento de sincera voluntad cristiana, de sincera fe en la divinidad de Jesucristo. Pensar que nosotros éramos contingentes y que Dios era necesario, aportaba un punto magistral, heroico, poderosamente narrativo a la medida de entonces. Y así continuó siendo hasta el día de hoy», añade.
Han sido muchas las veces en las que Pombo ha hecho gala del valor de la formación jesuita recibida en Valladolid. «Siempre me quedará todo de decir, a pesar de todo lo que llevo dicho, que es la influencia en mis libros y artículos de todos estos años. Los jóvenes jesuitas de la época de José María Cagigal aportaron la energía espiritual que necesitamos todos para vivir. Y eso aún lo conservo», afirma.
La última visita de Pombo al colegio vallisoletano fue en 2023, en el marco de la exposición 'El fuego de la conciencia', comisariada por Mario Crespo. «Fue una visita muy sentimental… Estaba todo igual, el patio de las columnas, los pasillos alicatados, el inmenso patio de juegos… en ese patio de ese colegio, con Cagigal, con Nacho Collantes y los demás compañeros de la orla, fui feliz o discretamente feliz», rememora. Para él, el gesto de incluir la orla del San José en la exposición tiene un profundo simbolismo. «En la orla estamos el curso entero. Estar en una orla era una costumbre antigua del colegio, te identificabas con tu grupo a través de las fotos de la orla», explica el autor, que aprovecha para dar un consejo a los estudiantes que hoy recorren los mismos pasillos que él pisó hace más de siete décadas: «Soñar con escribir es como soñar con ser futbolista del Real Madrid, tienes que meterte en un engranaje y ser constante. Una carrera de escritor son ochenta y cinco años».
Mientras los visitantes de la exposición disfrutan de la orla, en el San José, ese hueco vacío ha cobrado nueva vida con un collage de imágenes del paso de Pombo por el centro y una selección de los mejores relatos escritos por los alumnos de Bachillerato, que han imaginado «un día de Álvaro Pombo en el colegio», y que 70 años después, sirven para redescubrir la huella literaria y humana del autor. La comunidad educativa del colegio vallisoletano está encantada con haber prestado esta preciada orla para la exposición. Para ellos es un orgullo este reconocimiento a su ilustre antiguo alumno, «a su extraordinaria personalidad creadora, su lírica singular y su original narración, su notabilísimo nivel como poeta y ensayista«.
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