Muere Jerónimo Martín, sacerdote vallisoletano y coleccionista de 'Quijotes'
Nacido en Montealegre de Campos, ejerció como párroco de San Miguel y San Julián durante más de tres decenios y ha fallecido a los 86 años
Compareció ante sus fieles por última vez en el altar el pasado martes. Ofició la misa de doce y un día después falleció en su casa, donde residía con sus dos hermanas. Jerónimo Martín desempeñó el sacerdocio en la parroquia de San Miguel y San Julián durante más de treinta años, y aunque se jubiló en 2004, a sus 86 años seguía ofreciendo ocasionalmente su servicio pastoral en las Huelgas Reales, en las teresianas y en San Benito. Y desde 2020 también en su iglesia de toda la vida, de la que nunca acabó de desligarse del todo porque en San Miguel y San Julián, además de la eucaristía diaria, atendía al grupo de vida ascendente que cada lunes se reúne para comentar las lecturas del Evangelio.
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Varios testimonios le definen como «un gran predicador», con un verbo forjado en su pasión por la literatura y la pedagogía. Nacido en 1935, celebró en 2019 sus 60 años de sacerdocio. Había cursado estudios de Teología y Filosofía y Letras en Palencia, Valladolid y Roma, ejerciendo después su labor sacerdotal en diferentes ámbitos: coadjutor en Íscar, capellán del colegio mayor Santa Cruz, delegado de Cáritas y profesor de literatura en el Seminario Diocesano y en varios institutos de Valladolid. Además de especialista en Filología Románica, su pasión más allá del altar le llevó a la literatura. A ella se encomendó como ávido lector y entusiasta de la obra cervantina. Tal era su devoción por 'El Quijote' que ha llegado a atesorar una colección de más de cincuenta ejemplares.
En agosto de 2016 su localidad natal, Montealegre de Campos, acogió una exposición de ese amplio repertorio de la obra cumbre de Cervantes, con libros que cedió para la muestra organizada por la asociación cultural Mirabel. Entre las joyas bibliográficas exhibidas resultó especialmente llamativo un libro de la segunda parte del 'Quijote' de la edición de 1674, llevada a imprenta en Madrid por Roque Rico de Miranda, la primera tirada ilustrada impresa en la Península. «A lo largo de su vida ha acumulado cientos de libros; tantos que los tiene repartidos en tres casas de familiares; te lo encontrabas por la calle siempre con una bolsa en la que había títulos en continuo trasiego de estanterías», refiere Javier Carlos Gómez, párroco de San Miguel y San Nicolás. Cuando en 1995 llegó a esta parroquia, al frente se encontraba Jerónimo Martín, a quien acompañó durante nueve años en las tareas litúrgicas. «En San Miguel hizo una obra tremenda –sostiene–; fue el artífice de todos los cambios que se hicieron en la iglesia, de su restauración por dentro y por fuera».
«Transmitía optimismo»
El afán de Jerónimo por hacer «una liturgia más participativa y abierta a la gente» era una de sus señas de identidad. «Y el optimismo que transmitía en cada homilía; tenía una expresión típica: 'Pues claro que sí'. Era un gran comunicador», remacha el actual sacerdote al frente de San Miguel y San Nicolás.
La admiración hacia el Papa Francisco y la Compañía de Jesús fueron objeto de disertación en alguna de las conferencias de Jerónimo, quien llegó a expresar que «el ser jesuita» del Pontífice le «cautivaba» por sus altos valores didácticos y pedagógicos. En sus prédicas, también solía manejar a menudo la idea de que los ciudadanos somos sujetos de deberes y derechos. «Digo deberes y pospongo la palabra derechos, porque no hay más que coger los medios de comunicación y siempre va por delante el derecho y aquí el orden de factores altera el producto –apuntaba en una de sus conferencias–. Solo el que cumple con su deber tiene derecho a reclamar lo que le toca en consecuencia».
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Al término de su última eucaristía el pasado martes comentó Jerónimo Martín a algunos de sus allegados que se notaba cansado, con algo de fatiga. Un día después fallecía. En la tarde de este jueves se ha celebrado en su parroquia de toda la vida el funeral oficiado por el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, recibiendo después sepultura en Montealegre de Campos.
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