Malinche y Martín Cortés cuentan los abusos en las Indias a los vallisoletanos
Una ruta teatralizada recorre los lugares clave de la Controversia de Valladolid que debatió los derechos de los indígenas en 1550
A los seis años, en 1529, Martín Cortés, fue enviado a Valladolid por su padre, Hernán el conquistador. Cruzó el Atlántico y no volvió a ... ver a su madre, Malinche. Ambos coinciden ahora en la ruta teatralizada de la Controversia de Valladolid, la Junta que se celebró entre 1550 y 1551 en el Colegio de San Gregorio para determinar el trato que debía darse a los indígenas. El jesuita Juan Ginés de Sepúlveda y el dominico Bartolomé de las Casas lideraron las dos tesis enfrentadas sobre la conquista de las Indias.
La ruta, que se celebrará los sábados, comienza en el Palacio de Santa Cruz a las 11:00 h. Jorge Febrero es el guía y los cuatro personajes citados esperan a la expedición en otros tantos edificios históricos de la ciudad.
Primera parada, el Aula Triste del palacio renacentista. Allí espera una de las mujeres azteca entregada a los españoles como esclava, Malinche. Se convirtió en la traductora de Hernán Cortés y ha pasado a la historia como madre de uno de los primeros mestizos. Con su suave acento mexicano Mariel Anaid Galindo, la actriz que la encarna, narra el 'Sermón de Adviento' de Antonio de Montesinos (21 de diciembre de 1511), en La Española. El dominico denunció la esclavitud a la que sometían los españoles a los indios. El almirante Colón pidió que se retractase pero al siguiente domingo, multiplicada la parroquia, volvió a preguntar: «¿Es que acaso estos no son hombres?», refiriendo el trato vejatorio que recibían los indígenas.
Jorge Febrero recuerda el afán evangelizador de Isabel la Católica, una vez unificados sus territorios peninsulares bajo «la misma religión y lengua». Sus encomiendas, las leyes que debían regir los territorios del Nuevo Mundo, consideraban a sus habitantes vasallos suyos, ciudadanos. Pagar por la tierra y evangelizar era la teoría, pero la praxis derivó en abusos, como cuenta Martín Cortés en la Catedral. Allí no puede entrar una de las integrantes de la expedición que se desplaza en silla de ruedas ya que la rampa adaptada termina en el insalvable marco de la puerta.
El joven militar, al que da vida Juan Carlos Llanos, recibe en la capilla bautismal de la seo a la comitiva. Cuenta cómo su padre se enriqueció gracias a los trabajos forzosos impuestos a los indígenas sin observar el requisito de garantizar su bienestar. Al cabo, quien «otorgó más reinos a la corona que ciudades habían heredado de sus padres» murió «arruinado y repudiado», dice Martín quien, durante once años, fue paje de la emperatriz antes de ingresar en el Ejército.
Idolatría y sacrificios humanos
Febrero aprovecha para destacar que en esa Catedral se imprimieron durante dos siglos y medio las guías-catecismo para aprender a leer, distribuidas por todo el mundo hispánico. De allí al Palacio Real que mandó construir Francisco de los Cobos. Un hombre lo llena todo con su potente voz, con su rotundo porte cubierto con hábito negro. Es Juan Ginés de Sepúlveda (Rubén Pérez) que anda ya un poco incómodo por la obligada convivencia con sus contrincantes en la Junta que a nombre a la ruta. Defiende la guerra «justa, santa y necesaria». La idolatría de los indígenas es motivo suficiente para combatirlos, para «sujetarlos» y «abrir camino a la fe». A los ídolos se unen los sacrificios de inocentes, «20.000 al año». «¿Cómo no les voy a considerar seres humanos a los indígenas si son capaces de pecar? No como Bartolomé, que cree que están en la inocencia y por tanto les iguala a los animales que actúan por instinto», declama apasionado.
Sepúlveda confía en la «nobleza del corazón de los reyes», en la «justicia de nuestra fe»y en la «santidad de nuestros santos».
Su contrincante está en el patio de San Gregorio, hábito blanco, tono igualmente apasionado el del autor de la 'Brevísima relación de la destrucción de las Indias'. De las Casas relata matanzas, destrucción, venganzas que «ni los turcos cometieron». Pervirtieron la voluntad de los Reyes Católicos «que nunca firmaron una cédula para guerrear. Hay riqueza suficiente para quien quiera trabajarla sin tener que hacer daño a los indios».
Las tesis de Bartolomé pasaron a la posteridad como un esbozo de los futuros derechos humanos. Cada sábado pueden intervenir en el debate previa inscripción en la web del Ayuntamiento. La visita tiene un coste de 12 euros, con descuentos para algunos colectivos.
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