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Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal. Alberto Mingueza

Valladolid

Luis Argüello: «Muchas veces no se cuida el respeto en la fila para comulgar»

El arzobispo de Valladolid recuerda a los sacerdotes que han de vestirse de forma adecuada para celebrar la Eucaristía: «No es disculpa decir: 'Como hace mucho calor, no me pongo casulla'»

Víctor Vela

Valladolid

Jueves, 17 de julio 2025, 06:39

El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, ha reservado este miércoles su carta pastoral para recordar a fieles y religiosos ... que han de cuidar las formas a la hora de participar en la celebración de la Eucaristía. «La Eucaristía ni es un acto individual que exprese nuestra singular piedad -valiosa, por supuesto- ni tampoco del pequeño grupo que celebra, sino que es una celebración de la Iglesia», asegura Argüello, quien insiste en que hay que «cuidar la manera de acercarnos a comulgar».

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«Muchas veces en la fila de los comulgantes no se cuida este respeto, este asombro ante lo que vamos a vivir», dice el arzobispo vallisoletano, para comentar a continuación cómo ha de recibirse el sacramento.

«Si comulgamos con la mano -explica- hay que ofrecerla en forma de cruz, como una pequeña cuna a la que el Señor viene, y comulgar respetuosamente ante el propio celebrante, ante el propio Señor, pues Él mismo se da a Sí mismo diciéndonos: 'Cuerpo de Cristo', y nosotros respondiendo: 'Amén'».

Argüello subraya que «no hay partes del cuerpo más dignas que otras» y que, por lo tanto, «no se expresa mayor respeto en la comunión por comulgar en la boca que por comulgar en la mano. El respeto está en el corazón en estado de gracia para recibir al Señor y en el espíritu de la adoración». Del mismo modo, apunta que «cada fiel cristiano puede expresar con su propio cuerpo la manera en la que el asombro eucarístico se manifiesta en él: en la inclinación, en ponerse de rodillas en el comulgatorio, en comulgar con la mano, en recibir al Señor en la boca».

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Pero destaca, eso sí, que «el pueblo santo de Dios ha de cuidar cómo viene vestido a la Eucaristía, desde la antigua tradición de vestirse de fiesta o de Domingo para celebrar el Día del Señor». «Vamos a celebrar la Pascua del Señor, por eso ha de cuidarse el decoro en el vestir, el respeto al Señor y también el respeto a los hermanos en la manera en la que vamos vestidos».

El mensaje de respeto lanzado por Argüello no solo se dirige a los fieles, sino también a los sacerdotes y religiosos. «Es importante cómo nos disponemos en el vestido a la hora de celebrar la Eucaristía. El sacerdote, con el alba y la casulla». Por eso, el presidente de la Conferencia Episcopal recalca: «No es buena disculpa decir: 'Como hace mucho calor, en este tiempo no me pongo casulla'».

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El arzobispo de Valladolid indica que «hay que cuidar la celebración de la Eucaristía en lo importante», pero también en «los detalles». Así, afirma que «a la hora de ahondar en el misterio de la Eucaristía para que se convierta en una expresión de lo que creemos, hemos de mejorar mucho el cuidado del silencio». Un silencio que, dice Argüello, ha de inundar el templo «antes de comenzar la Eucaristía, durante su celebración y al final». Un silencio que no se contradice, sino que «dialoga», con el canto. «El inicial nos ayuda a formar asamblea, a sabernos convocados y reunidos en el nombre del Señor, un pueblo que canta unido». Por eso, ensalza la importancia del coro, «que ayuda al pueblo de Dios a orar y cantar». Pero advierte: «También en los cánticos hemos de cuidar que cuando interpretamos alguna de las partes comunes de la Eucaristía que tienen una letra propia, respetemos la letra».

E insiste Argüello en la disposición personal a la hora de acercarse a recibir la comunión. «Algunos hermanos apenas comulgan y podríamos decirles: '¿Cómo vas a sostener tu vida de fe si no te alimentas, si no recibes al Señor?' Otros hermanos, quizás, puedan comulgar de manera frívola, sin disponer el corazón, sin acercarse con espíritu de respeto y adoración. Por eso, cuidemos el momento de la comunión, examinando nuestra conciencia, sabiendo que ninguno somos dignos de que el Señor venga a nuestra casa, pero que una palabra suya bastará para sanarnos», concluye el arzobispo vallisoletano.

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