Komplot: de los carteles con estrellas del techno, al cartel de 'Se alquila'

Komplot abrió sus puertas en en septiembre de 1994 en Zaratán «como una discoteca de pueblo», explica el residente. Allí se pinchaba música de todo tipo y se abría de 22:00 horas a 5:00 horas, pero todo cambió en el inicio del año 1995, cuando la sala dio un giro completo, abrió como discoteca específica de techno y la hora de apertura se puso a las 6 de la mañana. «Los inicios fueron complicados. Al principio aquí venían cinco personas, poco a poco se fue corriendo la voz y cada sábado venía más gente. Cuando cerraban las discotecas de Valladolid no había un sitio al que poder ir y al final el boca a boca nos llevó a tener cada noche entre 1.500 y 2.000 personas», rememora Chuchi.

Valladolid pasó a formar parte de la denominada ruta del bakalao, pese a encontrarse alejada de ciudades como Valencia, Barcelona o Madrid, donde el boom de las salas de música techno se dejó notar con especial fuerza. «Valladolid era pionera en la música electrónica. Nosotros no competíamos ni con Madrid, ni con Valencia, ni con Barcelona. Se nos incluyó en la ruta del bakalao, que era lo que era. Hay mucha leyenda negra que señala a esta ruta por las drogas, pero la realidad era otra. La droga de los que venían aquí era la música», sentencia el dj residente de la sala, que lideraba un grupo de pinchadiscos en el que compartía protagonismo con dj Michael y dj Kata.

Pero Komplot no solo era una discoteca de techno, también funcionaba como un sala de conciertos que acogió giras de lo más interesantes. ¿Cuánto podría pagar un rockero por asistir, cuando la pandemia lo permita, a un concierto conjunto de Extremoduro y Platero y Tú? La cifra en euros puede incluir perfectamente tres números. Pues hace 25 años, el 11 de octubre de 1996, la sala Komplot albergó un directo de estas dos bandas, lideradas por Robe Iniesta y Fito Cabrales, y el precio de la entrada fue de 1.800 pesetas, 10,80 euros al cambio.

La vida se ha encarecido con el paso de los años, pero Chuchi Komplot no oculta que en aquella época la discoteca para la que trabajaba era un negocio más que rentable. «Recuerdo que una noche se vendió tanto que los camareros no daban abasto para vaciar las cajas. Así que fueron tirando los billetes y las monedas al suelo de la oficina y al final tuvo que venir una empresa de seguridad a contar el dinero», explica.

¿Cómo se consiguen cajas tan grandes a unas horas en las que la venta de copas era casi testimonial? Komplot tenía un secreto, como muchas de las salas de la época. «La entrada valía 1.000 'pelas', pero allí la gente bebía agua. El dueño cortaba el agua fría y solo dejaba la caliente. Así que para poder beber tenías que ir a la barra a por una botella, que costaba 500 'pelas'», relata Chuchi, quien guarda en su memoria centenares de anécdotas en esta nave que ahora se alquila en Zaratán y que hace un cuarto de siglo era un lugar de peregrinación para los amantes de un estilo musical que antes llenaba salas.