Recreación de la primera inmersión prolongada de un buzo en el río Pisuerga que tuvo lugar en 1602. Gabriel Villamil

El Hilo

Jerónimo Ayanz, el Leonardo Da Vinci español que se estrenó en el Pisuerga

El polifacético inventor navarro diseñó la primera escafandra de buceo y con ella logró permanecer durante más de una hora bajo el agua del río a su paso por Valladolid

Carolina Amo

Valladolid

Sábado, 22 de febrero 2025, 08:27

Un lejano 2 de agosto de 1602 Valladolid fue testigo de un hecho que por entonces resultaba innovador y extraordinario. Jerónimo Ayanz, un versátil inventor ... navarro conocido como el Leonardo Da Vinci español, se enfundó en lo que sería el primer traje de buzo de la historia para adentrarse en las aguas del Pisuerga. Algo más de sesenta minutos de inmersión a tres metros de profundidad, que al parecer no fueron los más apasionantes para Felipe III que mandó la inmediata subida del buzo para comprobar si seguía vivo. Un acontecimiento histórico del que años más adelante se haría una recreación y que dejaría su recuerdo en la ciudad. Abro hilo:

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↓ Aunque ya se habían realizado algunos intentos en las ciudades de Toledo y Lisboa, en donde las personas se sumergían dentro de una campana, la de Valladolid es considerada como la primera inmersión de larga duración documentada. En las aguas del Pisuerga se zambulló un buzo que, además de ser el precursor del buceo moderno, fue el creador de la primera indumentaria registrada para este hecho.

Recreación en el año 2016 de la primera inmersión subacuática prolongada de la historia en el río Pisuerga de Valladolid El Norte

↓ El invento fue presentado por Jerónimo de Ayanz, un joven navarro que, además de militar, científico, político y empresario, destacó por ser uno de los inventores más prolíficos de su tiempo registrando más de 50 patentes. Cuando el rey Felipe III trasladó la capital a Valladolid, Ayanz se mudó con la corte estableciendo su residencia y todo su equipo de laboratorio en la calle Cadena de Valladolid. Era un hombre adelantado a su tiempo y de eso no quedó ninguna duda pues no dudó en presentar su proyecto ante el rey y su corte para poner a prueba el primer modelo de escafandra. Un modelo que años más adelante sería mejorado por ingleses y franceses.

Escultura en minuatura a orillas del Pisuerga que recrea al inventor Ayanz el día de la inmersión. Rodrigo Ucero

↓ En agosto de 1602, y contando con la atenta presencia de Felipe III y su tribunal, el pionero del invento se sumergió a tres metros de profundidad en una de las zonas más hondas del Pisuerga a su paso por la capital. Si de por sí el hecho ya era innovador, el traje diseñado por el Da Vinci español contaba con una renovación continua de aire, un detalle con el que no se había contado en anteriores ocasiones. Este nuevo complemento, a diferencia del sistema de campana, podía permitir que el buzo permaneciera un largo tiempo sin salir al exterior y, sobre todo, contaba con una libertad de movimiento imprescindible. Esto último suponía para Ayanz una ayuda extra para su principal propósito: rescatar riquezas del fondo del mar y recoger perlas en Américia, donde son muy abundantes.

Diseños de los equipos de buceo de Jerónimo de Ayanz conservados en el Archivo de Indias. El Norte

↓ El modelo del navarro distaba mucho del primer equipo de buceo. Todos los detalles de la indumentaria permanecen registrados en el Archivo General de Simancas que permiten conocer más a fondo el rompedor ingenio. El traje hecho en su totalidad de piel de vacuno contaba con dos conductos que permitían la entrada y la expulsión de aire. Esta idea ponía solución al deficiente sistema de las campanas, que no permitían esta renovación y limitaban aún más el tiempo que el buzo podía permanecer sumergido. Los conductos partían de una rudimentaria escafandra y se conectaban a un fuelle que impulsaba el aire.

Javier Marqués frente a la escultura que recrea el primer diseño de traje de buzo de Ayanz. El Norte

↓ Fue el propio Felipe III quien encargó a Ayanz el reto que por aquel entonces suponía demostrar la eficacia de su ingenio bajo el Pisuerga, según recoge el libro 'Valladolid Universal', de Roberto Alonso. Entre el público congregado para presenciar semejante espectáculo se encontraban cortesanos, gente de alta alcurnia y varios espectadores del pueblo llano que acudían a la cita a orillas del río con un cierto trasfondo de lujo y teatralidad. La ubicación corrió también a elección del rey, que se decantó por el escenario que bañaba el desaparecido Palacio de la Ribera, su predilecto en la época estival.

Mural bajo el Puente de Poniente en Valladolid que conmemora la gesta subacuática. A.P.

↓ Las turbias aguas del Pisuerga acogieron en su interior a Jerónimo Ayanz durante algo más de una hora. En el exterior no podían faltar las miradas atónitas del rey y su séquito al comprobar que estaban presenciando la primera inmersión del primer buzo de la historia. El navarro regresó a la superficie tras una petición del monarca y, una vez fuera del agua, aseguró que podría haber estado sumergido tanto tiempo como le permitiese «la frialdad del río y el hambre». Se conoce que a medida que el buzo permanecía más tiempo sumergido el rey Felipe III iba perdiendo poco a poco interés. Las reseñas apuntan a que el fin de la experiencia subacuática se debió al aburrimiento del monarca, que consideró poco emocionante observar prolongadamente las evoluciones del inventor.

↓ «Su Majestad quiso ver lo que parecía más dificultoso, que era poder un hombre trabajar debajo del agua espacio de tiempo. Así, por agosto del año pasado de 1602, fue con sus galeras por el río de esta ciudad al jardín de don Antonio de Toledo, donde hubo mucha gente. Eché un hombre debajo del agua, y al cabo de una hora le mandó salir Su Majestad y aunque respondió debajo del agua que no quería salir tan presto porque se hallaba bien, tornó Su Majestad a mandarle que saliese». Así narró Jerónimo Ayanz lo ocurrido en esa mañana de agosto ante un rey que no supo apreciar el inventor revolucionario que tenía ante sus ojos.

Diseño de Jerónimo Ayanz que figura en el panel de la caseta de Amigos del Pisuerga. Asociación Amigos del Pisuerga

↓ No fue hasta septiembre de 2018 que el Pisuerga no volvió a ser testigo de una recreación al completo de esta escena presenciada en 1602. Esta vez el protagonista era el buzo Javier Marqués, quien se enfundó en la réplica del traje de carnero de lana creado a principios del siglo XVII. La ubicación por la que se decantaron en esta inmersión giraba en torno al entorno de la plaza de Tenerías, a los pies del puente de Isabel la Católica y con vistas a las laderas de la plaza del Milenio.

El buzo profesional Javier Marqués durante la recreación de la primera inmersión prolongada de un buzo en el río Pisuerga. Gabriel Villamil

↓ Sin embargo, el buzo profesional no se sumergió solo, tal y como lo hizo Ayanz hace más de 400 años. Marqués contó con la compañía de cuatro buzos profesionales de la Unidad de Buceo de la Armada, encontrándose entre ellos un capitán, dos suboficiales y un soldado. Estos últimos integrantes fueron los protagonistas de una escena digna de película ya que, durante los sesenta minutos que duró la inmersión, direon vida al mismísimo Felipe III y al inventor Jerónimo de Ayanz.

Recreación de la primera inmersión prolongada de un buzo en el rio PIsuerga. Gabriel Villamil

↓ Aunque de la inmersión real no se tengan registros visuales, un panel bilingüe en la caseta de Amigos del Pisuerga rememora ese primer buceo prolongado de la historia y recuerda cómo Ayanz se adelantó 200 años a los prototipos que se desarrollaron posteriormente en Inglaterra. Y bajo el puente de Poniente, un colorido mural conmemora la gesta. El creador de la escafandra no solo patentó su sistema de buceo, sino que reunió en Valladolid otras invenciones como la máquina de vapor o el aire acondicionado, tal y como indica otro cartel ubicado junto al Pisuerga.

↓ Contra todo pronóstico no fueron los arriesgados ensayos los que llevaron a la tumba al polifacético navarro, sino la enfermedad de la gota que le persiguió durante años. Jerónimo Ayanz y Beaumont falleció años después, en 1613, dejando sin terminar un libro sobre sus inventos que nunca se llegó a publicar y del que, sin embargo, uno de sus capítulos dedicados a su pionera máquina de vapor se guarda en la Biblioteca Nacional. La creación que surgió en los talleres de Leonardo Da Vinci pasó a ser una más de la lista de ideas pioneras del inventor, como podrían ser los primeros bocetos de los helicópteros o el paracaídas. Ayanz tenía las ideas claras, pero no se imaginaría que, tras adoptar y desarrollar aquel esbozo, fuese a dejar una nueva efeméride en las páginas de la historia de la ciudad de Valladolid.

La semana que viene...

El hilo recuerda la historia de cuando Valladolid le regaló un traje a Evita Perón.

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