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Investigadores del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico y del Departamento de Teoría de la Señal, Comunicaciones e Ingeniería Telemática de la Universidad ... de Valladolid han desarrollado un trabajo sobre el empleo de Inteligencia Artificial aplicada al campo de la obesidad y han detectado diez variables que se encuentran en la historia clínica y que permiten predecir si una persona con obesidad mórbida que afronta una operación de reducción de estómago logrará cumplir los objetivos de pérdida de peso tras esa cirugía, que son bastante exigentes. Y con ello, reducir también enfermedades asociadas a ese exceso de peso y que lastran su salud.
«El objetivo cuando se interviene a pacientes de obesidad es una pérdida de más de un 30%. Es lo que marca el éxito de la intervención y que el esfuerzo de haber realizado una cirugía ha merecido la pena», explica Daniel de Luis Román, jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico, catedrático de esta especialidad en la Universidad de Valladolid y director del Centro de Investigación de Endocrinología y Nutrición Clínica (IENVa).
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El doctor De Luis conforma con Mónica Casas Domínguez, Isabel Herrena Montano, Isabel de la Torre Díez, Juan José López Gómez y Beatriz Ramos Bachiller el equipo que ha abordado una investigación publicada por la editorial de revistas científicas MDPI bajo el título 'Predicción del éxito en la pérdida de peso tras la cirugía de manga gástrica' y cuyo punto de partida es la amplia variación, según los enfermos intervenidos, de los resultados postoperatorios.
El trabajo detecta diez indicadores cuya valoración permite predecir si el empleo de la técnica de la manga gástrica (más sencilla respecto al by-pass gástrico) para acometer una reducción de estómago permitirá a esa persona con obesidad mórbida perder todo el peso previsto. Son variables bioquímicas, de medidas y proporciones del cuerpo (antropométricas) y psicológicas y de calidad de vida, apunta el jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del hospital vallisoletano.
La investigación aspira a una aplicación práctica importante. Aborda un ámbito médico creciente, con operaciones de cirugía bariátrica cuyo número va en aumento, empujado por el incremento de personas con obesidad alimentado por el avance del sedentarismo y el abandono de la dieta mediterránea. Así lo reflejaban recientemente los doctores David Pacheco y Pilar Pinto, especialistas quirúrgicos del Hospital Universitario Río Hortega, centro público de referencia en cirugía de reducción de estómago para enfermos de Valladolid, Segovia y Palencia. De 40 intervenciones al año en el inicio de esa cirugía habían pasado ahora a más de 100. No son operaciones de cirugía estética, son intervenciones que buscan atajar un problema de salud grave y de honda repercusión en la calidad de vida de la persona que lo sufre.
El listado de los diez elementos que la investigación desarrollada en el Clínico y la Universidad de Valladolid detecta como decisivo para predecir el éxito de estas intervenciones lo encabeza el potasio, seguido del ácido fólico, la fosfatasa alcalina, la transferrina, los triglicéridos y la insulina, a los que se añade la altura de la persona, el peso corporal preoperatorio y , en las variables psicológicas y de calidad de vida, la puntuación del inventario de depresión de Beck, test que se emplea para valorar la afectación de una persona deprimida.
Daniel de Luis
Jefe del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Clínico de Valladolid
La deficiencia de potasio puede indicar desnutrición o una ingesta proteica y energética inadecuada antes de la cirugía, lo que llega a afectar a la adaptación del metabolismo tras la reducción del estómago y el ácido fólico, que desempeña un «papel clave en la síntesis del ADN, la proliferación celular y el metabolismo de la homocisteína», según recoge el trabajo publicado, puede verse reducido en una persona obesa por mala alimentación y alteraciones en el metabolismo del hígado.
La fosfatasa puede apuntar a una disfunción hepática, como hígado graso, o trastornos óseos en pacientes obesos con niveles elevados. La transferrina es una proteína que transporta el hierro. «Los niveles bajos pueden indicar desnutrición e inflamación crónica, factores que pueden afectar a la recuperación y la respuesta metabólica después de la cirugía», concluyen los investigadores. El análisis estadístico demostró que los pacientes que lograron bajar más del 30% del peso presentaban niveles de triglicéridos «significativamente más bajos en comparación con quienes no lo lograron» y en el caso de la insulina, la resistencia en personas con obesidad mórbida a esta hormona producida por el páncreas, que juega un papel fundamental en la regulación de los niveles de glucosa en sangre, «puede afectar a la capacidad del cuerpo para procesar eficientemente los nutrientes después de la cirugía».
La altura es otra de las variables que esta investigación ha detectado que influyen en el objetivo de bajar kilos tras pasar por el quirófano. «Los pacientes más altos pueden tener mayor masa magra, lo que conlleva un mayor gasto energético en reposo, lo cual podría facilitar la pérdida de peso después de la cirugía», refleja el artículo de investigación.
«Se propone el desarrollo de una calculadora predictiva basada en los modelos para facilitar la toma de decisiones médicas», remarcan los investigadores en las conclusiones de un artículo que avanza siguientes pasos en el desarrollo de modelos «de aprendizaje automático» que permitan predecir también «complicaciones quirúrgicas tempranas y tardías, así como reingresos hospitalarios postoperatorios» y para evaluar variables predictivas sobre la resolución de «comorbilidades» relacionadas con la obesidad mórbida tras la cirugía bariátrica, como son la hipertensión, la diabetes y la alteración de los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre. Todo ello servirá a los especialistas médicos para afinar la toma de decisiones. «Lo que nos permite la inteligencia artificial en cualquier rama de la medicina es personalizar el diagnóstico y el tratamiento. Permite obtener más datos, más individuales y más rápido sobre el paciente», apunta Daniel de Luis.
Castilla y León dispone de cuatro servicios de cirugía que practican operaciones de reducción de estómago en el Río Hortega, León, Salamanca y Burgos. Tras la cirugía, el seguimiento de los pacientes vuelve a los endocrinos de su hospital.
El efecto de esta herramienta se amplifica cuando se aplica al tratamiento de la obesidad, dado que es creciente el número de pacientes llega a las consultas. La prevalencia de esta enfermedad está aumentado. En EE UU, país que va anticipando el camino con las dietas de comida rápida y precocinados, afecta al 36% de la población adulta. «Es una epidemia», resume el experto en Endocrinología y Nutrición del Clínico vallisoletano, que pone el foco sobre la población infantil. «No es lo mismo empezar con obesidad a los 30 o los 40, que con 6, 7 o 10 años. Ahora tenemos niños y adolescentes con obesidad que van a ser adultos obesos y con diabetes, porque cuanto más tiempo seas obeso, más papeletas estás comprando para ser diabético o tener un infarto», precisa Daniel de Luis.
La tecnología de Inteligencia Artificial permite dar una perspectiva nueva a pruebas diagnósticas convencionales en las que, con esa relectura, afloran datos que antes pasaban desapercibidos. Eso se aplica también a las investigaciones y al tratamiento de pacientes con obesidad. «Antes no lo veías. Veíamos el escáner o la placa con la lesión ósea, pero no, por ejemplo, la grasa ni el músculo. Aquí podemos ver en rojo la masa muscular, en amarillo la grasa que no deberíamos tener y que rodea las vísceras, grasa intraabdominal, en azul la grasa subcutánea, la del michelín...», explica Daniel de Luis mientras muestra una imagen de un escáner que se prescribió a un paciente por otra dolencia ajena a la especialidad. La prueba sirvió en su día a los profesionales para abordar una hernia discal o abdominal y ahora permite hacer frente al efecto de esa grasa pintada de amarillo, que se pega a órganos vitales y metabólicamente perjudicial. Estas nuevas herramientas permiten a los especialistas un tratamiento más personalizado de las personas obesas y con sobrepeso que afina el indicador genérico de índice de masa corporal. Este se calcula dividiendo los kilos de peso por el cuadrado de la estatura en metros. Si el resultado pasa de 30 indica obesidad. Y la cirugía de reducción de estómago está recomendada médicamente para personas a partir de un índice de masa corporal 35. Ajustar ese índice discriminando lo que aporta al peso de cada persona el tejido muscular y el graso es clave, porque puede haber ciudadanos con el mismo índice de masa corporal y una situación de salud muy diferente. «Solo hay que pensar en un pivote de balonmano. Probablemente tenga un índice de masa corporal por encima de 30, pero con muy poquita grasa», acota el doctor De Luis.
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