La inesperada despedida de Iván
La repentina marcha de Iván Velasco Hernández ha dejado huella en el rugby vallisoletano, en el trabajo y en la vida
«Iván tenía una luz especial», recuerda con emoción su amigo Javier Bernardino. «Nunca te dejaba tirado, jamás una mala palabra. Siempre estaba ahí. Él ... era único». Esa es quizá la definición más sincera de Iván Velasco Hernández, que falleció este miércoles, a los 45 años de edad, dejando un vacío inmenso entre sus familiares y amigos.
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Iván tenía un don difícil de encontrar, el de unir a la gente. «Muchos de los que hoy estamos juntos en el tanatorio, ni nos conocíamos hace tiempo. Y gracias a él, ahora somos una familia», cuentan sus amigos muy emocionados. Su capacidad para convocar, para organizar una cena o una cerveza tras el trabajo, hacía que siempre hubiera un plan alrededor suyo. «No le podías decir que no, porque con él siempre había alegría», resume Eduardo Aparicio, otro de sus íntimos.
Nacido en Valladolid el 9 de diciembre de 1979, Iván estudió en el colegio San José, donde forjó la mayor parte de sus amistades. Debutó siendo muy pequeño en las categorías inferiores del VRAC Quesos Entrepinares, donde le apodaron cariñosamente 'El cura' por los contundentes placajes que repartía. Por su carácter afable, él no entendía lo que era la rivalidad deportiva y disfrutaba tendiendo puentes incluso entre aficiones enfrentadas. «Yo soy de El Salvador y él del VRAC, y nunca hubo problema. Su forma de ser derribaba cualquier barrera», recuerda Javier.
Aunque dejó la práctica en la veintena, el rugby siguió siendo una de sus grandes pasiones. Era habitual verle en los partidos, disfrutando como aficionado y saludando a decenas de conocidos. «Ibas con él por la calle y tardabas una eternidad en llegar a cualquier sitio, porque saludaba a todo el mundo», cuentan sus amigos para destacar su simpatía.
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Licenciado en Historia por la UVa y con un máster en Dirección Comercial y Marketing por CEU San Pablo, Iván acabó dedicándose al mundo comercial, donde su don de gentes brillaba de forma especial. «Tenía empatía y era muy cercano. Por eso en el trabajo se hacía querer enseguida», recuerdan.
En el mes de julio entró a trabajar en Cancio, una empresa situada en Villalba de los Alcores, dedicada a la fabricación de muebles. Era un trabajo que le ilusionaba. También en los últimos tiempos, había comenzado un nuevo proyecto empresarial junto a varios amigos. «Estaba feliz, ilusionado… y justo ahora que empezaba a despegar todo, la vida nos lo arrebata de golpe. Es una pena inmensa», destacan sus allegados.
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Amante de los viajes —por trabajo y por placer—, Iván tenía ya en agenda ferias en Valencia, congresos en Marrakech y Lisboa, además de escapadas con amigos a Málaga. Soñaba también con dar una vuelta al mundo siguiendo playas de surf. «Lo gracioso es que nunca se subió a una tabla, pero decía que ese era su sueño», recuerda Eduardo.
Una despedida inesperada
Su marcha ha sido tan repentina como dolorosa. Iván falleció de un infarto que nadie podía imaginar ni prever en un hombre lleno de vitalidad, que cuidaba su salud y que se mantenía activo en el gimnasio. «Nadie ha querido faltar a su despedida. Él tenía una luz especial. Era, sobre todo, una buena persona. Han venido amigos de Málaga y de Madrid a darle el último adiós. Nadie podía quedarse en casa. Iván no dejaba indiferente a nadie. Era muy idealista y todo el mundo le quería. Supo crear un círculo de buenas personas», cuentan emocionados.
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Paqui Hernández, su madre, también se muestra agradecida, por la respuesta de la gente y el cariño que está recibiendo. «Ella está muy orgullosa de que gracias a los valores que supieron transmitir a su hijo, todo el mundo se esté volcando en estos momentos tan difíciles. Se siente muy orgullosa de todo lo que quería la gente», añade Luis, otro de sus amigos íntimos.
En su círculo más cercano ya piensan en un modo de recordarle como a él le hubiera gustado y por eso, están organizando una reunión el próximo 9 de diciembre, coincidiendo con el día de su cumpleaños, para celebrar su vida, brindar por su memoria y seguir manteniendo viva esa unión que él supo crear entre todos. «Nunca había sentido un vacío como el que siento ahora», confiesa Javier. «Pero también siento gratitud, porque Iván nos unió y nos enseñó lo que significa la verdadera amistad», concluye.
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