Mis horas con Delibes: 'Despejar la incógnita de la X'
La afición al dibujo y la caricatura fue siempre preponderante y gustosamente comentada por el novelista
Seguimos en el Centenario de Miguel Delibes (1920-2020). Y yo sigo evocando nuestros paseos vallisoletanos de aquí para allá. Hablando de mil naderías y, ... como dejé escrito en mi crónica del pasado domingo, también de las caricaturas de actores y actrices de cine que publicó en las páginas de este mismo periódico, al poco de incorporarse a la plantilla. Y sobre todo de cómo firmaba siempre esas caricaturas. Con tres letras mayúsculas: M, de Miguel; A, de Ángeles, y...
Puntualizo: si bien otras colaboraciones las firmó Delibes, en las columnas del periódico y en los primeros tiempos, con seudónimos como M. de Lesbi, Miguel de Seco, Setién Cortés o Miguel Molledo Santa Cruz, los dibujos y caricaturas que salieron de su plumín o rotulador, incluso 'monos' de fútbol y hasta chistes, siempre los firma con el seudónimo de MAX. Nombre cabalístico que el propio novelista descifró en más de una ocasión. La M era la inicial de Miguel, la A era la de Ángeles, su novia y luego esposa, pero faltaba despejar la incógnita de la X. Y esa X era precisamente la incertidumbre del futuro de ambos. «Porque con 100 pesetas mensuales que me pagaban en El Norte, tú me dirás si nuestro porvenir, como pareja, no era una incógnita», una X bien grande».
Una única consumición
Lo que me podía yo reír cada vez que me lo contaba en alguna de nuestras charlas: «En los días de mucho frío, esos fríos vallisoletanos extremos, nos refugiábamos Ángeles y yo bajo los soportales de Moliner, aprovechando los respiraderos de la calefacción. Y en verano, íbamos al café Corisco, en los soportales de la plaza Mayor, y pedíamos una caña de cerveza para los dos. ¿Para los dos?, preguntaba el camarero. Y yo decía, muy digno: no, no, para la señorita, yo no voy a tomar nada. La mayoría de los novios hacían lo mismo, de manera que el café Corisco, que tantos noviazgos cobijó, no tardó en irse a pique».
A veces me pongo a pensar, en relación a las horas que Miguel y yo compartimos a lo largo de nuestra amistad, y a las materias de conversación que se iban reiterando en nuestros paseos, y concluyo que la afición al dibujo y a la caricatura fue siempre preponderante y gustosamente comentada y vuelta a comentar por el novelista.
Caricaturas literarias
Cuántas veces le escuché yo a Miguel Delibes hablar del convencimiento de que él podría haber llegado a ser un buen dibujante, incluso un buen pintor, de haber sido adecuadamente encauzado y enseñado.
Y evocaba una y otra vez el escritor sus 'monos' y caricaturas en El Norte de Castilla, e incluso, mucho antes, aún niño y escolar del colegio de Lourdes, sus caricaturas de los frailes «baberos», que le valieron los elogios de sus condiscípulos y no pocas veces las sanciones de los profesores caricaturizados.
Un día, como Miguel me permitía cualquier apostilla y hasta se divertía con mis ocurrencias, me atreví a decirle que para mí había seguido practicando la caricatura a lo largo de su vida. De toda su vida.
– ¿Y eso...? –era casi siempre la fórmula de interrogación que utilizaba Delibes ante la sorpresa de algún comentario.
– Me refiero a la caricatura literaria. Por ejemplo el «ostento» capilar de Gervasio García de la Lastra, en la novela 'Madera de héroe'; no pocos personajes y motes de 'El camino', 'Viejas historias de Castilla la Vieja' o varios de tus cuentos; los exagerados ditirambos seudo románticos y cursis del protagonista de 'Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso'...
Delibes amaga un sonrisa benévola y concluye, creo que sólo por no contrariarme:
–Visto así ...
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