

Hallan en San Joaquín y Santa Ana de Valladolid una espina atribuida a la corona de Cristo
Esta reliquia sería la cuarta conservada en la provincia, junto con las de La Santa Espina, Barcial de la Loma y Villagarcía de Campos
«Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le ... echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en su mano derecha una caña, y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «Salve, Rey de los judío»». Así recoge el Evangelio -Mateo 27, 27-29- el episodio del prendimiento de Jesús. La reliquia de la corona se conserva en la actualidad en la iglesia parisina de Saint-Germain-l'Auxerrois, donde fue trasladada tras el incendio de la Catedral de Notre Dame en 2019. Consiste en un anillo de ramas y juncos, de 21 centímetros de diámetro, unidos por hilos de oro. ¿Espinas? No conserva ninguna. Éstas, según recoge la Historia, fueron repartidas por distintos lugares para advocación por los emperadores bizantinos y los reyes de Francia a lo largo de los siglos.
Hasta hoy en Valladolid se sabía que se conservaban tres. La más conocida, en La Santa Espina; pero en Barcial de la Loma y Villagarcía de Campos también custodian otras dos. El Monasterio de San Joaquín y Santa Ana, en la capital vallisoletana, acaba de encontrar otra, según explica Jesús del Río, director del museo de arte sacro del monasterio. «Con motivo de la exposición 'Extraña devoción. De reliquias y relicarios' en el Museo Nacional de Escultura, se restauró hace unos meses un bargueño-relicario del siglo XVII con muchísimos contenidos de carácter devocional por parte de las religiosas; algunos, como esta espina, olvidados por la congregación. Pelo y leche del pecho de la Virgen María, la lengua de San Juan Nepomuceno, el calvario de terracota más pequeño del mundo y hasta huellas de los pies de la Virgen y Jesús», enumera Jesús del Río. «Somos conocedores de que hay muchísimas espinas de la corona de Cristo, pero con tanta tradición como ésta hay muy pocas», advierte.



Solamente en España hay registradas alrededor de sesenta y se dice que si se juntaran todas las santas espinas que hay repartidas por el mundo podrían confeccionarse unas setecientas coronas. «Certificar su autenticidad al cien por cien es prácticamente imposible, pero son reliquias históricas veneradas durante siglos que tienen un gran valor patrimonial», explica el director del Museo de San Joaquín y Santa Ana. Aunque «la devoción de las madres por esta reliquia se remonta a tiempos ancestrales», ninguna de las nueve monjas que residen en la actualidad en el céntrico monasterio vallisoletano sabía de su existencia. «Todas querían verla y tocarla», recuerda Jesús del Río, quien sí conocía de esta espina por boca de la madre Leonor Yllera del Val, fallecida en 2016, quien fuera abadesa de esta comunidad de religiosas durante cuarenta y cinco años.
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«Todas las Semanas Santas las madres del monasterio un día ayunaban y llevaban a cabo un ritual para purificar su amor a Dios en el que bebían de un cuenquito en el que introducían la espina como elemento de depuración espiritual. Era un acto muy íntimo porque la clausura era total y absoluta. Con los años se fue perdiendo esa tradición hasta olvidarse; por eso ninguna madre de la actual congregación tenía constancia de la existencia de esta espina», explica el director del museo, que no quiere que esta espina vuelva a caer en el olvido y trabaja ya para poder sacar a la luz este hallazgo y que pueda ser venerado «como se merece». «Mi idea es colocarlo en el baldaquino de la iglesia del monasterio, donde también se custodian los únicos tres cuadros de Francisco de Goya que se conservan en Castilla y León.
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