Los franciscanos, los vecinos más longevos de Valladolid
La orden religiosa reside en la capital desde mediados del siglo XIII aunque ahora celebra el centenario de su retorno en 1923 tras el paréntesis forzoso por la desamortización del XIX
Los franciscanos –aún sin título municipal oficial– son los vecinos más longevos de la capital vallisoletana, convirtiéndose en uno de los primeros moradores de la ... entonces villa y luego ciudad desde el siglo XIII. Su presencia está marcada por dos etapas: en torno a la desamortización y exclaustración de las órdenes religiosas por Mendizábal en 1836.
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Un antes y un después pero con idéntico espíritu de fraternidad. Precisamente, el pasado sábado comenzaron los actos por la denominada segunda presencia franciscana en Valladolid, que conmemorará durante la semana el centenario de su regreso en 1923, estableciéndose entonces en la ermita de la Sagrada Familia de la calle Magallanes con Tres Amigos.
Años después, ante la gran participación, se trasladaron al actual templo de La Inmaculada, en pleno paseo de Zorrilla, desde su apertura el primer día de 1960. Y, desde entonces, esta parroquia reúne mucha actividad franciscana evangelizadora, cultural, formativa y social como, por ejemplo, la que tuvo lugar en la tarde del sábado con la organización del concierto del Coro Gospel Good News, que deleitaron con su música a un público de varias generaciones que abarrotaron la iglesia.
«Su característica es la humildad, así como la dedicación personal y espiritual», afirma Guridi
Unas interpretaciones muy propias para una orden y una comunidad como la franciscana, «cuya característica es la humildad, así como la dedicación personal y espiritual», tal y como indicó el padre Javier Guridi, párroco del templo, quien también da fe desde hace cuatro décadas en la ciudad cómo «siempre» la feligresía ha arropado a los franciscanos.
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Una consagración a la capital y a los vallisoletanos que viene de tiempos casi inmemoriales, dejando huella desde sus comienzos en la zona de Río Olmos –a las puertas de Arturo Eyries– y posteriormente en el convento de San Francisco, erigido en el siglo XIII en la Plaza Mayor –entonces Plaza del Mercado–, donde llegaron a erigirse hasta 37 capillas.
Epicentro religioso y civil
Y, desde pleno epicentro urbano, los franciscanos siempre han sido tan leales y defensores de la Iglesia Católica como de la propia ciudad, estando íntimamente ligados a la historia con funerales como el rememorado recientemente de Red Hugh O'Donnell o el mismísimo enterramiento de Cristóbal Colón.
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Fue un monasterio testigo de los grandes acontecimientos. Aquí se fechó también la celebración de grandes capítulos generales de la orden –hasta con más de un millar de frailes– al ser uno de los principales conventos del mundo. Es más, es tal la impronta de este cenobio que aquí data el origen de las cofradías de Semana Santa en torno a la devoción a la reliquia de la Cruz de Cristo y fue testigo, por ejemplo, del primer voto Inmaculista de Valladolid en 1617, uno de los primeros de España, e incluso originarios en desarrollar prácticas devocionales en torno al rezo del Vía Crucis.
En el ámbito religioso, también cabe reseñar el acercamiento a las necesidades de los laicos mediante la predicación, la confesión o el fomento de la caridad o de las cofradías, como es el caso de la Vera Cruz, la Santa Cruz Desnuda o la Sagrada Pasión. Junto a ellos, tanto ayer como hoy, surgían de entre los fieles más allegados a los frailes los terciarios. Es más, la implicación franciscana en la sociedad local durante los primeros siglos de presencia motivó que sus muros albergasen los primeros concejos de Valladolid.
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Y el punto de inflexión fue la desamortización de 1836, cuando se expulsó a las órdenes religiosas que, en el caso de los franciscanos, pudieron regresar en 1923 a la iglesia de la Sagrada Familia. Aunque desaparecida en 1967, lo cierto es que su fachada de piedra fue desmontada y vendida, conservándose en la actualidad en buen estado.
Rico en retablos e imágenes
Se reconstruyó en la finca Los Álamos, junto al Camino Viejo de Simancas, en 1971. Cabe destacar, por ejemplo, que el interior del templo originario era muy rico en retablos, confesionarios, púlpitos e imágenes, pero solo se tiene constancia de que un único grupo escultórico se conserve: la Sagrada Familia, el principal, situado en la hornacina central, y que se encuentra en el convento de Santa Isabel.
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Desde este pequeño templo se pasó a la grandiosidad del actual, la iglesia de San Antonio, reconvertida al poco tiempo en parroquia de La Inmaculada, que fue diseñada por el arquitecto municipal Julio González. Una amplitud buscada por la comunidad franciscana ante la intensa actividad pastoral y la asistencia a misa que convierten a este templo en uno de los de mayor afluencia dominical de la ciudad.
Así, tantas experiencias espirituales y sociales han motivado que, desde sus primeros años, la huella franciscana en la capital vallisoletana se amplíe a los conventos de las Concepcionistas (calle San Ignacio), las Descalzas Reales, el monasterio de Santa Clara o de Santa Isabel de Hungría, las Concepcionistas de Jesús y María, la Orden Tercera, los Padres Capuchinos de la iglesia de la Paz o el colegio y convento de San Francisco de Asís –poblado de Fasa– junto con institutos franciscanos como el colegio Virgen Niña o las Hermanitas de los Pobres y la propia cofradía. En total, una docena de comunidades con más de un centenar de religiosos que constituyen una crónica indisoluble de la historia de los vallisoletanos con los franciscanos.
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