Alfonso Alonso, el vallisoletano detrás de 'El Gran Rufus'
Cumple 30 años de carrera en los que la improvisación se ha convertido en su sello personal
Hay artistas que nacen entre bambalinas, con la vocación escrita en los genes. Y luego está Alfonso Alonso (Valladolid, 1978), quien se enganchó al mundo ... del espectáculo por casualidad y siendo apenas un adolescente. Hoy, bajo el alter ego de El Gran Rufus, celebra 30 años de trayectoria profesional. Tres décadas sobre escenarios, calles y plazas, donde ha hecho reír a miles de personas con su humor irónico, su facilidad para la improvisación y su inconfundible estilo.
Todo empezó en el instituto Zorrilla de Valladolid, en una clase de dibujo técnico. Alfonso tenía 14 años cuando un compañero le enseñaba a escondidas a hacer malabares. Su profesor, Gerardo Vacas, les sorprendió. «Pensábamos que nos iba a echar la bronca», recuerda entre risas. Pero en vez de un castigo, les entregó un número de teléfono, el de la asociación de malabaristas La Mano Tonta. «Nos dijo: 'id allí, que os van a enseñar bien'. Y así empezó todo. Fue una casualidad de la vida», recuerda.
A los 15 años, Alfonso ya había dado su primer paso profesional de la mano de la compañía vallisoletana Tararí que te vi, con la que empezó a recorrer escenarios en espectáculos de animación. Poco después llegaría la primera gran aventura, con 17 años viajó a Japón, donde trabajó durante un año en el parque temático Parque España. Esa experiencia internacional, tan temprana, fue determinante para hacerle comprender que lo suyo no era una afición pasajera, sino un proyecto de vida.
A partir de entonces comenzó a girar con diferentes compañías de teatro y circo: Azar Teatro, K de Calle, La Cremallera Teatre… hasta que en el año 2000 decidió dar el salto en solitario. «Fue como tirarme al vacío», admite. Así nació 'El Gran Rufus', un personaje que con el tiempo se ha convertido en su sello personal y que ha ido creciendo a través de distintos espectáculos como 'Mi carro.es', 'No hay tiempo que perder', 'Pink Impact' y 'Al fin y al cabo'. Espectáculo este último, con el que ha sorprendido al público vallisoletano durante estas fiestas, al actuar el martes en la Plaza Camilo José Cela del barrio de Covaresa y el miércoles en la Plaza Juan Pablo II de Villa del Prado.
El Gran Rufus nació de manera natural. No había un guion premeditado, sino la necesidad de dar salida a una personalidad inquieta. «Desde pequeño hablaba mucho, improvisaba… Mi madre siempre me decía: 'tú tienes respuesta para todo'. Y de eso hice un oficio. Rufus habla sin parar, dialoga con el público, improvisa. Ese es mi sello», explica este artista. Su humor irónico y cercano, y los espectáculos que combinan la reflexión y la carcajada, consiguen crear una conexión especial con el público. Se trata de un personaje que ha madurado con los años.
«Al principio yo era más nervioso y eso se notaba mucho en escena. Ahora el personaje es más tranquilo, más pausado. Sigue siendo irónico, pero con un punto más de madurez», subraya. Su proceso creativo parte casi siempre de una imagen estética. No hay más que ver su vestuario. En su espectáculo Al fin y al cabo luce un «elegante» traje confeccionado con bayetas de limpiar y convierte una bicicleta en una loca casa móvil con cajones, puertas, luces… para ironizar sobre la crisis de la vivienda. «Empieza como una gran idea y termina en desastre, muy payaso, muy familiar, con chistes para adultos y caídas para niños», añade.
De Valladolid al mundo
En estos 25 años de existencia del personaje 'El Gran Rufus', éste ha recorrido medio mundo. Ha actuado en numerosos países y festivales. Esa experiencia internacional le ha dado una visión amplia del oficio y, sobre todo, la certeza de que la risa es un idioma universal. Sin embargo, pese a su trayectoria, confiesa tener una espinita clavada. «Nunca he podido trabajar en el TAC de Valladolid. Lo he intentado muchos años, pero mis propuestas no han entrado. Y mira que he actuado en muchos lugares, con espectáculos validados a nivel nacional. Pero en mi ciudad, en ese festival, no», reconoce con cierta pena. Por eso, cuando le invitan a actuar en las fiestas de Valladolid lo vive como un regalo.
«Es un orgullo. Aunque ahora vivo en Vizcaya, volver a mi ciudad es reencontrarme con amigos y con un público que me lleva viendo años. Eso es muy especial», continúa este artista, al que le gusta disfrutar de cada minuto en escena. «Lo que más me apasiona es buscar pequeños trucos, cosas aparentemente tontas pero ingeniosas. Ya no me motiva tanto hacer grandes acrobacias. El Gran Rufus va a seguir hablando mucho y siendo cada vez más divertido», indica aquel chaval de Valladolid que aprendía malabares a escondidas entre clase y clase y que ha conseguido que la risa sea su forma de vida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión