La Escuela de Arquitectura de Valladolid presume de estudiantes
La UVA muestra 160 trabajos que permiten ver la evolución de un alumno desde sus primeros esbozos hasta un gran proyecto para Renault
«Uno empieza con un dibujo y acaba haciendo un proyecto de envergadura para Renault. En un plazo de seis años, no de veinte». Lo dice Darío Álvarez, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Valladolid, mientras enseña los paneles que pueblan el vestíbulo del edificio. Más de 160 carteles que cierran, a modo de exposición, la conmemoración de los 50 años de existencia de la Escuela. Y el itinerario de la muestra le da la razón. Aparecen nada más entrar los primeros dibujos geométricos, esbozos, sin mucho detalle. Y al concluir la visita emergen contundentes trabajos de fin de grado que proponen soluciones espectaculares para la construcción de un centro de desarrollo y promoción del automóvil para Renault que se ubicaría –si algún día alguien quisiera, claro– en el solar de la antigua Uralita.
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Porque ese es otro de los rasgos principales de los trabajos. Siempre miran al entorno. En el vestíbulo aparecen edificios para la plaza de la Cruz Verde de Valladolid, para reordenar el entorno del Río Chico en Ávila, para crear un edificio que acoja la Escuela de Doctorado de la UVA.
Todos estos proyectos aparecen en un catálogo que se ha editado gracias a la aportación económica del Consejo Social, que ha dispuesto 2.500 euros para poder cerrar el aniversario de la Escuela de Arquitectura con un homenaje a los alumnos. «El objetivo es que se vea en la exposición y en el catálogo la evolución que sufre el alumno desde que entra en primero, con sus primeras maquetas y gráficos, hasta el proyecto fin de carrera. Son una muestra, porque en el caso del trabajo de fin de carrera son dos láminas de proyectos que tienen hasta 25 planos, son proyectos prácticamente profesionales», señala Darío Álvarez. Que es, además, el primer sorprendido por lo que ve al tomar conciencia, como si se alejara unos pasos del cuadro, de lo que sucede en apenas seis años de plazo. «Cuando he visto el catálogo me ha sorprendido, porque ves cómo empieza el alumno con los ejercicios gráficos y acaba haciendo proyectos como estos del centro de promoción y desarrollo del automóvil para Renault en Valladolid. Ahí ya no hay solo creatividad, sino una respuesta a las cuestiones estructurales, constructivas, técnicas...».
Trabajos que les han llevado a participar en concursos internacionales como la propuesta de un parque en Melbourne, Australia. O de paisajismo en Moscú. Y con éxito. «Hay un concurso anual de paisaje de la Federación Internacional de Paisajistas que siempre ganaban las escuelas chinas el primero, el segundo y el tercer premio. Y en 2015, que tenía buenos alumnos, pusimos un tema, lo trabajamos, y yo les animaba a intentar ganar a los chinos. Y al cabo de un tiempo nos llamaron de Moscú para decirnos que habíamos ganado. Y el segundo y el tercero eran chinos».
Así que lo que busca este acto es, sobre todo, que los alumnos sepan que aquí no se trata solo de lograr una buena nota. «Es un resumen muy amplio del buen hacer de nuestros estudiantes y el objetivo es subir su autoestima. Apreciamos su trabajo. Estos han tenido notas muy altas, pero la nota alta no es suficiente, hay que difundirlo, mostrarlo, valorarlo. Que el alumno se vea reconocido. Que se vea en el catálogo, que lo vamos a enviar a todas las escuelas y colegios de arquitectos de España», explica Álvarez. «Esta es una muy buena escuela. Pero los alumnos tienen que saberlo desde dentro», añade.
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Al lado de la exposición, mientras tanto, los estudiantes del máster –necesario para poder ejercer como arquitectos– trabajan con sus ordenadores en grupo en la sala dedicada a Alejandro de la Sota. «Nuestro máster habilitante lo hacemos de manera muy experimental. La primera parte del curso trabajan por equipos como si fuera un gran estudio profesional. La segunda parte hacen el proyecto de forma individual», aclara el director de la Escuela. Y salen por la puerta, seis años después de entrar y de hacer los primeros bocetos, con un proyecto digno de un arquitecto.
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