Aquel día en que un terremoto sacudió Valladolid
La ciudad se encuentra en una zona de intensidad sísmica media, lo que explica movimientos perceptibles y daños estructurales moderados pero un sísmo alteró la 'skyline' pucelana
El terremoto de esta madrugada en Rusia, uno de los diez más fuertes de la historia, ha sobrecogido al planeta y sus consecuencias aún no han concluido ni se han evaluado en su totalidad. Valladolid, por suerte, no está en una zona de gran actividad sísmica y su experiencia más fuerte en este tipo de desastres naturales se remonta a hace 270 años.
El terremoto de Lisboa de 1755 se sintió notablemente en Valladolid, a pesar de la distancia de casi 600 kilómetros hasta el epicentro. En la ciudad no hubo víctimas, pero sí se registraron importantes desperfectos en edificios, especialmente en la Torre de la Catedral, considerada uno de los edificios más emblemáticos de Valladolid. Durante el temblor, que se produjo el 1 de noviembre durante la celebración del Día de Todos los Santos, los testigos relatan que la iglesia «se bamboleó» y que los asistentes huyeron despavoridos, dejando la seo vacía.
Los efectos en Valladolid fueron, pues, fundamentalmente estructurales. La principal consecuencia documentada fue el mencionado daño a la Torre de la Catedral, que quedó debilitada y finalmente colapsó en 1841, muchos años después, aunque se discute si este derrumbe fue resultado directo del sismo o también obedeció a defectos previos y problemas de cimentación. Aquella torre, conocida como la Buena Moza, se levantó a principios del siglo XVIII siguiendo, si bien no de forma exacta, los planos de Juan de Herrera. La torre actual, al otro lado y conocida como la de la Epístola, se levantó entre 1880 y 1885 y su aspecto final y altura difieren de la original y aún más del diseño del siglo XVI.
Además, otros edificios religiosos de la ciudad y la provincia reportaron grietas y daños en aquel movimiento telúrico que se llevó por delante Lisboa y obligó a su restauración, la que dejó la Lisboa Pombalina, aunque no se produjeron derrumbes catastróficos en Valladolid capital.
Según informes históricos y análisis sísmicos recientes, la ciudad se ubicó en la zona de intensidad sísmica IV (en una escala de VIII), lo que explica los movimientos perceptibles y los daños estructurales moderados.
Así, aunque el impacto no fue tan devastador como en Lisboa o zonas más próximas al epicentro, el terremoto de 1755 marcó un hito en la memoria sísmica vallisoletana, dejando huella material en su patrimonio y testimonios de pánico entre la población.
No hubo pérdidas humanas en la provincia, y los daños materiales más graves se centraron en elementos altos o estructuralmente vulnerables, como campanarios y torres.
Además del terremoto de Lisboa de 1755, Valladolid no ha experimentado terremotos de importancia con incidencia propia; según el Instituto Geográfico Nacional, la provincia tiene una de las menores probabilidades sísmicas de España y no hay registro de terremotos relevantes en la zona desde el año 1000. Sin embargo, a lo largo de los siglos, se han sentido en Valladolid los efectos de seísmos ocurridos a gran distancia, principalmente: Terremoto de Málaga, 1680, tuvo efectos perceptibles en la provincia. Además del terremoto de 1755 de Lisboa se resintió de otro con mismo origen en 1761.
Otro movimiento sísmico reseñable fue el terremoto de Puebla de Sanabria, en 1899, también fue sentido en Valladolid, aunque sin daños reseñables. Ya en la época contemporánea, se han registrado pequeños seísmos locales, como uno en Lomoviejo (2007, magnitud 1,4), imperceptible para la población y sin efectos. La mayoría de los movimientos sísmicos que Valladolid percibe son réplicas muy débiles de terremotos lejanos, como el de Albacete en 2015 (magnitud 5,4).
