De Delibes y la ternura
Los personajes, sin camuflajes
Y de la mano de los niños, de los niños de Delibes, los de carne y hueso y los literarios, pasamos más de una vez, ... en nuestras andanzas charladoras, a hablar de la ternura. Nunca se permitió Delibes blanduras en sus novelas y cuentos. Y menos blandenguerías ni ternurismos. Creo que ya ha salido a colación esta actitud. No obstante, no pocos pasajes de sus libros están traspasados de ternura. Sobre todo aquellos protagonizados por niños.
– A mí los niños siempre me han provocado mucha ternura. Aunque literariamente he procurado contenerme y embridarme en la expresión de ese sentimiento.
– ¿Sabes cuáles son para mí algunos de los pasajes de tus libros en los que este sentimiento aflora de manera patente? Contenido, como tú dices, pero explícito y sin rebozos.
– Tú dirás.
– El primero lo encuentro al final de la novela 'El camino', cuando Daniel el Mochuelo se despide de la pequeña Uca-Uca para irse a estudiar a la ciudad. «Mochuelo –le pregunta la niña–, ¿te acordarás de mí?». Y Daniel contesta, ya casi con lágrimas en los ojos: «Uca- Uca...No dejes que la Guindilla te quite las pecas, ¿me oyes? ¡No quiero que te las quite».
– Sí –comenta el novelista–, la Uca-Uca es un personajillo entrañable.
– Y más aún si constatamos –apostillo entonces yo– que hay escasas niñas en tus novelas. Niños, multitud; niñas, muy pocas.
'El conejo'
– Otro de los vértices de ternura en tu obra –me deja Miguel que siga hablando– lo encuentro en el cuento 'El conejo'.
– Ah, sí, 'El conejo'; le tengo mucho cariño a ese cuento.
– Supongo que porque los dos niños protagonistas son tus dos últimos hijos varones, ¿no? Juan y Adolfo. Casi como en 'El príncipe destronado', aunque aquí con sus nombres de pila auténticos, sin camuflajes. Este cuento destila ternura línea a línea, Miguel, déjame decírtelo. Ternura y otras dos señas de identidad propias de los niños: espontaneidad y asombro.
Minervina Capa
Delibes sonríe, como casi siempre con mis comentarios y ocurrencias, no sé si complacido o zumbón.Y como me deja hablar, pues sigo hablando.
– Aunque para mí tu pasaje más conmovedor y emotivo está en el desenlace de 'El hereje', tu última novela. En la declaración de Minervina Capa, la nodriza de Cipriano Salcedo, ante el tribunal de la Inquisición. El personaje de Minervina te salió verdaderamente redondo. Te decía antes, cuando he mencionado a la pequeña Uca-Uca de 'El camino', que hay muy pocas niñas en tu narrativa. Pero es que Minervina, cuando irrumpe en la novela es una niña. Sí, lo es. Apenas tiene quince años cuando llega a casa de los Salcedo, en Valladolid, como nodriza, y tú la describes «alta, delgada, tierna, con una atractiva sonrisa». Al final de la novela es ya una mujer madura, si bien sigue siendo atractiva, y es en este punto de la narración, en el desenlace del libro, donde das cuenta de su declaración ante la Inquisición. Declaración llena de lirismo y de ternura. Hasta cinco veces emplea Minervina el cariñoso, tierno, casi mimoso apelativo de «mi niño» para referirse al recién ajusticiado y quemado en la hoguera Cipriano Salcedo. Apelativo del que hace uso por primera vez cuando contempla al reo, a lomos del borriquillo inquisitorial, camino del quemadero, y se dirige a él susurrándole entre lágrimas: «¿Qué han hecho contigo, mi niño?»
(Hablé de este conmovedor pasaje en alguna de mis «horas» anteriores, lo recordará el lector, y evoqué cuando me lo aprendí de memoria y se lo recité... Ya está).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión