«Cada vez que hay una crisis se nos ocurre hacer alguna cosa distinta»
Pablo Ferreras, director general del fabricante de estructuras metalúrgicas Grupo P. Ferreras, apuesta por crecer en la actual situación con la compra de la empresa abulense RTB
A base de no decir 'no' a proyectos que otros descartaban por su complejidad o peligrosidad, la empresa vallisoletana GrupoP. Ferreras, que construye cubiertas y estructuras metálicas, se ha hecho con un bagaje que incluye desde el emblemático 'capuchón' (ahora desmontado) de las torres de Colón, en Madrid, hasta centros comerciales como Vallsur, el parque de proveedores de Renault o más de una central nuclear. El director general e hijo del fundador, Pablo Ferreras, acaba de firmar la adquisición de la metalúrgica de Arévalo RTB, como complemento a sus capacidades.
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–¿Qué hace el Grupo Ferreras?
–Nació en 1977 como una empresa pequeñita de accesorios para el cerramiento de cubiertas y fachadas, con cuatro empleados. Cuando ya en 2002 nos incorporamos mis hermanos Jorge, Rubén y yo construimos la primera fábrica. La crisis de 2008 acabó con todas las empresas de estructuras metálicas potentes y vimos la oportunidad de crecer en ese mercado. Desde 2013 fabricamos de manera profesional y con visión de futuro. Hemos pasado de la soldadura al atornillado y fuimos la primera empresa con el certificado de Marcado CE en Valladolid. Hemos diversificado la empresa en tres sociedades de accesorios, instalaciones y fabricación.
–Y con la que está cayendo han comprado una empresa.
–Nos aporta grandes sinergias. Fabrican y sueldan igual que nosotros y nos permiten ampliar nuestra cartera de clientes. Su compra nos abre a otros sectores más allá de la construcción, ya que son especialistas en fabricar contenedores a medida para la industria automovilística y aeronáutica.
–¿Cuántos son en plantilla?
–Somos cien personas en Valladolid y se incorporan 28 en Areválo.
–¿Qué han hecho para contar con su historial de obras?
–Siempre nos hemos enfocado en la calidad y no en el precio o el volumen. Hemos hecho las cosas que los demás o bien no quieren hacer o les resulta muy difícil hacer. Mi padre cuenta que en el año 93, cuando se construyeron las torres de Colón, no había quien subiera allí arriba, con las medidas de seguridad de entonces. Él fue a hacerlo y lo hizo bien.
–¿Cuál es su valor añadido hoy?
–El concepto de calidad te obliga a seguir una trazabilidad de todo aquello con lo que trabajas. No somos muchas las empresas que trabajamos con el producto granallado (pulido del metal con arena), otros cogen la estructura, la cortan y pintan. El coste de la calidad es alto, pero es otro nivel.
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«De repente, en el trabajo nos hemos preocupado por la vida de los demás, por su salud y sus problemas para desplazarse o conciliar»
–¿La robotización destruye empleo? ¿O cambia el perfil?
–Seguimos necesitando operarios. El objetivo de la maquinaria no es reducir personal sino hacer un trabajo más eficiente. Estamos en la cuarta revolución industrial y el objetivo de 2030 está ahí. Invertir en robotización es hacerlo en personal cualificado, en cumplimiento de todas las exigencias y normativas de rigor y trazabilidad y en calidad de vida para los trabajadores. El rendimiento es mucho mayor. La robotización nos permite elevar el ritmo de producción e instalar luego mucho más rápido. En 2002 hicimos unas instalaciones de casi 20.000 metros para Renault y tardamos casi un año; en 2018 hicimos otra equivalente y tardamos menos de tres meses. Es muy complicado soldar en obra y vas al ritmo del soplete. El atornillado permite hacerlo todo mucho más rápido.
–¿Se bandean bien en las crisis?
–Las crisis nos golpean como a todos, un montón. Pero es verdad que cada vez que hay una crisis se nos ocurre hacer alguna cosa distinta y que es así como la empresa ha evolucionado. En la de 1993, cuando esto era básicamente una empresa de suministro de mano de obra, pasamos a incluir el material, a diseñar perfiles, a dar un paso más. Antes de la burbuja inmobiliaria tampoco había mucho movimiento en la construcción y decidimos pasar de diseñar las piezas a fabricarlas. En 2008 percibimos la falta de estructuristas y apostamos por hacerlo nosotros. Por otro lado, la situación de la pandemia dificulta el desempeño de los trabajos. Estamos haciendo un centro comercial en León, tienen que desplazarse allí varias personas y no tienen dónde alojarse, ni dónde comer. Los desplazamientos de los chicos están siendo complicados.
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–¿No le asusta el riesgo?
–En las crisis tienes que ponerte a pensar. No queda otra. Ahora hemos comprado esta empresa y creemos que ha sido un acierto. O te acostumbras a vivir con el riesgo o no puedes ser empresario. Hay épocas con mucho trabajo y a la vez periodos malos, así que mejor acostumbrarse a vivir con presión.
–Su empresa hace instalaciones para industrias, ¿hay ganas de invertir o vence el miedo?
–Nunca llovió que no escampó, que decía mi abuela. No hay que dejar de hacer cosas porque el mundo no va a dejar de dar vueltas. La pandemia ha llegado en plena revolución industrial, pero el mundo va a ir hacia una mayor automatización, nuevos productos, mayor peso de los prefabricados, más valor de los intangibles. Esto lo sabemos ya y nos obliga a actuar en consecuencia. Luego puedes acertar o fallar, pero si no te arriesgas no ganas. Nos han educado así.
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–¿Qué ha aprendido con la covid?
–Nos ha acercado más a las personas, a unos con otros. De repente, quienes trabajamos juntos nos hemos preocupado también por las vidas personales de los demás, su salud y sus problemas para desplazarse, para conciliar o teletrabajar. La implicación de la plantilla es fundamental en el éxito de una empresa.
«Tras la pandemia de 1918 vinieron los Felices Años 20. Todos tenemos muchas ganas de salir adelante»
–¿Qué amenazas acechan?
–En nuestro sector hay una preocupante dejación de la obligatoriedad de trabajar con el Marcado CE, con el fin de abaratar las obras en detrimento de su calidad. Competimos con empresas que, técnicamente, están atentando contra la seguridad.
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–¿Han podido financiar la compra de RTB sin problemas?
–Los bancos prestan, el ICE nos ha ayudado y el Plan Reindus, también. Cuando la inversión es en tangibles o software no hay problema. Cuando lo que quieres es construir, se echan un poco para atrás. Ahora nos vendría bien trasladarnos a unas instalaciones más grandes en San Cristóbal, pero encontrar dinero para eso es más complicado.
–Cuando lleguen los millones europeos y todos estemos ya vacunados, ¿qué?
–Suelo ser optimista. Toda la familia tenemos pensamiento positivo. Tras la pandemia de 1918 vinieron los Felices Años 20. Todos tenemos muchas ganas de salir adelante.
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–¿Cómo ve la gestión política de la crisis?
–Igual que manejo yo la empresa: una veces bien y otras, mal. No creo que sea fácil de gestionar. ¿Se han hecho cosas mejorables? Quizás. Yo algunas cosas distintas habría hecho, pero no me cambiaría por quienes tienen que gestionar.
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–¿Castilla y León emprende?
–Estamos muy orgullosos de ser de aquí, de una comunidad de interior, sin los atractivos de otras pero con capacidad para hacer cosas. Tenemos las mejores fábricas de multinacionales como Renault o Michelin y tenemos empresas espectaculares comoGullón, o todas las bodegas de Ribera de Duero, que es increíble cómo se han hecho con el mercado. Aquí hay empresarios para quienes divertirse es ver crecer a su empresa y poder contratar gente. Yo quiero una empresa con las mejores personas y con los mejores resultados. Pero primero, las personas.
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