Los GEO reducen de un tiro en el brazo a un vecino que estuvo cuatro horas atrincherado en Delicias
José Antonio, de 83 años, disparó al aire con su escopeta de caza y luego a los agentes antes de ser detenido en su ático de la calle Embajadores
Publicidad
«¡Antonio, escucha, que somos amigos!», gritaba el negociador de la Policía Nacional, un agente curtido en mil batallas, cuando aún intentaba, sin éxito, que José Antonio V. G., de 83 años, depusiera la escopeta de caza con la que minutos antes había efectuado, al menos, media docena de disparos desde su ático de la sexta planta del inmueble del número 42-44 de la calle Embajadores, en Delicias, donde permaneció atrincherado durante más de cuatro horas. No hubo forma. «No se atenía a razones, además de que debe estar un poco sordo, y solo pedía cosas incoherentes», relatan fuentes policiales. Todo concluyó pasadas las dos de la tarde, cuando los especialistas de los GEO (Grupo Especial de Operaciones) accedieron a su terraza y, después de un intercambio de disparos, acabaron alcanzando en un brazo al sospechoso para que soltara el arma. José Antonio fue el único herido en el transcurso de un encierro en el que pudieron contabilizarse en torno a una docena de tiros, además de los tres disparos, al menos, que tuvieron que efectuar los agentes para reducirle.
Noticia Relacionada
Las imágenes de la detención
Todo comenzó pasadas las diez de la mañana, cuando el vecino del sexto B del inmueble de los números 42-44 de la calle Embajadores, situado entre la plaza del Carmen y General Shelly, salió a la terraza de su ático con una escopeta de doble cañón, para la que tenía un permiso en vigor (y un segundo para otra escopeta), y efectuó los primeros disparos al aire. «Acababa de salir de casa cuando comencé a oír detonaciones, aunque en un principio pensé que podían ser golpes al cerrar la tapa de un contenedor», relataba una testigo. Pero la calle enseguida comenzó a llenarse de policías (por decenas). «Nos dijeron que nos fuéramos todos y a los que estaban en casa que se metieran dentro porque había un hombre disparando», añadió.
«¡Tira el arma, tira el puto arma!», repitieron los agentes antes de que uno de ellos le disparara con su rifle de asalto
«Gente metida en su casa»
Era José Antonio, un veterano cazador de 83 años, viudo y padre de cuatro hijos, aunque vivía solo, que en las horas siguientes protagonizaría una mañana de locura en la que el negociador no pudo negociar nada con él y en la que tampoco los agentes que le rodeaban desde el tejado y desde las casas aledañas consiguieron que depusiera la escopeta. Con ella disparó, al menos, en seis ocasiones al aire. «Decía que no pensaba abrir porque había gente metida en su casa», explicó el hijo de una pareja afincada en el bloque, que vivió casi pared con pared toda la negociación, antes de recordar que los inquilinos ya habían tenido «muchos problemas» con él con anterioridad. «Mi madre llevaba tiempo diciendo que tenía miedo porque cualquier día la armaba con la escopeta», recuerda el testigo. Y ayer la armó. «Sabíamos que esto podía pasar», incidieron otros vecinos antes de lamentar que «el hombre estaba un poco mal de la cabeza desde que se quedó viudo y había tenido muchas discusiones por temas de ruidos y golpes o música a todo volumen». Pero nada comparable a lo de ayer.
«Mi madre llevaba tiempo diciendo que cualquier día la armaba con la escopeta», recuerdan los vecinos
Los agentes que intentaron hablar con él tuvieron que desistir y desde un primer momento, al ver la situación, optaron por solicitar la presencia de los GEO, un grupo con base en Guadalajara, cuyos agentes llegaron y se desplegaron ante el domicilio pasada la una y media de la tarde. «La situación no aconsejaba entrar a la vivienda», relataron antes de concretar que «el hombre no se atenía a razones y disparaba en cuando veía asomar a un agente». Fueron tres o cuatro los disparos que llegó a efectuar entre las once y la una y media, un intervalo de tiempo en el que se asomaba continuamente por la barandilla bien portando su escopeta bien para subir y bajar hasta la calle las cortinas de la puerta de su terraza, que tenía atadas con unos hilos a modo de polea. «No era para nada, simplemente parecía que quería que nos asomáramos para disparar».
Publicidad
Los testigos de las conversaciones entre los agentes y José Antonio relataron que este último se limitaba a pedir cosas incoherentes, «como una escalera o una manta». Tampoco quiso hablar con su yerno, un familiar que acudió al domicilio con los agentes. «Tenía llaves de la casa, pero entrar podía haber sido peor, ya que estaba continuamente entrando y saliendo de la terraza con la escopeta (durante las primeras horas) para controlar la situación», añadieron las fuentes consultadas.
«No se atenía a razones y disparaba en cuanto veía asomar a un agente», relatan los policías que hablaron con el arrestado
Cortinas y una polea
Y así fueron pasando las horas, con dos manzanas enteras acordonadas por los agentes, mientras de vez en cuando se escuchaba alguna detonación y se veía al hombre subir y bajar las cortinas marrones, que previamente había desenganchado de la puerta de salida a su terraza. Sobre su cabeza, en el tejado, había agentes armados de la Unidad de Intervención Policial (UIP) y en los balcones cercanos estaban los agentes que intentaban razonar con él. «Sí que está un poco mal de la cabeza, pero hasta ahora no se había puesto tan violento», explicaron algunos vecinos. Fuentes policiales confirmaron que sí habían realizado algunas intervenciones en su domicilio con anterioridad por distintos rifirrafes con los residentes del bloque. Una joven, incluso, aseguró que hace más de un año llegó a esperar a su madre con la escopeta en el garaje. Pero el caso es que José Antonio tenía dos licencias de armas en vigor y su permiso legal de caza.
Publicidad
Los antidisturbios se retiraron del inmueble para ampliar el perímetro de seguridad cuando llegaron los GEO, equipados con arietes, perros adiestrados, escudos y rifles de asalto, quienes accedieron al inmueble a las 13:45 horas. Pasadas las dos de la tarde, cuando se escucharon otros dos disparos de escopeta, ya estaban dentro de la vivienda, donde José Antonio permanecía atrincherado, con la persiana de la puerta bajada, en su ático. A las 14:18 horas se vieron finalmente las caras.El hombre recibió a tiros a los policías y estos, al parecer, llegaron a disparar un par de veces para intentar que soltara la escopeta. «¡Tira el arma, tira el puto arma!», gritaron hasta la saciedad (según recogen los distintos vídeos de la intervención grabados por los vecinos) antes de que uno de los agentes le disparara desde la terraza de al lado y le alcanzara en el brazo. Inmediatamente después le redujeron. «No hubo otra forma de que soltara la escopeta», confirmaron las fuentes consultadas. «¡Un médico, un médico!», gritaron a continuación los agentes. Y un minuto después entraba desde la plaza del Carmen la ambulancia que estaba en el servicio preventivo que se instaló allí (también había bomberos y policías locales controlando el perímetro).
Aplausos y vivas a los policías
José Antonio salió finalmente del portal de su domicilio en una camilla a las 14:25 horas y fue trasladado en ambulancia al Clínico, donde permanecerá ingresado en calidad de detenido a la espera de que pueda pasar a disposición judicial. Los agentes recuperaron en la vivienda la escopeta e inspeccionaron después el domicilio, en el que los Bomberos tuvieron que acondicionar algunas estancias, de las que se desprendió el falso techo por los disparos. «Solo tenía una escopeta, aunque tenía licencia para dos», confirmaron fuentes policiales.
Publicidad
Los vecinos que siguieron toda la intervención desde las ventanas de las casas cercanas rompieron en aplausos con vivas a los policías cuando concluyó la intervención y se reabrió finalmente la calle al filo ya de las tres.
«No entendemos cómo tenía licencia de armas estando como estaba»
«Antonio estaba mal, había tenido muchos problemas con los vecinos y, aunque en principio no era muy violento, no entendemos cómo tenía licencia de armas estando como estaba», lamentaron ayer los vecinos en alusión a las dos licencias que el detenido ayer en la calle Embajadores mantenía en vigor a sus 83 años para tener dos escopetas (en su domicilio solo había una). El propio subdelegado del Gobierno, Emilio Álvarez, confirmó ayer que era así y reconoció que «habrá que revisar este tipo de situaciones y los psicotécnicos». El problema es que el sospechoso carecía de antecedentes y, al margen de sus problemas previos por discusiones con los vecinos, nada le impedía estar en posesión de dichas armas y mantener su permiso de caza.
Los residentes recordaron que el hombre, padre de cuatro hijos, «tuvo un bar en su día» y explicaron que «estaba muy mal» desde que se quedó viudo. Ahora vivía solo. «Sabíamos que cualquier día podía pasar algo». Y ayer pasó.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión