Arturo Balado y Ana Martínez posan junto a los sarcófagos monumentales que ahora se encuentran en el ábside de la nave del Evangelio.

Los hallazgos de Palazuelos testimonian la importancia histórica del monasterio vallisoletano

Sarcófagos monumentales conviven con curiosidades arqueológicas como un jarrón ‘Ming’ del XV o los restos de un caballero medieval con espuelas de 1,80 de estatura

Teresa de Lapuerta

Sábado, 6 de diciembre 2014, 18:00

Escondidos en el subsuelo, e incluso entre los muros de su iglesia, permanecen aún los restos del pasado esplendor del monasterio de Santa María de Palazuelos, que durante tres siglos fue cabeza del Císter peninsular y lugar de parada y fonda para reyes y emperadores. De la importancia histórica del monasterio, del primer tercio del siglo XIII, dan testimonio su impresionante templo de advocación mariana, única parte del complejo monacal que sobrevivió a la desamortización del XIX, y también su legado funerario.

Publicidad

Los diez sarcófagos monumentales (tres fueron trasladados en 1964 al Museo Catedralicio, pero siete de ellos permanecen aún en la iglesia) y las lápidas de varios reformadores generales de la orden demuestran que Palazuelos fue utilizado como lugar de enterramiento de abades y nobles hasta que cesó la vida monacal. Los estudios históricos y arqueológicos atestiguan también que el fundador del monasterio, Alfonso Téllez de Meneses, su hijo Tello Alfonso, y otros muchos descendientes del linaje (incluida Mayor Alfonso de Meneses, madre de la reina Doña María de Molina) lo eligieron para su inhumación.

«Se enterraban cerca del altar, para estar más cerca de Dios, y porque así se aseguraban que los monjes rezarían por ellos durante siglos», explican Arturo Balado y Ana Martínez. Los arqueólogos no solo forman parte del equipo multidisciplinar que, bajo la dirección de Alberto Martínez Peña trabaja en el plan director del monumento, sino que dirigen las catas y prospecciones arqueológicas financiadas por la Junta y el plan dual de formación y empleo que se desarrolla en el complejo.

Tal como aclaran los expertos, los enterramientos de personajes ilustres pueden rastrearse por buena parte de las dependencias que aún subsisten. La de Santa Inés (donde los siete sarcófagos han permanecido apilados las tres últimas décadas) es la capilla de los fundadores, pero no la única zona mortuoria; por todo el templo hay arcosolios, todos con arcos góticos y claramente funerarios.

En la zona más profunda de uno de ellos, en la nave del Evangelio, los arqueólogos han hallado dos jarrones junto a los restos del que fuera su primer ocupante. Se trata de dos piezas, la primera muy rústica y de arcilla cocida, y la segunda, una porcelana china de la dinastía Ming (probablemente de finales del siglo XV), que pone de manifiesto el poderío de su propietario.

Publicidad

No es la única sorpresa. En la misma capilla de Santa Inés, y con motivo de unas excavaciones que en esta ocasión perseguían estudiar el estado de conservación de los cimientos de la iglesia, ha aparecido un varón del siglo XIV enterrado en una suerte de bañera revestida de cal y con espuelas en los pies. A la originalidad del enterramiento se suma la inusual estatura del caballero: 1,80 metros.

Y una tercera curiosidad: lo que parecía un banco construido recientemente en el Presbiterio es en realidad un conjunto de soportes de sarcófagos alineados que alguien decidió cubrir de cemento. Su limpieza ha permitido poner en valor las basas e, incluso, elementos ornamentales del reino animal. En concreto, varios detalles de leones.

Publicidad

La arqueología es un hermoso puzzle que, a medida que se completa, va consiguiendo despejar incógnitas, pero en el caso de Palazuelos queda tanto por hacer, que es mejor ir paso a paso. Balado y Martínez, responsables entre otras de las excavaciones de la ermita de Gormaz, de las cisternas romanas de Molacillas o de la villa de Picón de Castrillo, en Ampudia, son conscientes de la imposibilidad de excavar todo el subsuelo del antiguo monasterio (dos claustros, celdas, almacenes, cocina, biblioteca, etc). «El presupuesto es escaso y hay que priorizar», reconocen. Reclaman, eso sí, una investigación mediante geo radar (con prospecciones electromagnéticas), «para documentar qué es exactamente lo que hay y dónde merece realizar catas» y dar continuidad al proyecto de investigación arqueológica entendida en sentido amplio

Mientras ambas cosas llegan, el plan dual de formación y empleo que el Ayuntamiento de Cabezón y la Junta están llevando a cabo en el término municipal ha sacado a la luz otro interesante hallazgo, en este caso exterior y sin tintes funerarios. La excavación llevada a cabo cerca de la Puerta de Monjes, junto a la pared sur de la iglesia, ha permitido descubrir el suelo que cubría la panda (pasillo) norte del claustro reglar, el de uso exclusivo de los monjes.

Publicidad

Se trata de un pavimento hábilmente fabricado, construido con cantos de río de diferentes colores con los que se crean dibujos geométricos y vegetales, entre los que se puede identificar una gran flor de 12 pétalos, en la zona de intersección entre dos pasillos. Una obra realizada en el siglo XVI, coincidiendo con la reforma de la iglesia hecha por Juan de Nantes.

También en el exterior, las catas han permitido hacer visible toda la puerta original del templo, de cinco metros de altura, así como constatar que el estado de conservación de la fachada del monumento que permanece en el subsuelo está en mejores condiciones de conservación que el resto.

Publicidad

Los arqueólogos, que continúan ofreciendo visitas guiadas al templo los domingos, tienen ahora el objetivo, «además de una gran curiosidad», de comprobar si en la finca contigua hay, como sospechan, un estanque anguilero o pequeña piscifactoría que abastecía de pescado a los monjes. Los propietarios de la explotación, subrayan, están siendo muy receptivos a la hora de colaborar.

Alfonso Téllez de Meneses cedió las tierras de Palazuelos en 1213 a los monjes de San Martín de Valvení, que fundaron el monasterio de advocación mariana tras la reforma del Císter y culminaron su traslado en 1254. Santa María vivió intensos siglos de esplendor espiritual, docente (llegó a ser escuela) y material, en los que recibió la visita de emperadores (como Carlos I, que tras su abdicación conoció allí a su nieto don Carlos, camino de Yuste); de reyes como Felipe II y Felipe IV, o de juristas y pensadores como Gaspar Melchor de Jovellanos. En el siglo XVI, la nave central de la iglesia se vino abajo por un rayo y fue reconstruida por De Nantes, aunque respetando la sobriedad del Císter.

Noticia Patrocinada

Tras la desamortización comenzó el abandono y la decadencia. El monasterio se convirtió en fábrica de harinas y la iglesia se salvó de la ruina y de los expolios por sus funciones parroquiales. En 1931 fue declarada Bien de Interés Cultural.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad