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Rosa Chacel en la Feria del Libro de 1983, celebrada en la Plaza Mayor.

Valladolid recupera a Rosa Chacel

El Norte de Castilla organizó el reencuentro de la escritora con su ciudad natal, en junio de 1971, y junto a Miguel Delibes realizó un recorrido sentimental

Enrique Berzal

Viernes, 20 de junio 2014, 17:27

Habían transcurrido 34 años desde su partida al exilio cuando El Norte de Castilla, sabedor de que ansiaba regresar a su tierra natal, organizó un emotivo reencuentro. «Rosa Chacel, en su Valladolid natal», titulaba este periódico el 16 de junio de 1971. La gran novelista vallisoletana, que en 1937 había salido desde el puerto de Valencia hacia Paris en dirección a Sudamérica, se reencontraba con su ciudad.

«Rosa Chacel tomó contacto con su patria chica con viva emoción al cabo de tanto tiempo, haciendo un recorrido sentimental por nuestras reliquias históricas (y la calle Núñez de Arce, donde vivió), e interesándose por las modernas vías y avenidas», informaba el periódico.

Fue Miguel Delibes el artífice de dicho homenaje íntimo, el que consiguió reunir a escritores, periodistas, catedráticos, amigos y admiradores en torno a la novelista exiliada y al decano de la prensa. Llegó a Valladolid el 15 de junio de 1971 y lo primero que hizo fue visitar su casa natal, en la calle Núñez de Arce, acompañada de Delibes y su esposa, Ángeles de Castro.

«Tuvimos la suerte de que el piso estaba desocupado», anota el propio Delibes; «con visible emoción la escritora fue recorriendo las dependencias: Aquí dormían mis padres; en esta alcoba dormía yo; todavía está el clavo del que colgaba el espejo ovalado; este cuartito de baño lo mandó poner mi padre. Paso a paso iba recuperando su pasado».

Al día siguiente los tres viajaron a Rodilana, localidad perteneciente al municipio de Medina del Campo donde la escritora se vio obligada a pasar un verano, aconsejada por los médicos, a causa de un ganglio: «Me recomendaron clima seco y aire puro». Aquella jornada deparó escenas que emocionaron al escritor: «Confieso que esta rebusca del tiempo, no perdido sino simplemente ido, me ha dejado una honda huella. Pero mayor huella habrá dejado aún a Rosa Chacel, mujer no muy abierta, escasamente sociable, pero delicadamente sensible y con una memoria inmediata de su infancia y de las personas y cosas que la rodearon», confesaba Delibes.

También visitó los talleres de El Norte de Castilla y su Sala de Cultura, acompañada del propio Delibes, Ángel de Pablos, Carlos Campoy, los poetas Luis Maté y José María Luelmo, Francisco Javier Martín Abril y otros colegas. «Por la noche, un grupo de admiradores e intelectuales dedicaron un íntimo homenaje a Rosa Chacel en un céntrico restorán brindándose por los éxitos de la homenajeada», informaba el decano de la prensa. En dicha cena se leyeron algunos versos que publicó en 1928 en la revista Meseta, fundada por Luelmo y Francisco Pino.

Aprovechando la visita, al día siguiente El Norte de Castilla la convirtió en protagonista de su célebre sección Tres minutos. A preguntas de Julián Lago, la escritora confesaba que «la tierra que nos vio nacer cada vez tira más», aunque, de momento, no se había planteado quedarse definitivamente en España.

«Siempre he estado en el mismo lugar, al lado de los que perdieron la guerra», señalaba la autora de Barrio de Maravillas y Memorias de Leticia Valle, que también reconocía la influencia determinante de sus primeros diez años de vida en Valladolid: «Para mí, la época más importante. Fue mi aprendizaje al lado de mis padres. Ellos me educaron para escribir. () Mi padre era un simple empleado ministerial que le tocó ir de un lado a otro. Mi madre era sobrina de José Zorrilla. Con el dramaturgo y poeta se educó porque quedó huérfana y fue recogida por él (). En casa se rendía culto a la Literatura. A mi padre le gustaba muchísimo escribir. Mis primeras enseñanzas las aprendí con mis padres. Nunca fui a colegio alguno, salvo tres meses en que asistí a las Carmelitas, pero mi salud no lo aguantó y lo dejé».

Casada en 1921 con el pintor Timoteo Pérez Rubio, que diez años después sería nombrado subdirector del Museo de Arte Contemporáneo y al estallar la guerra civil actuó al frente de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, Rosa Chacel solo había regresado a España una vez, en 1963. En 1974, tres años después de la visita auspiciada por El Norte de Castilla, se estableció definitivamente en Madrid.

A la ciudad del Pisuerga acudió en más ocasiones desde entonces. El 28 de junio de 1979, por ejemplo, asistió en el Pasaje Gutiérrez al rodaje de algunas escenas de su novela Memorias de Leticia Valle, dirigida por Miguel Ángel Rivas y protagonizada por Emma Suárez, Fernando Rey, Héctor Alterio y Esperanza Roy, entre otros. «Hasta Rosa Chacel ha inventado un personaje en el guión para interpretarlo ella misma», informaba El Norte de Castilla.

Más emotiva fue la razón que la trajo de nuevo a su ciudad natal en mayo de 1983, cuando la XVI edición de la Feria del Libro se inauguró con un multitudinario homenaje a la escritora en la Casa de Cervantes. Entre los asistentes destacaron Miguel Delibes y el presidente de las Cortes regionales, Dionisio Llamazares.

El poeta Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, director del edificio cervantino, habló de su admiración y vieja amistad con la escritora, Emilio Salcedo hizo lo propio en nombre de los libreros y editores de la Feria, y el alcalde de la ciudad, Tomás Rodríguez Bolaños, le entregó una placa de recuerdo. Acompañada por las autoridades, Rosa Chacel inauguró oficialmente la Feria en la Plaza Mayor, visitó las casetas y firmó libros a sus lectores y admiradores.

Dos años después, acuciada por la falta de medios económicos, manifestó su intención de abandonar España y residir en Brasil, junto a su hijo. Para evitarlo, la Diputación y el Ayuntamiento de Valladolid firmaron un convenio con la escritora, en virtud del cual la otorgaban una pensión vitalicia a cambio de que cediera su obra a esta ciudad.

Tres días duró, finalmente, el homenaje que le dedicó Valladolid en junio de 1988, con motivo de su 90 cumpleaños. Hubo un concierto de campanas en su honor, conferencias y mesas redondas a las que acudieron estudiosos y escritores como Javier Marías, Ana María Moix, César Antonio de Molina, Gustavo Martín Garzo, Luis Antonio de Villena, Javier García Sánchez y Emilio Alarcos, fue nombrada hija predilecta de Valladolid en un multitudinario acto celebrado en el Teatro Calderón, y en el Campo Grande se descubrió su busto en bronce, obra de Francisco Barón. Fallecida en Madrid en julio de 1994, fue enterrada en el Panteón de Personas Ilustres de Valladolid.

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