El collar de rubíes que Isabel la Católica empeñó en Ávila

Juan II y su mujer decidieron regalar este collar a la princesa Isabel de Castilla para convercerla de que se casara con su hijo Fernando. Para ello el rey de Aragón mandó a su propio hijo a Valencia para desempeñar la joya. En manos de la reina Isabel la joya fue modificada. La monarca encargó al orfebre Jaume Aimerich (también guardajoyas de la reina en 1481) añadir 16 flechas, como homenaje a su marido; pasándose a conocer la pieza como 'el collar de las flechas' (o frechas). El collar pesaba cinco marcos y dos onzas.

No duró mucho tiempo el collar en manos de la reina, ya que parece ser que Isabel tuvo que pignorarlo para pagar a unos soldados que la protegían en Ávila. Tras recuperar la pieza, la monarca tuvo que volver a dejarla en depósito para sufragar la Guerra de Granada. Cuenta la Historia que pasó más tiempo en manos de prestamistas que en las de sus 'reales' dueños. Dos veces está documentado su depósito en Valencia, junto con otras joyas: en 1468 y en 1489.

En 1497 la reina regaló el collar a la princesa Margarita de Austria, cuando se casó con su hijo Juan de Castilla, heredero al trono de Castilla y Aragón, según consta en la lista de regalos que se conserva en la Biblioteca Nacional. Pero ahí no acaba el periplo del 'collar de las flechas', que parece que volvió a ser empeñado; ya que se cuenta que la pieza fue recuperada de nuevo por Fernando el Católico, quien no tardó en volverla a empeñar para poder costear la dote de su hija Catalina, reina consorte de Inglaterra tras su matrimonio con Enrique VIII.

Finalmente la joya debió de acabar en manos de Juana 'la loca'. Los historiadores aseguran que el collar cincelado en la estatua yacente de su sepulcro en Granada es la pieza en cuestión, con alguna modificación sufrida tras tantas idas y venidas en tan nobles manos a lo largo de los años.