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PALENCIA

El Cristo recuerda el timo del Gordo

El bar de los jubilados repartió papeletas por 115.000 pesetas del 3.772, agraciado con el Gordo, y solo compró décimos por 25.000 El popular barrio rememora, 25 años después, cómo Jacinto Sánchez destruyó sus sueños

PILAR ROJO

Miércoles, 28 de diciembre 2011, 08:57

En pocas horas, el barrio del Cristo experimentó la bipolaridad más extrema. Esta semana se cumplen las bodas de plata de un suceso que revolucionó a esta conocida barriada, que en pocas horas pasó de la humildad más extrema a una lluvia de millones y, de nuevo, vuelta a la realidad protagonizada por las escaseces.

Poco después de las diez de la mañana del 22 de diciembre de 1986, los bombos de la Lotería Nacional concedían el premio gordo de Navidad al número 3.772. Las calles de esta humilde barriada situada en el cerro del Otero estallaban de alegría: el primer premio se había vendido en el bar del hogar del jubilado, en el centro sociocultural. Los afortunados, muchos de ellos de etnia gitana, llenaban los bares de champán y sueños e incluso en un arranque de satisfacción desmesurada comenzaron a regalar género a los compradores del mercadillo. Mientras, a esa hora, el que había vendido las participaciones, el arrendatario del bar, Jacinto Sánchez Zambrana, un camarero de 30 años casado, con tres hijos y problemas económicos, estaba sentado en el bar Jacaré, en el paseo del Otero, y al ver el número del Gordo en la tele, enmudeció y desapareció.

Lo que ocurrió en las horas siguientes aún lo recuerdan fielmente, veinticinco años después, los mayores del barrio. Los afortunados tiraron la casa por la ventana. Compraron frigoríficos, televisores y vídeos. Apalabraron furgonetas y coches. Las mesas se llenaron de ricos manjares y los lechazos desfilaban por el barrio en cantidades ingentes, al igual que las botellas de champán en todos los bares.

Solo 24 horas más tarde, la tristeza y la decepción se adueñaron del Cristo. «Jacinto no aparecía por ninguna parte, y luego se supo que le habían detenido. Había vendido participaciones por mucho más dinero del que tenía en décimos. Todos estábamos confundidos. Con cada participación de 500 pesetas, que era la que teníamos casi todos, pensábamos que nos darían cinco millones. Pero ahora todo cambiaba. Al final, cobramos 1.200.000 pesetas un año y pico más tarde», recuerda Isidro Duval, uno de los afortunados.

Fue el comienzo del sueño roto. Los escasos ahorros que había en las casas se habían gastado en comidas y celebraciones. Y las televisores y los vídeos que ya se habían hecho huecos en los salones volvieron a montar en las furgonetas para devolverse a las tiendas. Los únicos que pudieron mantener sus ilusiones vivas fueron los escasos afortunados a los que Jacinto, al poco de sacar a la venta la lotería, les permitió comprar un décimo. «A los demás no les quiso vender. Mi padre quiso un décimo y le dijo que no podía, que tenía que ser participación», señala Miguel Barrul. Jacinto Sánchez Zambrana repartió 115.000 pesetas en participaciones de lotería, lo que hubiera reportado al barrio un premio de 1.150 millones. Pero en realidad, este camarero solo compró décimos por valor de 25.000 pesetas para fraccionar en papeletas, por lo que los 232 afectados solo cobraron un año más tarde 250 millones de pesetas.

El mismo día de Nochebuena, Jacinto fue detenido y el día 26, tras declarar ante el juez, ingresaba en la cárcel de Palencia. La Policía lo tuvo que llevar en volandas desde el furgón hasta el despacho del juez, en la plaza de Abilio Calderón, porque cientos de vecinos del barrio querían lincharlo. Un año más tarde, se celebraba el juicio y se dictaba sentencia: un año y seis meses de cárcel por estafa. La pena fue escasa, pero el juez no tuvo en cuenta los 900 millones que dejaron de percibir del premio los vecinos del barrio, sino las 90.000 pesetas de lotería que Sánchez Zambrana estafó en las papeletas, independientemente de que tocara o no algún premio en el sorteo. Al año siguiente, el camarero salía de la cárcel y huía de Palencia. Su mujer y sus hijos siguieron en el barrio durante muchos años sin que las iras de los afectados se centraran en ellos. Al fin y al cabo, los vecinos también les consideraron víctimas. En cuanto a Jacinto, primero estuvo en Palma, donde según las habladurías del barrio tenía un hermano cura, y los últimos rumores le sitúan en Málaga.

Veinticinco años después, su nombre sigue despertando iras y blasfemias en el Cristo. En el descampado junto al campo de fútbol, donde el sol reúne a jóvenes y mayores en torno a charlas y tertulias, les parece mentira que ya hayan pasado cinco lustros desde ese día en que vieron más cerca que nunca sus sueños hechos realidad y, en pocos minutos, cuando ya los acariciaban, se los arrancaron de las manos. Fueron 232 afectados los que formaron un comité y, en numerosas asambleas, decidieron ejercer presión. Acudieron al Defensor del Pueblo, a los tribunales y a todos los estamentos donde pudieran recibir ayuda. Muchos de los que llevaban papeletas eran mayores que cada tarde acudían al hogar a jugar a las cartas y al dominó, personas de edad avanzada y escasos recursos. Hoy son sus hijos los que se acuerdan cómo se vivió el premio y el posterior descubrimiento del timo en sus domicilios.

El 'Pegaso' recupera ese gesto infantil de la ilusión cuando recuerda la furgoneta que se iba a comprar para ir a los mercadillos, Gloria rememora con todo detalle cómo sus vecinos se vistieron las mejores galas y se fueron a comer a un restaurante de postín, todos comentan cómo el barrio se llenó de teles y vídeos que luego hubo que devolver o cómo 'el Moreno', en un arranque de alegría desmesurada, comenzó a regalar zapatillas en el puesto de calzado que tenía en el mercadillo de La Carcavilla. De aquello han pasado 25 años y el barrio ha cambiado, pero no ha olvidado lo que pudo haber sido y no fue. Pero ha recuperado la alegría y la ilusión y, por qué no decirlo, todos han vuelto a comprar lotería para el sorteo de Navidad, incluso en participaciones.

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