Un grupo de mujeres se reúne para hacer encaje de bolillos en el centro multiusos. :: L. SANCHO
VALLADOLID

Altos vuelos en el páramo

Villanubla es un pueblo en crecimiento que sabe preservar sus tradiciones

LORENA SANCHO

Sábado, 26 de marzo 2011, 01:33

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El sinfín de hilos blancos se deslizan con destreza entre las manos de Teresa. Coge los bolillos con agilidad y los encaja a una velocidad pasmosa. «Empecé de pequeña, me gustó, y cuando aprendí, decidí dar aquí clases». Teresa lleva más de quince años enseñando la técnica del encaje de bolillos a un nutrido grupo de mujeres de Villanubla que se reúnen bajo la Asociación Villa de las Nieblas. En un salón de un moderno centro multiusos, elaboran pañuelos, paños, toallas y mantones mientras departen sobre el día a día de una localidad que en los últimos años ha experimentado un crecimiento poblacional paulatino, gracias en parte al desarrollo de un importante polígono industrial. ¿En qué ha cambiado el pueblo? Cruz contesta sin pestañear mientras mantiene la atención en su cojín. «Pues en que antes dejábamos la puerta abierta y ahora no, y no porque los que vengan a vivir sean malos, sino porque ya no nos conocemos todos». Al otro lado de la sala, mientras intercambia bolillos, replica Toñina: «Hace quince años que me fui a vivir a Fuensaldaña, y de como estaba entonces a ahora no hay comparación».

La transformación a la que aluden estas mujeres ha dejado su huella perfectamente visible. Edificios de nueva construcción rodean una parte del pueblo en el inicio hacia el camino de la piedra, la que lucen las fachadas de algunas viviendas solariegas y que, por una normativa reciente, debe mostrarse al exterior en cualquier edificación o restauración del casco urbano. Después, la esencia del pueblo de viviendas bajas y estrechas calles se asoma a un mirador del páramo, muy próximo a una Plaza Mayor que en su conjunto presume de cantera.

La modernidad de edificios como la Casa de Cultura y el centro multiusos convive a la perfección con la tradición de los servicios que prestan en su interior. Villanubla apuesta por sus orígenes, por aquella 'Villa anubda' (amurallada) en la que encuentra su raíz.

El encaje de bolillos que practican y después exponen estas mujeres es solo un ejemplo, aunque puede que el más claro se encuentre en la danza del paloteo, seña de identidad de los villanublenses, que en grupos de al menos 16 danzantes se encargan de mantener como reliquia única en media docena de pueblos de Valladolid.

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Similitudes

Elías Martínez, músico tradicional de Villanubla, se ha encargado de investigarla. «Es una tradición que supera el ámbito provincial y regional. De hecho, hay más coincidencias con las que se celebran en el norte de Portugal que con las de otras zonas próximas», dice este músico, especializado en dulzaina, flauta, tamboril, gaita y pandereta, entre otros muchos instrumentos.

Pedro Díez, de 77 años, llegó a conocer a su padre paloteando. Él mismo practicó la danza hasta el 58, año en que marchó «a las Vascongadas». Entonces, la Cofradía del Cristo del Consuelo veló porque este emblema perdurara cada domingo de Pentecostés. «Pero hay otras cinco cofradías, la de La Cruz, la Ascensión, el Corpus, el Carmen y el Cristo de la Salud», añade este hombre.

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Pedro camina por su pueblo. Lo hace al otro lado de la carretera, junto a los restos del que en el siglo XV fue un convento agustino, hoy transformado en restaurante. Fue aquí, en el paraje conocido como la Fuente de los Ángeles, donde cuenta la leyenda que el rey Juan II vino a parar tras perderse en una cacería en Torozos debido a la densa niebla. Dicen que al llegar preguntó el nombre del pueblo, Fuentes Claras, y que decidió que desde entonces pasaría a denominarse 'Villa de las nieblas'.

La fuente recoge grabada en su piedra una poesía de Dolores Gómez de Gil que ensalza las virtudes del paraje. Es aquí, en esta zona, donde se palpa la proximidad del aeropuerto de Valladolid en el sonido de un par de helicópteros que en ese momento sobrevuelan la zona. «Salvo cuando hacen maniobras para aprender, en el pueblo no se oye nada», dice.

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Aeropuerto y prisión

Sostienen los vecinos que municipio y aeropuerto apenas estrechan lazos. Tan solo la relación laboral de algunos de sus habitantes con esta infraestructura inaugurada en 1938 mantiene abierta una vinculación. Sí existe, en cambio, en el nombre popularmente ligado al pueblo. Y no solo en el aeropuerto, pues el centro penitenciario de Valladolid, ubicado en término municipal vallisoletano pero muy próxima a este pueblo, también es conocido como 'el de Villanubla'.

«Hay gente que piensa que Villanubla no es un pueblo, que es el aeropuerto o la prisión. A veces cuando dices que vengo de Villanubla te miran raro, es curioso», dice con tono jocoso uno de los vecinos, que prefiere no aportar su identidad.

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Lleva más de 30 años subiéndose a los escenarios, en solitario o con el grupo La Charambita. Ha actuado en países como Francia, Portugal y Polonia, y colaborado con grupos como La Bazanca y Habas Verdes. Desde Villanubla colabora en la investigación de la danza del paloteo, seña de identidad del pueblo, y es uno de los mayores expertos del país en esta ancestral tradición.

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