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Foro de catequistas celebrado en Segovia. :: EL NORTE
CARTA PASTORAL

Formación de catequistas

«Todo catequista debe ser un cristiano con sentido de Iglesia, con amor y docilidad propios de un hijo fiel»

ÁNGEL RUBIO

Domingo, 6 de febrero 2011, 02:16

Ningún cristiano debería decir que está suficientemente preparado para dar razón de su fe. Continuamente tenemos que profundizar en la Palabra de Dios y acudir a los documentos de la Iglesia para saber cómo responde ella a las cuestiones más actuales. También la vivencia de la fe a través de la oración y los sacramentos, y de determinadas experiencias socioeconómicas son medios de formación.

Los catequistas deben recibir la formación que les capacite para realizar bien su misión. Esta formación debe preceder a la renovación de los medios y de la misma organización catequética. Hay que dar a los catequistas una sólida formación teológica-doctrinal, una buena instrucción antropológica y una esmerada preparación pedagógica, sobre todo deben formarse en la maduración de la propia fe, ya que solo partiendo de una viva experiencia de fe se puede transmitir la fe a los demás. El Directorio General para la Catequesis recuerda: «Los mismos instrumentos de trabajo no pueden ser eficaces si no son manejados por catequistas bien formados» (n. 108).

Las parroquias y comunidades cristianas han de suscitar vocaciones para la catequesis: catequistas de adultos, catequistas de niños y jóvenes, catequistas para la tercera edad, catequistas de personas con discapacidad, catequistas auxiliares, así como catequistas de plena dedicación (cf. Código de Derecho Canónico, c. 228, 1). Es necesario señalar la gran participación y responsabilidad de seglares, «hombres y en mayor numero aún mujeres», que ejercen esta tarea como expresión y exigencia del compromiso de su fe y que manifiestan el deseo de formación al descubrir las exigencias de su misión.

Formar catequistas es una tarea compleja. Son muchos los elementos a tener en cuenta en el ejercicio de la catequización. El catequista es alguien «llamado» y «enviado» que expresa un testimonio, la realidad vivida de cuanto se quiere comunicar a los demás. De aquí la importancia de una acción formadora que tenga también presente la espiritualidad propia, reclamada por su función. Los catequistas son cristianos comprometidos con la vivencia de su propia fe. Y son las Escuelas de Catequistas las que capacitan y garantizan el quehacer catequético en orden a la enseñanza doctrinal y a la vivencia de la fe cristiana.

Es urgente que las diócesis pongan cuidado en la selección de los catequistas, no se puede dejar todo en manos de la buena voluntad y de la improvisación. Es necesario organizar de forma sencilla, pero con una programación rigurosa y metódica, las Escuelas de Catequistas.

Éstas deben ser centros de educación en la fe donde aquellos que se sientan llamados a ejercer el «arte» de la catequesis descubran más profundamente, a nivel de conocimiento y de vida, la persona y mensaje de Cristo. Espacios donde poder conocer las características ambientales y psicológicas de los que van a recibir su influjo, y donde se perfeccionen en la praxis, en el cómo lograr una mayor eficacia con vistas al fin que se propone la catequesis, esto es, hacer que crezca y se desarrolle el germen de fe sembrado por el Espíritu Santo con el primer anuncio del Evangelio y transmitido eficazmente a través del bautismo (cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Catechesis Tradendae, n. 20).

El catequista debe ser un hombre o mujer suficientemente maduro, con un nivel cultural básico, suficiente capacidad de diálogo y comunicación, sabedor de que no solo anuncia, sino que también escucha. Todo catequista debe ser dócil y abierto a la acción del Espíritu, es siempre un instrumento en manos del Espíritu. Sabe que no camina solo y de «quien se ha fiado». El catequista debe ser un cristiano con sentido de Iglesia, con amor y docilidad propios de un hijo fiel, y que al mismo tiempo se siente responsable en esta Iglesia y con deseos de extender el reino.

Es importante que el catequista esté identificado con la gente de su tiempo para poder mostrar vivencialmente lo que significa ser cristiano en el mundo actual. El catequista ha de situar su acción evangelizadora dentro de la evangelización general de la Iglesia; que descubra el lugar preciso que ocupa la catequesis, así como su carácter propio, sus leyes, su lenguaje.

Es conveniente crear un cuerpo de catequistas bien formados y comprometidos. Facilitar y provocar los encuentros de catequistas a nivel parroquial, arciprestal y diocesano.

Finalizo enunciando un decálogo para los agentes de pastoral: Debe ser una persona creyente; una persona eclesial; una persona vocacionada; una persona disponible; debe ser creativa; una persona paciente; una persona sencilla; responsable; perseverante; una persona sensible al Espíritu.

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